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¿Es posible definir la salud mental?

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No es fácil definir la salud mental, pero sí hay una serie de indicios que la señalan, de la misma manera que existen indicios que señalan la enfermedad. La salud mental se puede determinar por:

 Ausencia de síntomas. Los síntomas son indicios que apuntan a una enfermedad. Un síntoma común y habitual de trastorno psicológico es la ansiedad, como un síntoma común y habitual de trastorno fisiológico es la fiebre.

 Reacciones proporcionadas. La persona psíquicamente sana reacciona ante las situaciones conflictivas con una conducta adecuada. Por ejemplo, un niño pide a su madre que le compre una “chuche” y su madre se niega alegando que le ensuciará el estómago. El niño se enfurruña un momento y después se olvida. Esa conducta es una reacción adecuada al conflicto que supone renunciar al placer de la golosina. Pero si el niño reacciona con una pataleta, gritando o insultando, su reacción es desmedida y su conducta es inadecuada. La pataleta, los gritos y los insultos son síntomas de que algo no funciona bien.

 Funciones e instintos básicos. Una prueba de salud física se observa en las funciones básicas; comer, beber, dormir, eliminar y satisfacer el deseo sexual. Los trastornos de estas funciones son el primer síntoma de que algo va mal en el organismo o en la mente. igual que los trastornos de las funciones psicológicas básicas: autoestima, comunicación o integración en un grupo.

 Control de la realidad. Controlar la realidad supone distinguir lo real de lo imaginario. Todos fantaseamos y nos evadimos de la realidad desagradable, pero sabiendo que esa realidad está ahí y hay que enfrentarse a ella. Por ejemplo, alguien que no disfrute con su trabajo y salga de vacaciones puede fantasear que esas vacaciones son ilimitadas y que nunca ha de volver a trabajar. Pero si esa fantasía excede los límites y la persona llega a olvidar totalmente que las vacaciones son un período temporal, puede llegar a creer realmente que no tiene que volver a su trabajo y, cuando llegue ese momento, experimentará angustia, depresión u otros síntomas de inadaptación, como el llamado síndrome postvacacional. Al confundir la fantasía con la realidad, no ha tenido en cuenta la existencia de una realidad a la que ha de enfrentarse antes o después.

 Adaptación al medio. Todos tenemos que adaptarnos al medio que nos rodea o, bien, tratar de adaptar el medio a nosotros. Un niño que llegue a la guardería tratando de quedarse con el mejor juguete, está haciendo un intento por adaptar el entorno a sus necesidades y deseos. Sin embargo, el entorno terminará por imponerse y el niño aprenderá a respetar lo ajeno e incluso a compartir sus juguetes con los demás niños. Entonces, se habrá adaptado al entorno. Pero, para que este proceso forme parte de la salud mental de un individuo, es necesario que esa adaptación sea proporcionada; si es desproporcionada, es decir, excesiva, entonces se trata de alienación. En la alienación, el sujeto renuncia a su originalidad para someterse a la norma social. El niño regalaría todos sus juguetes a los compañeros sin guardar nada para sí, renunciando a disfrutar por sometimiento a los demás.

Hay otras tres características de salud mental a sumar a todo lo anterior:

 Capacidad para tolerar frustraciones. Todos pasamos antes o después por situaciones que requieren tolerar una frustración. La diferencia entre una persona psíquicamente sana y otra que no lo es tanto es que la primera lo resuelve sin presentar síntomas, mientras que la segunda lo resuelve mediante una crisis nerviosa, una conducta de huida o cualquier otro síntoma.

 Capacidad para cumplir obligaciones. El cumplimiento de una obligación resulta a veces difícil porque supone renunciar al principio del placer. La persona sana lo realiza con mayor o menor esfuerzo o con más o menos protestas. Otras personas no son capaces de cumplir una obligación que requiere un esfuerzo y entran en crisis. Dejan el trabajo, abandonan los estudios, recurren a un comportamiento que no resuelve la situación positivamente, sino de manera inadecuada.

 Capacidad para aplazar gratificaciones. El aplazamiento de gratificaciones es otra situación a la que hemos de enfrentarnos constantemente. Ese aumento de sueldo que se traslada al siguiente período, ese placer que se retrasa, esa fiesta que se pospone, las vacaciones que quedan para más adelante. Se acepta con fastidio, con dolor o con rabia. Pero hay quien hace un drama, quien renuncia, quien convierte el aplazamiento de una gratificación en una crisis de nervios.

La trastienda de la mente

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