Читать книгу Sainetes - Carlos Arniches y Barrera - Страница 9
ESCENA IV
ОглавлениеEulogio, el Señor Matías, Juan el Migas, Paco el Curial, Epifanio y el Rosca. Se oye en la taberna un gran estrépito de banquetazos, palos, voces y gritos de pelea.
Eulogio (Levantándose asustado.)—¡Anda, diez!... ¡Ya se ha armao aquí dentro! ¡Bronca en el ocho!
Música
Matías (Dentro.)
¡Toma, granuja!
¡Toma, ladrón!
Epifanio (Ídem.)
¡Déjame, Rosca!
Rosca (Ídem.)
No quiero yo.
(Salen a la calle el señor Matías; y sujetándole Paco “el Curial” y Juan “el Migas”.)
Matías
Sal aquí, cobarde,
sal aquí y verás
como te acogoto
y no chillas más.
Eulogio (Sentado en su silla.)
Se armó la bronca,
¡vaya por Dios!
Pero no hay miedo
con estos dos.
Epifanio (Saliendo, y con mucha calma.)
Ya estoy en la calle,
¿qué quiere usté?
Matías
Darte un par de tortas.
Epifanio
Gracias.
Matías
¡No hay de qué!
Epifanio
Es usté un anciano,
respeto sus canas,
y aunque me provoque
yo no tengo ganas,
porque ya usté sabe
que si le hago así, (Ademán de pegar.)
da usté con sus huesos
en Valladolid.
Matías
Dejaime en seguida,
le como el redaño.
Eulogio (Que se ha levantado de su asiento, aparte al señor Matías.)
No coma usté cerdo,
que le va a hacer daño.
Epifanio
¡Basta de bromas,
soltarle ya!
Rosca
Déjale, chico.
Epifanio
¡Maldita siá!
Matías
A mí los hombres guapos
de tu fachenda
me sirven de entremeses
pa la merienda,
porque en cuanto yo quiero
largar sopapos,
se acaban en seguida
los hombres guapos...
Epifanio
¡Que no es verdad!
Juan y Paco
¡Calma, señor Matías!
Matías
¡Maldita siá!
Epifanio
Yo, cuando quiero sangre
me comprometo
con hombres que merezgan
algún respeto;
y no con un pelele
sesagenario
que es la última palabra
del Dicionario.
Matías
¡Que me lo como,
dejaime ya!...
Epifanio
¡Suéltame, Rosca!
¡Maldita siá!
Eulogio (Riéndose.)
¡La sangre al río
no llegará!
Matías
¡Ah!
Epifanio
¡Ah!
Los dos
¡Ah!
Eulogio
¡Ja, ja, ja, ja!
(Quedan, Matías en una actitud furiosa, sujeto por Juan y Paco, y Epifanio, en una actitud semejante, sujeto por el Rosca.)
Hablado
Eulogio (Adelanta mirando al señor Matías y señalándole con el dedo. Llega cerca de él y le echa una bendición.)—“¡Dominus vobiscum!”
Matías (Con coraje.)—¿Y qué es eso?
Rosca.—¡Que está usté indultao! (Con desprecio.)
Matías.—¡Randa! ¡Golfo! ¡So gallina!
Epifanio.—Y que no se le olvide a usté el encarguito; ¡su hija de usted es para un servidor!
Matías.—¿Mi hija pa ti?... ¡Antes la quieo ver muerta! ¡Cien veces muerta!
Epifanio.—Mire usté, pollo, tómese usté una taza de tila pa que se le pase el susto, porque es usté una miaja aprensivo, y cuando se haiga usté tranquilizao hablaremos. (Volviéndole la espalda.)
Matías.—¡Soltarme! ¡Soltarme! ¡Expósito!...
Epifanio.—¡Chist! Y si me ve usted en la calle no tenga usted miedo, que yo no tiro a los gorriones...
Matías.—¡Gorrión a mí!
Epifanio.—¡Lo dicho! (Empieza a marcharse.)
Eulogio.—¡Adiós, cóndor!
Epifanio.—¡Vamos, Rosca! (Vanse mirando y riéndose por el foro.)
Matías.—¡Maldita sea mi estampa!... ¡No te vayas... so gallina! ¡Ven aquí!...
Paco (Conteniéndole.)—Pero, ¿quiés callar, señor?... ¡Miá que pué volver!
Juan.—¡Gachó! ¡Tiés un timbre la mar de escandaloso!
Matías.—¡Déjame, que lo quió matar!... ¡Ven aquí! ¡Vuelve!... ¡Timador! ¡Golfo! ¡Granuja! (Grita, yendo hacia el sitio por donde Epifanio ha desaparecido, y a cada insulto levanta más la voz.)