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4.2 Segunda parte. El campo de la metafísica abarca la fenomenología y el conocimiento

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1 La filosofía idealista ha reducido el concepto de «objeto» a algo que está relacionado con un sujeto. El objectum (arrojado enfrente) o Gegenstand solo puede serlo como algo que se da frente a «alguien», es decir, solo se trata de una correlación y no de un ser. Con la fenomenología se hace necesario el análisis de los fenómenos como realidades. No se trata de analizar el pensar, sino el ser del objeto para la conciencia: «aquello a lo que se dirige efectivamente el conocimiento» (idem). Aquello que se trata de aprehender y de entender progresivamente, cada vez más a fondo, es un ser, es supraobjetivo. Cualquier ente antes de convertirse en conocimiento, y por tanto en «objeto», posee su propio ser. Un conocimiento que no sea capaz de aprehender algo ante sí, no podría llamarse conocimiento. La relación entre sujeto y objeto –o su ser de objeto– no se agota en esta correlación. Es un error de las teorías de la conciencia haber confundido el objeto con el ente. Si el conocimiento es la conversión de un ente en objeto, vuelve a replantearse en su claridad el problema ontológico. Este cambio desplaza nuevamente el centro del conocimiento a la vida misma. La vida encierra todo lo conocido y lo conocible.

2 El ser objeto de la metafísica interesa fundamentalmente al problema del ethos y de la libertad humana. Tan pronto como se trata de la vida, esta concierne a la esencia de la persona humana. Se entra en el dominio de los problemas del ser espiritual. El estudio de las leyes de la vida arroja la diferencia entre los seres inferiores y el ser personal del hombre. Se demuestra la diferencia entre necesidad y libertad en las operaciones de la conducta humana. El hombre es capaz de fijarse a sí mismo sus propias metas y tareas, valores y objetivos peculiares de cada persona. La naturaleza le deja un espacio libre para establecer las direcciones a su actividad. El ser de este ente libre es lo que se llama la persona humana; esto implica que haya una libertad para el bien y para el mal, es decir, para realizar valores morales. Consecuentemente se descubren las leyes del ser y las del deber ser, que precisamente caracterizan a los seres libres.

3 Lo anterior conduce necesariamente a cuestionar la esencia de las cosas en relación con el bien y el mal. El bien, en cuanto tal, cobra la importancia de un valor que el hombre debe realizar. Buscar la comprensión del problema de los valores incide directamente en la investigación metafísica; por lo tanto, será necesario deslindar del campo axiológico de los valores, el campo del ser como tal. Hartmann critica la forma como Kant resuelve el problema del valor, reduciéndolo al campo de la pura racionalidad, con lo cual anula prácticamente la libertad. Hartmann considera este problema una aporía que no ha sido resuelta al estado actual de las investigaciones. No se trata de un problema meramente ético y tampoco se reduce a la sola racionalidad. Hay un problema en sí que pertenece al valor, pero también hay una libertad que actúa frente al valor. Este en sí puede ser tanto de carácter real como ideal. El ser ideal de los valores debe tener un carácter especial que no se identifica ni con el sujeto ni con las demás cosas. La solución de estos problemas es importante para evitar el relativismo ético en general, una ética meramente historicista, y las tendencias contrarias entre sí, una que tiende a reducir el ser de los valores a realidades históricas relativas, y su opuesto, que defiende la inalterabilidad de una escala de valores que tendría un carácter universal. La solución deberá surgir de un planteamiento metafísico y ético a la vez.

4 La dimensión estética de los seres es otra dimensión a la que la metafísica debe extender sus investigaciones del ser. Su carácter se distingue tanto del problema del conocimiento y de la racionalidad, como del de la ética y de la libertad, aunque pueda participar a veces de ambos campos. El reino de lo estético no es un mundo aparte de lo real y de lo natural. Este se relaciona necesariamente con el sujeto y con las condiciones psicológicas e intelectuales del medio cultural. Su objeto existe de una manera fundamentalmente distinta del mundo teorético. El fenómeno estético debe ser considerado en su propio mundo, que participa del ser real y del ser ideal. La obra de arte es una realidad tangible, mientras su significado pertenece a otro nivel de realidades. Su objeto puede ser la simple materia o el lenguaje o el color o el sonido; en todo caso, se manifiesta un significado ideal que no pertenece a la especulación racional teorética. Hay una realidad en la creatividad del artista y otra realidad en la contemplación del espectador, y ambas se desarrollan en un mundo específico: el arte.

5 El ser manifiesta un carácter particular en la historicidad. Todo ser espiritual fluye y posee su particular historicidad. El que se desarrolla en la historia es el espíritu objetivo, entendido como realidad humana global que perpetúa su acción en el tiempo y en la colectividad. El ser individual participa de la historicidad y del tiempo sin ser propiamente el autor de la historia. Este crea formas espirituales que caracterizan los pueblos y las épocas. Los pueblos se mueven en la dirección de una meta que cabe señalar; por tanto, el proceso de la historia se convierte en un proceso que llena un sentido. La búsqueda de sentido es el carácter histórico, tanto del individuo como de la sociedad, pero la determinación del proceso de la historia depende de muchas condiciones que se establecen en el ser mismo del hombre y del mundo, lo cual no puede prescindir de una investigación metafísica. Dos extremos opuestos son representados en las teorías de Hegel (loc. cit.) y de Marx (loc. cit.). El proceso histórico en su compleja realidad abarca ambos extremos del pensamiento y de la materia: ambos elementos intervienen en la determinación de las razones y de las metas.

El Acontecer. Metafísica

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