Читать книгу Reconecta con tu cuerpo - Anna Sólyom - Страница 10

CONSTRUIR NUESTRA REALIDAD

Оглавление

En 1920, el médico español Gregorio Marañón dirigió una serie de experimentos para estudiar cómo afectan a nuestras emociones los impulsos que recibe nuestro sistema nervioso.

El cuerpo, y también nuestra conciencia, están gobernados por el sistema nervioso, que capta los estímulos que llegan al cuerpo y emite las respuestas tras haber interpretado lo que está sucediendo. Es un sistema bastante complejo que consta de dos partes:

1 El sistema nervioso central, que está formado por el cerebro y la médula espinal. Viene a ser la torre de control de todo lo que ocurre en el cuerpo y en nuestra mente.

2 El sistema nervioso periférico, formado por circuitos más pequeños que corren por todas partes y capta información desde dentro y desde fuera del cuerpo, para transmitirlo a la torre de control.

Volviendo al experimento, inyectaron adrenalina —la hormona del estrés que nos prepara para una situación de peligro o de gran rendimiento— a los participantes.

Marañón quería demostrar que era posible inducir emociones de manera artificial, sin que el neocórtex, del que hablábamos en el primer capítulo, participara en el proceso.

Al inyectarles una dosis pequeña pero suficiente de adrenalina, aparecieron las señales fisiológicas que asociamos a ciertas emociones: el corazón empezó a latir aceleradamente, también aumentó el pulso y la tensión arterial. En la mayoría de casos, estas señales no provocaron la aparición de ninguna emoción en el sujeto, que solo tuvo una mera sensación física. En otros casos, sin embargo, estos cambios corporales desataron una emoción.

El experimento demostró que el cerebro interpreta muy a menudo las sensaciones físicas en clave emocional. Necesita dotar de significado todo lo que le sucede. Por eso, el pasajero del metro en hora punta, si es hipocondríaco, puede creer que va a sufrir un infarto al sentir el corazón acelerado, cuando en realidad solo se trata de una reacción fisiológica ante la falta de espacio.

Si no toleras bien estar apretado como una sardina entre otros cuerpos, tu cuerpo activará la alarma, una respuesta instintiva de lucha-huida, aunque no exista peligro real alguno.

En cuanto tomamos conciencia de que los mensajes que nos llegan de nuestro cuerpo se traducen en emociones, podemos relativizar las sensaciones de nuestro organismo sin entrar en pánico.

El ejercicio semanal que encontrarás al final de este capítulo te ayudará a este respecto. Como decía Viktor Frankl, una cosa es lo que nos pasa, y otra cómo reaccionamos ante lo que nos pasa. Muchas veces no podemos elegir lo primero, pero siempre podemos elegir lo segundo. Si el neurólogo y psicólogo austríaco tenía razón, ¿es realmente posible elegir nuestras emociones? Seguiremos adelante para verlo.

Reconecta con tu cuerpo

Подняться наверх