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PRÓLOGO

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por JENNY MOIX

—Imagínate que dentro de ti vive un sabio, y que este sarpullido que tienes en el brazo es una señal que te envía. Quizá te está diciendo que deberías calmarte —le dije a mi hijo.

—¡Ja! —fue su escueta respuesta.

—En serio, me parece que…

Este fue el inicio de una conversación que mantuve con mi hijo cuando andaba por la mitad del magnífico libro que sostienes en las manos.

Desde hace unos tres años, en época de exámenes o cuando se encuentra estresado por algún otro motivo, aparece en su brazo una irritación.

Como psicóloga de la salud, sé perfectamente que las emociones se reflejan en el cuerpo, pero nunca le había hablado tan en serio a mi hijo del tema. Anna Sólyom, a través de estas páginas, me hizo tomar conciencia de algo que ya sabía, que de hecho todos sabemos pero que nos dedicamos a olvidar: el cuerpo nos habla.

La conversación duró unos diez minutos. Eso es mucho tiempo para mantener su atención en un tema como este. Sin duda, la metáfora del sabio captó su interés y creo que al final le caló.

La psicología me ha llevado a centrarme más en el mundo mental que en el corporal. Atiendo a las ideas de la persona que tengo delante. La autora, como terapeuta corporal, dirige su atención sobre todo a las señales del cuerpo.

Si esto fuera una competición entre las dos, podríamos preguntarnos: ¿quién está en lo cierto?, o, dicho de otra forma, ¿a qué tenemos que hacer más caso: a las ideas de nuestra cabeza o a las señales del cuerpo?

Cuando hayas leído este libro, tendrás muy clara la respuesta: la emoción reflejada en el cuerpo sabe más acerca de cómo estamos que nosotros mismos. Lo que ocurre es que solemos fabricar una explicación de lo que nos pasa y le damos más credibilidad que a las señales del cuerpo.

Y esas ideas, en general, se presentan en formato: «lío». Un nudo mental que nos resulta tremendamente difícil de desliar porque intentamos hacerlo con el mismo instrumento que «la ha liado»: la mente.

Cuando yo misma estoy metida en mi propia maraña mental o escucho la de otra persona, muchas veces pienso que no puede ser tan complicado vivir. La vida ha de ser más sencilla. Y este manual nos habla precisamente de esto. Lo único que debemos hacer es bajar de nuestras cabezas y reconectar con nuestro cuerpo.

Se trata simplemente de comer cuando tenemos hambre, dormir cuando sentimos sueño, estirarnos al notar nuestros músculos entumecidos…

Algo tan sencillo, tan básico, tan instintivo… pero que en muchas ocasiones reprimimos. Y algo reprimido, no es algo que ha desaparecido, sino que sigue ahí afectándonos todo el rato.

Pongamos que estamos en una habitación con un ruido monótono de fondo; lo más probable es que al principio lo escuchemos, pero al poco parece desaparecer. Aunque no lo oímos, nos está consumiendo la energía que el cerebro dedica a procesarlo de forma inconsciente. Una energía que nos resta eficacia. La prueba de que nos afecta de forma inconsciente es que si el ruido termina sentimos un gran alivio.

Pues bien, las necesidades no atendidas de un cuerpo son como ese ruido de fondo. El objetivo de este curso práctico es que logres silenciarlo.

Tomar conciencia del cuerpo nos resulta una ardua tarea, porque los humanos somos una panda de inconscientes. Y quizá por esto, Anna Sólyom tuvo muy claro que debía escribir este libro.

Me gustaría que, antes de seguir leyendo, te acomodaras para no sentir ninguna tensión molesta. Apoya bien la espalda, evita tenerla curvada. ¿Te has movido? Lo más probable es que sí. Aquí tienes la prueba de la inconciencia que nos caracteriza. La buena noticia es que cuando acabes este programa serás mucho más consciente.

Las emociones son el puente entre la mente y el cuerpo. Y por ello, inevitablemente, la autora se adentra en ellas. Nos explica qué son y cómo debemos vivirlas.

Una de las ideas clave que destaca es que cualquier emoción dura muy poco tiempo. Y esto cuesta de creer, porque a veces nos pasamos días enfadados, meses tristes o años resentidos. Y sucede porque subimos a nuestras cabezas y no permanecemos en el cuerpo tal como nos sugiere la autora.

Para entenderlo basta con que nos fijemos en los animales. Si tenemos un gato, un perro o un conejo en casa, habremos sido testigos de sus emociones: sus enfados, sus alegrías, sus tristezas… Pero ellos se limitan a vivir con plenitud su emoción y a dejarla pasar. Los humanos empezamos a sentir culpa por estar tristes cuando creemos que no deberíamos estarlo, rabia por estar enfadados porque pensamos que gestionamos mal las emociones… Es decir, enredamos una emoción sobre otra.

En este programa vas a encontrar ejercicios muy potentes que te servirán para vivir tus emociones con naturalidad. Esto es, sin entrometer tus ideas.

A medida que vayas leyendo y practicando los ejercicios, irás tomando conciencia de que debes atender el cuerpo tal como se merece.

Atenderlo, observarlo y amarlo.

La autora nos invita a mimarnos y, de alguna forma, ella misma al escribir nos envía ese cariño que debemos transmitirle a nuestro cuerpo. Personalmente, lo he sentido mientras iba avanzando en la lectura, quizá porque, al tener el privilegio de conocer a Anna, me la imaginaba con la cálida sonrisa con la que suele acompañar sus palabras.

Palabras amorosas dirigidas al cuerpo como:

Hónralo por ser tu instrumento en esta vida. Perdónale sus imperfecciones y míralo con amor. Cuídalo como si fuera tu niño querido, como si fuera un amigo íntimo que necesita tu ayuda.

En este libro, la puerta de entrada al universo es el cuerpo. Pero la autora no se limita a quedarse en su umbral. Se adentra en los pensamientos, las emociones, las relaciones con los demás e incluso en la conexión, invisible y existente, con nuestros ancestros.

Y sigue más allá, hasta el alma, el espíritu, o como quiera llamársele. Lo intangible está presente desde la primera página hasta la última. Einstein afirmaba que «la ciencia sin religión está coja, y la religión sin ciencia está ciega». Sin duda, la autora comparte esta visión. La prueba es que basa sus afirmaciones, además de en su amplia experiencia como terapeuta corporal, tanto en investigaciones científicas como en la sabiduría de maestros iluminados.

Apearnos de la mente y reconectar con el cuerpo es la fórmula más potente para anclarnos en el ahora. El único lugar donde se encuentra la paz. Y esta es justamente una de las ideas esenciales que te irán calando poco a poco a medida que vayas sumergiéndote en estas páginas.

Así que solo me queda decirte:

Lee,

respira

y reconecta con tu cuerpo.

NOTA: En estos momentos, el sarpullido de mi hijo ha desaparecido por completo.

Reconecta con tu cuerpo

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