Читать книгу Stranger Things. Robin, la rebelde - A.R. Capetta - Страница 21
ОглавлениеCapítulo diez
16 DE SEPTIEMBRE DE 1983
Pasé el resto de la semana buscando en mis clases a alguien que pudiera encajar en la descripción. Pero cuanto más miro, más parece que todo el mundo está encerrado en su vida preparatoriana. Todo es tan banal que me quedé dormida en clase de Historia, a mitad de la caída del Imperio Romano.
La señora Click chasquea los dedos justo delante de mi cara.
—Buenos consejos para Francia —digo con un bostezo.
—Te quedarás castigada al final de las clases —dice la señora Click.
Vaya. Castigada. Nunca me habían enviado a detención. A menudo, el simple hecho de ser conocida como nerd es suficiente para defenderte de una acción disciplinaria grave por parte de la mayoría de los profesores. Pero no de la señora Click. Ella habla en serio, al parecer. (Al menos, cuando se trata de quedarse dormida en clase. La semana pasada, cuando un grupo de chicos comenzaron a reír como burros sobre lo gay que eran los griegos, ella fingió no escucharlos.)
Lanzo un vistazo a Tam. ¿Vio que me metí en problemas, o está en verdad interesada en sus notas sobre las invasiones góticas? ¿Alguna vez la han castigado a ella?
Hemos estado juntas en la escuela desde que éramos niñas, pero no sé mucho sobre Tam. Sé que no es una marginada, una nerd, una ermitaña o una adicta. Puede que no sea inmensamente popular, pero existe en el mismo ámbito que los chicos populares. Eso es bastante fácil de explicar: Tam es bonita. Aunque no es que tenga una belleza muy estándar. Su nariz es un poco afilada y sus ojos son de un castaño suave y dulce. No tiene el tipo de curvas que parecen ablandar los cerebros de los chicos; es pequeña y esbelta, con líneas suaves por todas partes. Posee el tipo de belleza que debes meditar, que no puedes asimilar de súbito, así que tienes que volver para considerarla desde un nuevo ángulo. Eso significa que posee el tipo de belleza que no puedes dejar de notar una vez que lo percibes.
Tal vez Tam sea medianamente popular, pero puedo decir con confianza que no es una idiota. De hecho, hay algo suave, dulce y bobo en su personalidad que no suele ser bien entendido en el duro léxico de la popularidad. En cuarto grado solía pasar todos los recesos de los días de lluvia “rescatando lombrices de tierra” del concreto y arrojándolas de regreso a la tierra. Ella reprende con gentileza a sus amigos cuando vislumbra sus malas intenciones y les ofrece mejores cosas de qué hablar. Incluso la vi darle un discurso motivacional a Sheena Rollins después de que la habían molestado por haberse tomado demasiado tiempo para elegir un postre en la fila del almuerzo. Tam dio a Sheena su pequeño cuenco de arroz con leche… y al idiota que la estaba fastidiando le propinó un fuerte puñetazo en el hombro. Al verla pensé que era increíblemente genial.
Debajo de ese corto cabello rojo, hay un buen corazón.
Pero ¿habrá indicio alguno de rebelión?
Canta antes de que comience la clase casi todos los días, y tal vez eso no corresponda a la clásica rebeldía en toda forma, pero se siente como algo que la mayoría de la gente no se atrevería a hacer por mera cobardía. (Y tal vez no ser rebelde clásica, pero encontrar tu propio camino para ir en contra de todo lo conocido es, de hecho, extra rebelde.)
Aun así, sin embargo, debo descartarla como mi compañera de escape para la Operación Croissant. Para pedirle que fuera a Europa conmigo algún día, tendría que pasar mucho tiempo de calidad con ella, y para eso tendría que empezar por hablarle. Y parece que no puedo hacerlo. Me siento tímida con ella de una manera que… bueno, no es muy propia de mí. Tal vez se deba a que no estoy en un buen sitio para comenzar: cuando técnicamente conoces a alguien desde hace diez años pero apenas han cruzado palabra, es difícil emprender algo. O tal vez sea porque sus amigas siempre están cerca de ella, y aunque puedo imaginarme hablando con Tam, parece que no puedo ir más allá de las miradas de ellas, como si yo fuera una trepadora social.
O tal vez sea sólo culpa de Steve Harrington.
Al menos cinco veces desde que comenzó el año escolar, Tam y yo hemos estado a punto de hablar. Una o dos veces incluso pasamos de la parte en la que intercambiamos típicas frases de cortesía.
Tam: ¿Tienes un lápiz extra?
Yo: Sí.
O…
Yo: ¿Tienes las notas sobre el Imperio Otomano? Dejé las mías en casa.
Tam: Claro.
Pero entonces Steve entra en el salón y todo termina. Los ojos de Tam se deslizan hacia él y ahí se fijan. (A menos que la señora Click esté llamando la atención con sus anécdotas históricas, que son más sosas que el pavo de Acción de Gracias de mi madre. Fue vegetariana durante diez años y todavía no ha descubierto cómo volver a cocinar la carne real. Todo el tiempo me la paso diciéndole: si sabe a cartón, es señal de que tomaste el camino equivocado en alguna parte del proceso.)
Y luego, como Tam está mirando a Steve, de repente, yo me quedo mirando a Steve. Que no es lo que harían mis ojos bajo ninguna circunstancia natural… pero nada sobre tener quince años y medio es natural.
Debe estar tan acostumbrado a que la gente lo mire que ni siquiera lo percibe. Es el tipo de chico popular que tiene su propia gravedad y atrae a todos, inexorablemente. (Kate lo llama efecto agujero negro.)
Ni siquiera ahora parece sentir el rayo mortal de mis ojos. Así que sigo mirando, aunque debo lucir espeluznantemente obsesionada, porque necesito resolver esto. Necesito entender por qué Tam no puede dejar de mirarlo. Es como un acertijo escondido dentro de un deportista y enterrado bajo un océano de ondas perfectas.
¿Qué es lo que tiene él que las chicas tanto anhelan?
No puede ser sólo el cabello. Me niego a creer que una parte de la fisonomía de alguien pueda ser todopoderosa. Ejerce una fuerza sobrenatural sobre lo que a veces se siente como la mitad de las chicas en la escuela. Soy inmune, pero muchas no lo son.
Bien, ahora no sólo estoy mirando a Steve Harrington, estoy dirigiendo mi mirada de odio a su cabello.
Es un punto bajo para mí, lo sé, pero aquí estamos.
Miro durante el tiempo suficiente para no poder evitar sentir que el cabello le está enviando mensajes subliminales a Tam.
Cabello de Steve: Soy todo lo que siempre has querido.
Tam: (se sonroja)
Cabello de Steve: Soy brillante. Desafío las reglas. La gravedad dice que no, y yo digo no me importa. Soy el cabello que la mayoría de los chicos —y, seamos realistas, también algunas chicas— desearían tener. Lo que significa que a quien pertenezca debe ser importante. ¿Y a quién se ve conmigo? ¿Sale en público junto a esto ? Ya entiendes la idea. Probablemente también deberías pensar en lo sedoso y vital que soy, para pasar tus manos a través de mí durante sesiones de besos. Oh, Dios, ¿está haciendo él una mueca? ¿Se supone que está coqueteando? Por favor, que alguien le diga que deje de hacer eso. Y ya que estás en ello, ¿puedes recordarle que soy yo quien se ha encargado del trabajo pesado durante años?
Tam: (risitas)
Cabello de Steve: Me alegro mucho de que estemos de acuerdo en estas cosas.
Tam escribe una nota, la dobla y se la pasa a una de sus amigas. Su amiga despliega el complicado origami y mira a Tam, escandalizada y fascinada.
¿Qué dice?
¿Qué está pensando ella de él?
¿Por qué él merece siquiera que piensen?
Éste es un misterio que quizá nunca resolveré. Aunque Tam es sin duda alguna especial, tendré que seguir buscando un compañero de viaje. Porque cada vez que la miro, parece que me quedo atascada en esta espiral imposible.
Y no consigo encontrar la salida.