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La inteligencia emocional

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La inteligencia emocional es un conjunto de capacidades que permiten optimizar los recursos de la personalidad, controlar las facetas negativas, conocer y manejar las emociones y evitar las reacciones inadecuadas.

La inteligencia emocional se desarrolla con la evolución de la personalidad, a través del autoanálisis, del conocimiento y de la comprensión de las emociones propias y ajenas. Su desarrollo no es algo que pueda lograrse con un cursillo o leyendo un libro. Requiere tiempo, dedicación y constancia y lo ideal sería iniciarlo en la niñez.

Javier de las Heras, profesor de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid, señala las siguientes características propias de la persona que ha alcanzado un buen nivel de desarrollo de su inteligencia emocional:

 Se conoce a sí mismo. Conocerse uno mismo supone saber cómo y por qué reacciona de determinada manera.

 Interpreta los sentimientos y las reacciones de los otros de manera adecuada. No trata de interpretarlos comparándolos con los suyos ni con los que se supone o espera de ellos.

 Sabe darse ánimo y motivarse en situaciones conflictivas. Sabe modificar la respuesta de huida ante esas situaciones. Darse ánimo supone enfrentar la situación, es decir, atacar en vez de huir.

 Comprende y controla sus impulsos y sentimientos. Los controla y los regula, para impedir reacciones inadecuadas.

 No se arredra ante los pequeños fracasos, sino que insiste para lograr sus objetivos. Echarse atrás ante un fracaso es otra respuesta de huida. La tenacidad es la mejor conducta a oponer al fracaso.

 Sabe tolerar frustraciones, acepta la realidad y se adapta a ella.

 Sabe aplazar gratificaciones o renunciar a ellas.

 Desarrolla altos niveles de empatía con la mayoría de las personas. Es la mejor manera de relacionarse bien con la gente, de establecer amistades y de evitar enemistades.

 Sabe expresar sus opiniones y sus sentimientos sin producir tensiones. A veces parece que una opinión o un sentimiento van a generar rechazo y se expresa de una forma agresiva o defensiva. La asertividad permite expresarse con naturalidad, al aceptar el derecho a decir lo que pensamos y a que los demás nos escuchen y nos respeten.

 Todo lo anterior provee de un buen nivel de habilidades sociales.

 Es capaz de ver siempre el lado positivo de las cosas, lo que ahora se llama pensar en positivo. Ver el lado negativo es una conducta de huída que nos lleva a abandonar, aunque sea entre protestas.

 Tiene un grado elevado de confianza en sí mismo. Es una cualidad que procede de la autoafirmación, la asertividad y la autoestima.

 Sabe tomar decisiones sin precipitarse ni detenerse con dudas irresolubles. El proceso de toma de decisiones requiere un análisis detallado de la situación, que examina dónde estamos, cómo y por qué hemos llegado aquí, qué podemos hacer, qué es lo peor que puede pasar, podemos afrontarlo si pasa, etc.

A todo esto podríamos añadir una recomendación. No podemos manejar nuestros sentimientos, pero sí podemos manejar nuestras acciones. Nuestros actos son nuestros, sea lo que sea que sintamos en cada momento.

Caso

Reconozco que mi amiga Mercedes no es superior a mí, pero no puedo evitar sentir un enorme malestar cada vez que me entero de un triunfo suyo. Si la ascienden en su trabajo, me molesta; si me cuenta que va a hacer un viaje maravilloso, me fastidia; si sale con un chico encantador que la mima y la adora, tengo que apretar los puños para no gritar de rabia.

Mercedes no me ha hecho nada malo. Se porta conmigo como cualquier amiga, es simpática y agradable. Pero no soporto sus logros, aunque incluso sé que se deben a su valía, no a la suerte.

Hace poco tiempo, se me presentó una oportunidad de oro. Mercedes me llamó para pedirme un favor especial, algo que solamente yo podía solucionarle por mis conocimientos y contactos. Era mi oportunidad y puede que no encontrase otra en toda mi vida.

No tuve la menor duda. Accedí a hacerle el favor e incluso no me costó el menor esfuerzo porque, al mismo tiempo que lo hacía, sentía dentro de mí una sensación de poderío, de control, de autoestima y de bienestar que me compensó de las molestias que me supuso el dichoso favor.

Sigo sintiendo lo mismo por ella. Me sigue fastidiando que le salgan bien las cosas. Pero estoy infinitamente mucho más a gusto conmigo misma.

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