Читать книгу Todo sucedió en Roma - Anne Aband - Страница 13
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—El contrato tiene que ser nuestro —susurró Mendella—. Hemos de conseguirlo antes que Baselli.
—Sabes que no cederá —le dijo su joven ayudante, Pietro, mientras se hurgaba las uñas con la navaja.
—Pietro, ¡deja de hacer eso! Pareces el mafioso de una película americana —gritó Franco Mendella al hombre que vestía un traje negro de Valentino y que ponía los pies sobre su mesa de ébano.
Pietro bajó los pies y recogió su navaja. Su tío estaba más nervioso cada día. Necesitaba conseguir el contrato con el gobierno para suministrar las piezas de construcción, pero Baselli había hecho una mejor oferta que su empresa y, a menos que se retirase, le darían la concesión. Suponía una gran diferencia: enriquecerse, o arruinarse. Si su tío Franco se arruinaba, él también lo haría. Y eso no entraba en sus planes.
—Tío, tenemos que buscar el punto flaco de Baselli. Aparentemente está limpio. No tiene amante ni escándalos. Su esposa falleció, incluso la respetó mientras estuvieron divorciados y su hijo también. Sólo le queda su hermana y su hija. Que yo sepa, su hermana no tiene nada de particular. Ahora, su hija, es otra cosa.
—¿Dónde está ahora?
—Ya salió de la clínica. Según mis informes está viviendo en una zona bohemia, por su cuenta, pero seguro que anda metía en algún lío. Podemos intentar ver cómo sacar provecho de su pasado de drogas y alcohol y ponerla en una situación comprometida, para que su padre se sienta avergonzado.
—Hazlo. Busca lo que sea y encuentra algo para que papá Baselli tenga que tomar una decisión, por supuesto, favorable a nosotros.
Pietro se relamió mientras salía del despacho de su tío. Hacía tiempo que quería echarle el guante a la altiva Renata Baselli. Cuando acabase con ella, ya no volvería a recuperarse.