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ESCENA V
ОглавлениеMatías, Eulogio, Juan, Paco, la Señá Ignacia e Isidra. Estas últimas de la tienda de sillas.
Isidra (Sale corriendo.)—Pero, padre, ¿qué es esto?... ¿Qué le pasa a mi padre?
Ignacia (Saliendo.)—Matías, pero ¿qué ha sido?
Matías.—Nada, señor; no sus apuréis. ¡Total, dos bofetás! Que me... digo, que le... (A Juan.) ¡Dame el sombrero! (Juan lo coge del suelo y se lo da. Matías lo limpia con la manga, se lo pone y se arregla la corbata.)
Ignacia.—Nosotras oíamos voces, pero como siempre están con broncas en la taberna, no hacíamos caso... ¿Y qué ha pasao?
Isidra.—¿Con quién ha sido? (Con ansiedad.)
Ignacia (Al ver que Matías no habla y mueve la cabeza como dudando si decirlo.)—No nos tengas así, hombre. Habla. ¿Con quién ha sido?
Matías.—¿Con quién quiés que sea? ¡Con... ese!
Paco.—¡Con Epifanio!
Isidra.—¿Con Epifanio?
Ignacia.—¿Con ese ladrón?... ¿Y no le has matao?... (Con furia.)
Matías.—No me han dejao éstos.
Juan.—¡Toma, ni él!
Eulogio.—Pero, vamos a ver; la cuestión ¿por qué ha sido?
Matías.—Pus verá usté por qué, señó Ulogio. Ya sabe usté que Epifanio y ésta (Por Isidra.) tenían relaciones cordiales dende hace año y medio.
Ignacia.—¡Así nos hubiéramos muerto tóos el día que puso los pies en mi casa!
Isidra (Llorando.)—¡Ojalá!
Matías.—Bueno; pues hace quince días, cuando ésta había ya empezao a hacerse el trunsó, averigüemos que Epifanio vivía maritalmente con Esperanza, la fiadora, y que la Esperanza lo mantiene... ¿Qué iba a hacer la chica? ¡Lo que hacen las mujeres honrás! Ella se destrozó el alma, y a él lo mandó... bastante lejos.
Eulogio.—Ya me figuro dónde.
Matías.—Bien; pues dende ese disgusto mi casa es un panteón de familia. Pero hoy es San Isidro, el santo de ésta, y esta mañana les he dicho pa animarlas: “¡Vaya, arreglar la merienda, que esta tarde vamos a ir a la Pradera!” Salgo a invitar a estos amigos, me los encuentro en la taberna, nos sentamos, y me veo en la mesa del rincón a Epifanio con el Rosca. Yo, como es natural, no le hice caso, y me dirijo a éstos, les hago la invitación, lo oye él y viene y me dice: “Señor Matías, cuente usté con un anfitrión más pa ir con ustés donde sea.” Epifanio, retírate, porque tú pa nosotros has caído en el panteón del olvido involuntario... ¡Me parece que la frase era elegante! Pues bueno; me se queda mirando de hito en hito y me da un papirotazo en la nariz que me hizo de estornudar, y además me agarra de la solapa y me dice: “Si va la Isidra esta tarde a la Pradera, al primero que baile con ella dígale usté que le hago un chirlo.” Me cegué, le dí así en la cara, nos liamos a golpes, salimos a la calle, y aquí fuera ya ha visto usté lo que ha sucedido... ¡Que me se ha achicao!
Eulogio.—No, si ya lo he visto. Bueno; ¿y qué van ustés a hacer?
Ignacia.—¿Qué quiere usté que hagamos? ¡Ir esta tarde a la Pradera! (Con resolución.)
Isidra.—Sí, señor; y bailar yo con quien se me antoje. ¡Pus no faltaba más!
Matías.—Poco a poco, poco a poco. Esta tarde no salimos de casa.
Paco.—Es lo cuerdo.
Ignacia.—¿Que no salimos?... ¿Pero le tiés miedo?...
Matías.—Mujer, es que...
Ignacia.—¡Cobarde! ¡Gallina! ¡Ma... Matías, no me hagas desbarrar! ¿Pero es que tú gozas en que ese zángano martirice a tu hija? ¡No! ¡Esto se ha acabao, hija mía, que todavía tié tu madre uñas pa sacarle los ojos al que quiera verte sufrir! ¡Iremos a la Pradera aunque sea solas!
Isidra.—¡Sí, señora, sí!
Ignacia.—Y bailará con quien le dé la gana; y tú, si tiés miedo, te quedas en casa; te quitas el bigote, te pones unas enaguas, y para cuando volvamos a ver si me lo tiés tóo fregadito. ¡Vamos, hija! (Vase a la casa.)
Eulogio (Yendo detrás de ella.) ¡Olé! usté es una persona mayor.
Matías.—Pero, ¿estáis viendo?... ¡Miá que es pusilánime el seso débil!...
Paco.—¡Va en carázteres!
Juan.—Déjalas que vayan solas si quieren, señor; nosotros podemos quedarnos jugando tranquilamente al mus.
Matías.—¡Quita, hombre!
Eulogio.—Pues más valía que se metieran ustés de doncellas... (Se sienta a trabajar.)
Matías.—¡Natural, señor!... ¡Hay que ir y que sea lo que Dios quiera!... Conque hasta luego. Que no tardéis. (Vanse Paco y Juan por el foro, y el señor Matías a su casa.)