Читать книгу Todo sucedió en Roma - Anne Aband - Страница 16
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Alicia tomó su segundo café en menos de una hora. Aún le picaban los ojos de tanto llorar. Su primo le había sustituido en el trato con los animales, estaba mirando los papeles sin leer absolutamente nada. Jorge le había enviado varios mensajes y llamado unas seis veces, hasta que dejó de enviarlos… y de llamarle. Ahí estaba ella, encerrada en su despacho, sin atender llamadas. Sin hablar ni una palabra. Con el corazón totalmente hecho pedazos.
—¿Por qué he sido tan estúpida? ¿Cómo he podido creer en algún momento que la relación podría llegar a más? —Alicia apretó su rostro con las manos.
Alberto le trajo un pequeño bocadillo que ni tocó.
—Es mejor que te vayas a casa prima, siento mucho lo de ese cabrón y cuando vuelva a España, si me lo cruzo por la calle, le partiré la cara. Eso te lo promete tu primo. —Alberto se llevó la punta de sus dedos a su boca y besó en un gesto que había visto en una película.
Alicia no pudo evitar sonreír un poco al ver la fiereza protectora de su primo.
—Está bien. Me iré a casa. Recuerda que esta noche tienes una cita a las ocho en mi apartamento.
—Pero ¿estás con ganas? Después de…
—No importa. Es algo que tengo que superar antes o después. Y estar rodeada de mis amigos creo que es lo mejor en este momento.
Dos fuertes timbrazos interrumpieron la conversación.
Un golpe en la puerta les hizo adivinar quien era.
—¡Renata! ¿Qué haces por aquí? —Alberto abrió la puerta de la consulta a la sonriente italiana.
—Tenía que comprar un par de cosas y como mi compañera no ha venido a comer, me acerqué a buscarla. ¿Le pasa algo? —acabó susurrando.
—Si, pero mejor ella te lo cuenta, si quiere…
Renata asintió. Fue hacia el despacho de Alicia, que ya salía. Los ojos no ocultaban su disgusto.
—Cara mia, ¿qué te pasa?.
—Vamos andando a casa, te lo contaré.
Se despidieron de Alberto que acudiría más tarde a la fiesta con su esposa.