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Trastorno de la personalidad paranoide

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Caso

Cuando yo era estudiante de psicología, mi amigo Agustín me pidió que le aplicase una prueba de personalidad. A mí me serviría de práctica y a él le resultaría útil para conocerse un poco mejor.

Con mi mejor intención le apliqué la prueba, pasé una tarde entera analizando y evaluando sus características y sus conflictos y, cuando tuve un informe completo, le cité para mostrárselo y explicárselo.

No me lo permitió. Tan pronto empecé a detallarle el primer problema que aparecía en los resultados del test, se mostró muy enojado, me reprochó haber trastocado sus datos y me retó a que le demostrase que todo eso era cierto. Intenté explicárselo, pero él insistió en ver qué respuestas había dado al test para que yo lo hubiera interpretado de aquella manera.

No fue posible explicárselo. Se enfadaba cada vez que intentaba hacerle ver que eran conflictos que tenían solución, que todos tenemos algún problema o que él se había sometido a la prueba voluntariamente y yo me había limitado a aplicársela y elaborar el informe.

Contraatacó poniendo en tela de juicio la bondad del test, mi capacidad para analizarlo e interpretarlo. Se empeñó en analizar él mismo sus respuestas e interpretarlas a su manera.

Aquel día aprendí algo más que a elaborar un informe psicológico a partir de un test. Aprendí lo que es la personalidad paranoide.

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Las personalidades paranoides tienden a la desconfianza y a creerse en el punto de mira de los demás. La desconfianza y la suspicacia tienen que ver con las ideas persecutorias, porque el paranoide cree siempre que le pueden engañar, que los demás no son de fiar, que su mujer le traiciona o que la gente habla de él. En el caso de Agustín, se da claramente esa suspicacia y esa desconfianza, pero no está en absoluto fuera de la realidad. Agustín no es un paranoico, sino una personalidad paranoide. Veremos la paranoia en el capítulo dedicado a los comportamientos psicóticos.

El hecho de creerse en el centro de mira incluye las dos actitudes, la idea persecutoria y la de grandeza, porque hay que creerse muy importante para pensar que los demás están pendientes de lo que uno hace o dice.

Las ideas paranoides se llaman ideas de referencia, porque el paranoide tiende a sospechar que lo que se hace o dice se refiere a él. El paranoidismo utiliza muchas veces el mecanismo de proyección que vimos en el capítulo 2, que consiste en imputar a los demás los propios sentimientos o pensamientos. Imputa a los demás la hostilidad que él siente y los deseos de agredir que él lleva dentro. Aquí se cumple el refrán castellano “Cree el ladrón que todos son de su condición.”

El caso de Agustín lo muestra con bastante claridad. Primero pide al amigo psicólogo que le aplique una prueba, esperando seguramente resultados positivos que señalaran sus elevadas cualidades. Pero, tan pronto empieza a ver que no todo era perfecto, siente una enorme agresividad hacia la prueba y hacia quien se la ha aplicado e inmediatamente emplea el mecanismo de proyección para atribuir a la prueba y al psicólogo la dosis de maldad, error y mala intención que él siente.

Las personalidades paranoides reúnen las características siguientes:

 Desconfianza, suspicacia, susceptibilidad permanentes e injustificadas. Son personas que no confían ni siquiera en su pareja, de la que suelen sentir celos y a la que suelen abrumar con reproches sin base alguna. Agustín no se fió en absoluto de su amigo psicólogo ni de la prueba que le había aplicado, una vez que comprobó que había resultados negativos. Las personas paranoides parten del principio de que los demás son engañosos y atacan en cuanto se les da oportunidad. Por eso deben mantenerse alerta.

 Grandiosidad. Se creen superiores a los demás porque ellos razonan y evalúan todo. Por ello, creen tener siempre la razón y culpan a los demás de lo que sucede. No es fácil que una personalidad paranoide admita que se ha equivocado, sino que siempre es otra persona quien ha cometido el error o ha malinterpretado sus actos o palabras. Lo hemos visto claramente en el ejemplo anterior.

 Tienden a dar significado a los detalles más nimios y nunca aceptan las críticas. Cualquier crítica, aunque sea constructiva, les parece un ataque hacia su persona, del que se defienden con gran agresividad. Cualquier comentario puede ser interpretado como un acto de mala intención, un reproche o una agresión.

 Sus relaciones personales se basan en la subordinación, son desconsiderados y despóticos, por lo que no suelen tener muchas amistades. Agustín hace amistades fácilmente, pero no llega a intimar porque siempre surge algo que le enemista con los demás. Además, los paranoides rara vez intiman, porque la intimidad les produce suspicacia.

 Son irónicos, mordaces e hirientes en sus comentarios sobre los demás. Agustín no solamente se enfadó cuando el test reveló lo que él entendió por defectos o fallos, sino que ofendió a su amigo psicólogo tachándole de inepto para interpretar la prueba.

 Son ambiciosos, envidiosos y rencorosos. Aunque eso no se trasluce en el ejemplo anterior, las personalidades paranoides no suelen perdonar las ofensas recibidas. La amistad entre Agustín y el psicólogo se deterioró a raíz de este episodio, porque el psicólogo no pudo aguantar las bromas mordaces de Agustín cada vez que se hablaba de pruebas o análisis psicológicos.

La trastienda de la mente

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