Читать книгу Los grandes mitos de Occidente - Ana-Grace Avilés Martínez - Страница 39
ОглавлениеMito número 19
«El éxito económico se traduce en mejor calidad de vida»
Uno de los hijos de una familia muy pobre de los Estados Unidos resultó ser muy brillante para los estudios académicos; diploma tras diploma, un día —aquel hombre— llegó a trabajar para la NASA. Esto ocurrió a mediados del siglo pasado, cuando el sueño americano parecía todavía posible. Luego de separarse de su primera mujer, aquel hombre de «éxito», decidió dejar la NASA y crear su propia empresa junto a su nueva esposa. Tuvieron dos hijos. Igual que sus progenitores, esta nueva pareja —de orígenes muy modestos—, soñaron para sus propios hijos: éxito económico y grandes diplomas; el hijo mayor, sin embargo, escogió para él un camino totalmente distinto. Terminados con éxito los años de preparatoria universitaria en los Estados Unidos, decidió donar a un organismo no gubernamental todos sus ahorros, que no eran pocos, quemó los últimos dólares que le quedaban en los bolsillos y se dedicó a vivir del modo más auténtico posible. Como muchos soñadores, se instaló en la parte más salvaje de Alaska y la muerte le llegó tempranamente por causa de inanición61.
Muchos podríamos criticar la actitud de ese chico rebelde diciéndonos que se trataba de un niño mimado, caprichoso, que —como nunca le hizo falta nada— tiró sin el menor remordimiento todo el dinero que tuvo y dejó en los suelos los anhelos de su padre y de su madre que tanto lucharon para salir de la pobreza y poder brindarle a él, una vida «mejor». Pensemos, sin embargo, en esto: la infancia de ese chico fue muy difícil porque su padre y su madre vivían metidos en oficinas trabajando duramente para poder sacar adelante la empresa que habían creado.
Para alguien que siempre ha necesitado dinero, entender lo que vivió aquel muchacho es muy difícil pues en general se cree que el dinero puede solucionarlo todo. Asimismo, se suele creer que los «países en desarrollo» vencerán todos sus males cuando el dinero no les falte, cuando se conviertan en países productivos, cuando se transformen en países «ricos». Se sueña con tener carreteras impecables, se quiere maquinaria con tecnología de última generación; se desean sistemas de transporte subterráneo y aéreos de punta, agricultura industrial y organismos transgénicos... Se quiere sentir que se pertenece al «Primer Mundo» pero, muy rara vez, la gente está consciente de que, en los «países desarrollados», toda esa alta tecnología, todas esas infraestructuras, no han logrado hacer felices a sus pobladores. Los niveles de depresión son altísimos, la gente es violenta y agresiva, muchos enloquecen, otros se suicidan. ¿Será que es el síntoma de todo niño sobreprotegido? ¿Será que el hecho de tener y tener, hace que la gente se vuelva incapaz de medir sus «privilegios»? ¿Será que realmente se trata de privilegios?
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61 Krakauer, 1998.