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1.1 La constelación de los seres

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La lista anterior responde de algún modo a la pregunta inicial sobre las «clases de seres», que Platón ha enumerado a lo largo de su discurso. En primer lugar, hay una presentación simbólica de la posibilidad de elevación para el ser humano, que lo conduce a través de niveles de racionalidad:

1 Desde los más livianos, inconsistentes e ilusorios como las sombras, el fuego y el agua.

2 Hasta los más sólidos y duraderos como la roca, el muro, el camino, las montañas y el mismo sol.

3 Para transformar su propia visión en consideraciones más sutiles, de relaciones: el encadenamiento, la esclavitud, la libertad, el espacio exterior, la luz que domina el universo, la capacidad correlativa de visión que ennoblece el hombre. El proceso de crecimiento desde la confusa oscuridad de la ignorancia hasta la elevada madurez para escudriñar las mismas fuentes de la verdad.

Entonces, el modelo alegórico se traslada a la condición humana de los ciudadanos y el Gobierno de la república. Los hombres elegidos, que se han liberado de la ignorancia, regresan hacia sus conciudadanos y sienten el deber moral de comunicar a estos las luces de la verdad adquirida.

Realmente no es factible transmitir pacíficamente los nuevos conocimientos, porque estos provocan a menudo un rechazo violento que llega hasta al asesinato. Entonces, es necesario educar a la gran masa por medio de hombres escogidos, dotados de cualidades excepcionales, para que sean capaces de convencer, iluminar y guiar a los demás. Platón analiza entonces otra serie con el fin de transformar la sociedad por medio de la sabiduría.

También las relaciones entre la comunidad no iluminada, y los conocimientos y virtudes que deben ser adquiridos, son relaciones que participan de lo humano y de lo divino, y transforman al hombre en un ser de orden superior en el que todos los elementos del mundo se armonizan. De aquí se avanza por el camino de la ciencia y se hacen preguntas sobre el valor de estos conocimientos, los cuales deben ser adquiridos por los hombres destinados a guiar y regir la conducta de los ciudadanos. Estas ciencias son: la matemática, astronomía, geometría, música, dialéctica y, junto con estas, las virtudes morales.

Platón no se limita a indicar las clases de ciencias que pueden perfeccionar al hombre o que cumplen con una función directriz. No se refiere a que el nivel empírico o pragmático de estas ciencias pueda comunicar al hombre la condición de sabio. Entonces, se pregunta: ¿Por qué la matemática? Esta es sin duda un instrumento útil para el cálculo y la especulación sobre el número, pero este aspecto es todavía insuficiente: la ciencia del número debe ser una ciencia válida por sí misma como conocimiento y no por sus aplicaciones; así, de este modo, el uno encierra todos los números. La percepción visual de la unidad y multiplicidad mueve el alma a la contemplación del verdadero ser. La enseñanza de la matemática debe conducir al conocimiento de la naturaleza en cuanto tal.

La ciencia de la geometría también podría interpretarse de una forma material en cuanto es útil para medir, y en la guerra para organizar al Ejército y la batalla; o ni siquiera, en tanto nos permite conocer formas abstractas como el triángulo y el cuadrado, entre otras. Sin embargo, no es este el nivel de ciencia digna de un sabio. Esta nos lleva a considerar el espacio en cuanto tal y es puesta en confrontación con el lenguaje que la analiza. Las formas se estudian como puro conocimiento: el triángulo en sí, el cuadrado en sí, o los principios y los axiomas de los que estas figuras dependen.

Otra ciencia importante es la astronomía: esta nos lleva a la contemplación de los seres del cielo, nos hace ver el valor de los sólidos, la organización del tiempo y hasta la consideración del orden. Pero este nivel de ciencia es todavía pragmático. Lo que interesa al sabio es hacerse las grandes preguntas sobre lo que «es siempre» y no deviene, y lo que «siempre deviene» y se va... lo que nunca es. La cadena de las causas nos plantea la pregunta especulativa de las causas, en cuanto tales, y de los principios del orden, en cuanto principios. ¿Qué son los cuerpos en sí mismos?, ¿y el movimiento de los sólidos como tal? Se llega, por lo tanto, a la búsqueda de las razones, más que de las cosas: ¿Qué clase de verdad hay en las cosas?, ¿dónde residiría la verdad absoluta?

La armonía de las esferas celestes hace necesaria también la música. Todos saben que la música depende de la medida para producir sonidos agradables. Hay diversos instrumentos, y quienes tocan las liras y los plectros, las cítaras y las flautas conocen estas medidas y las variaciones, y saben distinguir los tonos de los sonidos. La música es tal en cuanto las medidas producen cierta armonía. Este conocimiento es todavía de nivel inferior y pragmático, y solo sirve para efectos de descanso. La música es necesaria al sabio si este se eleva a la consideración de las armonías y de la proporción en cuanto tal. Así como en la astronomía hay un orden visto por los ojos, en la música hay una armonía percibida por el oído, pero no es la armonía de los medios técnicos la que vale, sino que hay que interrogar a hombres que saben «generalizar», ya que ellos son quienes definen con precisión los conceptos y los desarrollan dialécticamente.

Entonces, la dialéctica es otra ciencia necesaria al hombre sabio, y no una dialéctica elemental como la que utilizan los jóvenes que aprenden esta ciencia y la emplean como un juego, en rechazo a la verdadera filosofía. En la dialéctica, hay un proceso de aclaración, semejante al que se encontró en la alegoría de la caverna. El camino de la dialéctica se aparta de lo sensible para encontrar el acceso a las esencias y puede elevarse de grado en grado sin detenerse, hasta que logra dirigir la mirada hacia el bien en sí mismo. Lo que se descubre en esta elevación son bienes capaces de mejorar el alma y llevarla a la contemplación de las realidades supremas.

Con esto se alcanza la melodía en sí, el bien en sí. Solamente la dialéctica racional puede elevarse hasta tales seres y realidades, y ver el ser que es. Naturalmente en este largo proceso de la educación del alma se señalan diferentes etapas metodológicas que corresponden a niveles de conocimiento del ser:

1 La primera etapa es la simple conjetura.

2 La creencia es un paso más elevado en la adquisición del ser.

3 La tercera es el entendimiento que nos acerca a las esencias.

4 Lo más elevado, la ciencia, corona la actividad racional.

Si alguien avanza por este camino sin llegar a las ciencias, no alcanza plenamente la razón, que es la realidad humana. Su vida, entonces, se adormece y vivirá como en un sueño sin despertar a la realidad del ser. Al contrario, quienes alcanzan la visión del ser y la plenitud de la razón y educan así a la siguiente generación, podrán irse felices a las islas afortunadas y serán venerados como divinidades.

El Acontecer. Metafísica

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