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Etnicidad y política

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Para comprender de una manera más amplia el proceso que viven los huicholes en el centro educativo Tatutsi Maxakwaxi y las acciones que implementan al interior del mismo, donde se complementan saberes y conocimientos locales, regionales y universales, es necesario ubicarlos dentro de ese fenómeno social complejo y dinámico que es la etnicidad.

El fenómeno de la etnicidad ha sido conceptualizado desde diferentes ángulos. Sin embargo, el punto en el que parecen coincidir los diferentes estudios sobre el tema, es que se relaciona con la adscripción del individuo a un grupo, la que se va definiendo en la otredad, donde se comparan y se distinguen de y son distinguidos por los otros.

Definir la etnicidad no es nada simple, sobre todo por las diferentes dimensiones y relaciones que involucra: cultura, economía, raza, política, su unión con los Estados-nación. Es justo esto lo que propicia las diferencias entre quienes hablan de etnicidad y enfatizan alguna de estas dimensiones.

Fredrik Barth (1969) supera la concepción basada principalmente en los elementos culturales al argumentar que el compartir una cultura común es más bien resultado que característica primaria de los grupos étnicos. Enfatiza la percepción de los grupos étnicos como una forma de organización social. Guillermo Bonfil parece volver a poner a la cultura en el centro de la concepción de etnicidad; lo hace delimitando ciertos elementos culturales que denomina “propios”. Esto lo realiza a través de lo que llama “control cultural”: “el sistema según el cual se ejerce la capacidad social de decisión sobre elementos culturales” (Bonfil, 1987: 171).

La etnicidad va unida a los Estados nación. Santiago Bastos explica que los indios se conformaron como grupos étnicos a partir de la formación de naciones criollas y su inserción plena en la economía capitalista occidental. El fenómeno étnico ha permitido la hegemonía en el momento en el que la diferencia que se establece puede sentar las bases para la dominación y la creación de políticas homogeneizadoras de acuerdo con un proyecto nacional (Bastos, 1996: 168).

En este marco de relación etnicidad-nacionalismo, Brackette Williams explica que “como constructores de naciones, los hacederos de mitos se convierten en hacedores de razas” (Williams, 1989: 430). La interconexión entre la identificación étnica y la construcción nacional es dimensionada por la cuestión racial, la cual es utilizada como una fuente de legitimación para la homogeneidad cultural.

Abner Cohen (1969), en su estudio sobre los hausas en Nigeria, en contextos migratorios y de urbanización, argumenta que la etnicidad es un fenómeno político más que cultural y que los grupos explotan sus tradiciones y mitos para establecer una organización política que intervenga en las cuestiones económicas.

Las diferencias en todos estos planteamientos muestran lo complejo y dinámico de la etnicidad. Considero que J. y J. Comaroff (1992) y John L. Comarroff (1994) son quienes presentan una concepción más amplia de este fenómeno y las relaciones entre sus diferentes dimensiones.

Para estos autores, la etnicidad es un conjunto de relaciones y un modo de conciencia, producto de fuerzas históricas específicas. Se origina en situaciones de desigualdad, donde se intercalan relaciones de poder y constituye una vía política de negociación. Se construye en la cotidianidad y es una clasificación subjetiva conforme a diferencias culturales.

Es importante resaltar a la etnicidad como vía política que se construye a partir de una clasificación de diferencias culturales. Es decir, en el centro se encuentra el aspecto político como vía de negociación, pero se apela a cuestiones culturales para fundamentar relaciones asimétricas y de poder.

En este planteamiento, la cultura es concebida como “un campo cuestionado de signos y prácticas históricamente tramados, socialmente situados y relativamente poderosos” (Comaroff, 1994: 166). Las diferencias culturales son las que sobresalen como expresión de la etnicidad, por lo que se utilizan como fundamento de la desigualdad. En nuestro caso, al hablar de la “cultura huichola” la entenderemos de forma dinámica, como un proceso en constante transformación y resignificación debido a diferentes adaptaciones y apropiaciones de elementos de otras culturas.

La etnicidad puede persistir por factores diferentes de los que la originaron; repercute en el contexto donde nació. En el nuevo contexto de transformaciones y exigencias del movimiento indígena, la etnicidad es una base para el surgimiento de nuevas alternativas políticas para modificar las condiciones de desigualdad. A los indígenas les interesa diferenciarse claramente del otro no indígena, sobre todo por referencias culturales, para así reclamar derechos colectivos y su participación en los asuntos que les conciernen. Estos grupos apelan a su identidad histórico-cultural para buscar posiciones diferentes en la sociedad. De esta manera se plantea una nueva forma de ciudadanía, a la que Guillermo de la Peña (1995, 1998b) llama ciudadanía étnica, que integre a los grupos indígenas como sujeto jurídico y político, dentro de un Estado-nación que reconozca las especificidades y derechos de los grupos que lo componen.

La etnicidad se recrea en la conjunción historia-espacio que se da en la “comunidad”. La comunidad se define por el significado de las relaciones sociales, en el que, en el caso indígena, existe una perspectiva “microholista” (Bastos, inédito) o “corporativista” (De la Peña, 1993). Esta visión da seguridad a los miembros como pertenecientes a una colectividad social, aunque siempre se da en coexistencia con una cultura individualista.

Quedarse en la visión holista es perpetuar la jerarquía, renunciar a la movilidad social y a los beneficios de una sociedad que se quiere organizar en términos de un capitalismo y un sistema político modernos. Al mismo tiempo, querer participar simplemente como individuo implica un salto al vacío (De la Peña, 1993: 10).

En el caso de los huicholes, esta dualidad está presente, por lo que al estudiar una secundaria creada por ellos se deben tomar en cuenta los aspectos de colectividad social, sin olvidar los intereses y percepciones individuales, sobre todo al enfocarse en los alumnos y al significado que ellos le dan a la escolaridad en un nuevo planteamiento educativo.

Al tomar en cuenta no sólo el conjunto de relaciones que se dan al compartir un mundo común, sino también la individualidad de cada ser humano, ya que nadie es igual a otro, hablamos de la pluralidad a la que hace referencia Hanna Arendt (1993, 1997), como condición básica de toda vida política, y que puesta en estos términos tiene el doble carácter de igualdad y distinción.

Esta distinción es revelada por la acción y el discurso. A través de ellos, el hombre no sólo es distinto de los otros, sino que se diferencia de ellos presentándose no como objeto sino como lo que es.

Mediante la acción y el discurso, los hombres muestran quiénes son, revelan activamente su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano, mientras que su identidad física se presenta bajo la forma única del cuerpo y el sonido de la voz, sin necesidad de ninguna actividad propia (Arendt, 1993: 203).

Esta revelación del sujeto cae siempre en la trama ya existente de relaciones humanas, en el espacio público que hace posible ver y oír a hombres y mujeres, de manera que tiene repercusiones impredecibles. De esta manera la acción cambia el mundo, puesto que el sujeto se halla siempre entre otros, pero además cambia al sujeto mismo: al revelarse frente a los otros se le revela su propia identidad. Es así que la acción tiene que ver con la iniciativa, ya que añade algo propio al mundo.

Arendt señala que debido a que las experiencias con la política nos llevan a entenderla en una relación de dominadores-dominados, en el campo de la violencia, de la coacción, esta visión conduce a librarnos de la política y a pensar que en el lugar del poder no hay nadie. Propone considerar la política como la posibilidad de un ámbito en el que quienes participan se revelan a través de la palabra y la acción.

La etnicidad nos lleva a pensar en la pluralidad de una sociedad más amplia como fenómeno dinámico que se origina en condiciones de desigualdad y se recrea en la comunidad. La comunidad tiene una perspectiva holista a la par de una individualista; el tomar en cuenta esto nos permite observar la pluralidad en las mismas comunidades. Es en este nivel donde las acciones y palabras que se crean y que crea el centro educativo revelan un proceso de educación intercultural encaminado a modificar las relaciones étnicas y, por tanto, atravesado por una dimensión política.

Escolaridad y política en interculturalidad

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