Читать книгу Los cañones de Agosto - Barbara W. Tuchman - Страница 7
ОглавлениеNOTA DE LA AUTORA
Deseo expresar, en primer lugar, mi deuda de gratitud al señor Cecil Scott, de The Macmillan Company, de Nueva York, cuyos consejos, estímulos y conocimiento del tema han sido un elemento esencial y un firme apoyo desde el principio al fin. He tenido, asimismo, la suerte de poder contar con la colaboración crítica del señor Denning Miller, que me ha aclarado muchos problemas de léxico e interpretación y ha conseguido un libro mejor de lo que hubiese sido en caso contrario. Por su ayuda le estoy eternamente agradecida.
Quiero expresar igualmente mi reconocimiento a las fuentes tan valiosas de la New York Public Library, y, al mismo tiempo, el deseo de que, de algún modo, algún día se encuentre en mi ciudad natal un medio para que los recursos que los eruditos puedan hallar en nuestra Biblioteca puedan compararse con los de aquélla. Mi agradecimiento también va dirigido a la New York Society Library por la continua hospitalidad de sus miembros y por facilitarme un lugar donde escribir a la señora Agnes F. Peterson, de la Hoover Library de Stanford, por haberme prestado el Procés-Verbaux, de Briey, y haberse esforzado en todo momento en hallar la respuesta a muchas preguntas; a la señorita R. E. B. Coombe, del Imperial War Museum de Londres, por muchas de las ilustraciones; a los miembros de la Bibliothèque de Documentation Internationale Contemporaine de París, por su material original, y al señor Henry Sachs, de la American Ordenance Association, por sus consejos técnicos y por ayudarme con mi deficiente alemán.
Quiero explicarle al lector que la omisión de Austria-Hungría, Serbia y los frentes ruso-austríaco y serbo-austríaco no ha sido enteramente arbitraria. El inagotable problema de los Balcanes se separa, de un modo natural, del resto de la guerra, y, en mi opinión, la obra adquiere de este modo mayor unidad, y se evita, al mismo tiempo, una ampliación excesiva de su objeto.
Después de haberme sumergido durante mucho tiempo en los recuerdos militares, había confiado en poder renunciar a citar con cifras romanas las unidades militares, que hacen que una página resulte tan fría, pero la costumbre ha resultado más fuerte que las buenas intenciones. No he podido hacer nada con las cifras romanas que, al parecer, están intrínsecamente ligadas a los cuerpos de Ejército, pero sí puedo ofrecer al lector una valiosa regla de orientación: los ríos fluyen hacia abajo, y los ejércitos, incluso cuando dan media vuelta y se repliegan, se considera que marchan hacia el lugar del que partieron, es decir, su izquierda y su derecha siguen siendo las mismas que en el momento en que avanzaban.
En las notas que hay al final del libro, ofrecemos las fuentes de todas las citas. He tratado de evitar atribuciones espontáneas y también el estilo «debió de» de los relatos históricos: «Al contemplar cómo la costa de Francia desaparecía a la luz del sol que se ponía, Napoleón debió de pensar en las largas...». Todos los datos de tiempo, pensamientos o sentimientos y estados de la opinión pública o privada reseñados en las siguientes páginas se basan en documentos originales. Cuando se ha considerado necesario, la prueba aparece en las notas.