Читать книгу La trastienda de la mente - Ana Martos - Страница 7

Lo primero que hay que saber es que toda conducta va encaminada a lograr un fin, es decir, todo lo que hacemos, decimos, pensamos o sentimos tiene una finalidad.

Las conductas que nos parecen raras o inadecuadas tienen también alguna finalidad que no acabamos de ver. ¿Por qué esa amiga nuestra tan inteligente se comporta de esa manera tan estúpida en una situación que nosotros resolveríamos sin vacilación? ¿Cómo puede Fulano actuar como actúa, teniendo tres licenciaturas? ¿Qué ha visto Mengana en Zutano para enamorarse de él tan perdidamente?

Y es que juzgamos las conductas de los demás con arreglo a nuestras propias motivaciones, no a las suyas. En primer lugar, no deberíamos juzgar el comportamiento ajeno, sino respetarlo y, si nos interesa, analizarlo. Pero observar un comportamiento sin enjuiciarlo no es cosa fácil. Hay que acostumbrarse a adoptar una posición neutra frente a las conductas de los demás.

Las conductas que nos parecen extrañas o inapropiadas son generalmente conductas de ajuste, con las que la persona trata de adaptarse a una situación difícil, un conflicto o una frustración. Pero sucede que, a veces, el remedio es peor que la enfermedad y la conducta de ajuste es más dañina que el conflicto en sí.

Un ejemplo claro es la psicosis que sobreviene cuando la situación real es inaceptable y el individuo se siente incapaz de soportar la angustia que le genera. Entonces se dice que “se vuelve loco”. La psicosis le evita enfrentarse a esa realidad, pero el daño que le produce es mucho mayor. Esa podría ser una conducta de desajuste más que de ajuste. Otra conducta inadecuada podría ser el alcoholismo o cualquier tipo de adicción que el individuo utiliza como método para adaptarse a su entorno y eludir la angustia. Esa conducta que al principio sirve para la adaptación termina por causar un daño importante y se convierte en una conducta de desajuste.