Читать книгу Hipotermia - Arnaldur Indridason - Страница 5

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María casi ni se daba cuenta de lo que sucedía durante el funeral. Estaba sentada en la primera fila y tenía cogida la mano de Baldvin sin llegar a comprender por completo ni la situación ni lo que sucedía a su alrededor. El sermón del pastor y la gente que había acudido al entierro y el canto del pequeño coro... Todo se confundía en su dolor. El pastor, una mujer, había ido a su casa y había anotado una serie de detalles para redactar su sermón. Habló sobre todo de la carrera erudita de Leonóra, la madre de María, de la valentía que había demostrado ante su trágico destino, de la multitud de amigos que había sabido atesorar a lo largo de la vida, y de ella, su única hija, quien en cierto modo había seguido los pasos de su madre. La pastor mencionó cuán avanzada había sido Leonóra en su campo y cuánto había cultivado el cariño de sus amigos, como podía comprobarse en la nutrida asistencia ese triste día de otoño. La mayoría de los congregados en la iglesia procedían de la universidad. En ocasiones, Leonóra había comentado a María lo gratificante que era pertenecer a la comunidad docente. En sus palabras se ocultaba una arrogancia a la que María prefería hacer caso omiso.

Recordaba los colores otoñales del cementerio y los charcos congelados en los senderos de guijarros que llevaban hasta la fosa, el sonido del fino hielo al romperse bajo los pies de los portadores del féretro. Recordaba la brisa fresca y la señal de la cruz que hizo sobre el ataúd de su madre. En incontables ocasiones se había imaginado a sí misma en aquel trance desde el momento en que dejó de existir la menor duda de que su madre moriría a causa de la enfermedad; había llegado el instante temido. Clavó la mirada en el ataúd del fondo de la fosa y pronunció en su fuero interno una breve oración antes de hacer la cruz con el brazo extendido. Luego se quedó inmóvil en el borde de la fosa hasta que Baldvin se la llevó de allí.

Recordaba que las personas que habían asistido al funeral se acercaban a ella y le formulaban su pésame. Algunos le ofrecían su apoyo. Cualquier cosa que pudieran hacer por ella.

Su mente no voló hacia el lago hasta que todo estuvo otra vez en silencio y se quedó sola, sentada consigo misma, hasta bien entrada la noche. Hasta ese momento no había caído en ello, pero ahora que todo había terminado y rememoraba aquel día angustioso se dio cuenta de que la familia de su padre no había asistido al entierro.

Hipotermia

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