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Darwin
–El naturalista del Beagle–


Sello postal: Repatriación de los restos del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas

Sello emitido con motivo de la repatriación de los restos de Don Juan Manuel de Rosas. Viñeta: busto de Rosas; impresión offset multicolor. Leyenda: “REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS DEL BRIG. GRAL. D. JUAN MANUEL DE ROSAS”. Valor: ₳4000. Fecha de emisión: 1 de junio de 1991.

Historia

Charles Darwin participó en la expedición que realizó el barco S.M. Beagle al mando del capitán Fitz Roy, periplo que duró desde el 27 de diciembre de 1831 hasta el 2 de octubre de 1836, en cuyo itinerario pudo conocer el territorio de nuestro país. En su autobiografía Darwin lo recuerda así: “… al volver a casa luego de una breve expedición geológica por el norte de Gales, encontré una carta en la que se me informaba que el capitán Fitz Roy estaba dispuesto a ceder parte de su camarote a cualquier joven que quisiera ir como naturalista, sin paga, en el viaje del Beagle... Ese viaje fue el acontecimiento más importante de mi vida y determinó toda mi carrera…”. En su obra Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo, escribió este párrafo: “… la sensación de recogimiento que los grandes desiertos de la Patagonia y las montañas cubiertas de bosques de Tierra del Fuego excitaron en mí, ha dejado una impresión indeleble en mi mente... La contemplación de un salvaje desnudo en su tierra nativa es un acontecimiento imposible de olvidar. Muchas de mis excursiones a caballo por tierras vírgenes o en bote, algunas de las cuales duraron varias semanas fueron muy interesantes; su incomodidad y cierto grado de peligro apenas me disuadían por entonces, y nunca más tarde…”.23

En marzo de 1833 se inicia, en nuestro país, la campaña contra los indios a cuyo frente se había designado como comandantes: a Juan Manuel de Rosas al sud, en la pampa central al general Ruiz Huidobro y hasta el límite de los Andes al general Félix Aldao; configurando una especie de línea fronteriza. Rosas había establecido su campamento a orillas del río Colorado, en esas circunstancias se produciría el encuentro con Darwin, quien lo dejaría reflejado en su Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo:

“El campamento del general Rosas estaba cerca del río (Colorado). Consistía en un cuadrado formado por carros, artillería, chozas de paja, etc. Casi todas las tropas eran de caballería y me inclino a creer que jamás se reclutó en lo pasado un regimiento semejante de villanos. La mayor parte de los soldados eran mestizos de negro, indio y español. No sé por qué, tipos de esta mescolanza, rara vez tienen buena catadura. Pedí ver al secretario para presentarle mi pasaporte. Empezó a interrogarme con gran autoridad y misterio. Por fortuna llevaba yo una carta de recomendación del gobierno de Buenos Aires para el comandante de Patagones. Le fue presentada al general Rosas, quien me contestó muy atento, y el secretario volvió a verme, muy sonriente y afable. Establecí mi residencia en el rancho o vivienda de un viejo español, tipo curioso que había servido con Napoleón en la expedición contra Rusia. Estuvimos dos días en el Colorado… mi principal entretenimiento consistió en observar a las familias indias, según venían a comprar ciertas menudencias al rancho donde nos hospedábamos. Supuse que el general Rosas tenía cerca de seiscientos aliados indios…(estos) hombres eran de elevada talla y bien formados… posteriormente descubrí en el salvaje de Tierra del Fuego, el mismo aspecto…”

El general Rosas insinuó que deseaba verme, de lo que me alegré mucho posteriormente. Es un hombre de extraordinario carácter y ejerce en el país avasalladora influencia, que parece probable ha de emplear en favorecer la prosperidad y adelanto de sí mismo. Se dice que posee setenta y cuatro leguas cuadradas de tierra y unas trescientas mil cabezas de ganado. Sus fincas están admirablemente administradas y producen más cereales que las de los otros hacendados. Lo primero que le conquistó gran celebridad fueron las ordenanzas dictadas para el buen gobierno de sus estancias y la disciplinada organización de varios centenares de hombres para resistir con éxito los ataques de los indios.

Corren muchas historias sobre el rigor con que se hizo guardar la observación de esas leyes. Una de ellas fue que nadie, bajo pena de calabozo, llevara cuchillo los domingos, pues como en estos días se jugaba y bebía las pendencias consiguientes solían acarrear numerosas muertes por la costumbre ordinaria de pelear con el arma mencionada. En cierto domingo se presentó el gobernador con todo el aparato oficial de su cargo a visitar la estancia del general Rosas, y éste, en su precipitación por salir a recibirle, lo hizo llevando el cuchillo al cinto, como de ordinario. El administrador le tocó el brazo y le recordó la ley, con lo que Rosas, hablando con el gobernador, le dijo que sentía mucho lo que pasaba, pero que le era forzoso ir a la prisión, y que no mandaba en su casa hasta que hubiera salido. Pasado algún tiempo, el mayordomo se sintió movido a abrir la cárcel y ponerle en libertad; pero, apenas lo hubo hecho, cuando el prisionero vuelto a su libertad, le dijo: “Ahora tú eres el que ha quebrantado las leyes, y por tanto debes ocupar mi puesto en el calabozo”. Rasgos como el referido entusiasmaban a los gauchos, que todos, sin excepción, poseen alta idea de su igualdad y dignidad.

El general Rosas es además un perfecto jinete, cualidad de importancia nada escasa en un país donde un ejército eligió a su general mediante la prueba que ahora diré: metieron en un corral una manada de potros sin domar, dejando sólo una salida sobre la que había un larguero tendido horizontalmente a cierta altura; lo convenido fue que sería nombrado jefe el que desde ese madero se dejara caer sobre alguno de los caballos salvajes en el momento de salir escapados y, sin freno ni silla, fuera capaz no sólo de montarle, sino de traerle de nuevo al corral. El individuo que así lo hizo fue designado para el mando, e indudablemente no podía ser menos que un excelente general para un ejército de tal índole. Esta hazaña extraordinaria ha sido realizada también por Rosas. Por estos medios, y acomodándose al traje y costumbres de los gauchos, se ha granjeado una popularidad ilimitada en el país y consiguientemente un poder despótico. Un comerciante inglés me aseguró que en cierta ocasión un hombre mató a otro, y al arrestarle y preguntarle el motivo respondió: “ha hablado irrespetuosamente del general Rosas y por lo mismo le quité de en medio”.

En la conversación Rosas es vehemente, sensato y muy grave. Su gravedad rebasa los límites ordinarios; a uno de sus dicharacheros bufones (pues tiene dos, a usanza de los barones de la Edad Media) le oí referir esta anécdota: “Una vez me entró comezón de oír cierta pieza de música, por lo que fui a pedirle permiso al general dos o tres veces, pero me contestó, que volviera a mis quehaceres, que él estaba ocupado, que si volvía otra vez me castigaría. Volví otra vez y al verme se echó a reír. Sin aguardar salí corriendo de la tienda, pero era demasiado tarde, pues mandó a dos soldados que me agarraran y me pusieran en estacas. Supliqué por todos los santos de la corte celestial que me soltaran, pero de nada sirvió; cuando el general se ríe no perdona a nadie, sano o cuerdo”. El buen hombre ponía cara lastimosa al solo recuerdo del tormento de las estacas. Es un castigo severísimo; se clavan en tierra cuatro postes, y atada a ellos la víctima, por los brazos y las piernas tendidas horizontalmente, se le deja permanecer así por varias horas. La idea está tomada del procedimiento usado para secar cueros. Mi entrevista terminó sin una sonrisa, y obtuve un pasaporte con una orden para las postas del gobierno, que me facilitó del modo más atento y cortés…”24

Por su obra El origen de las especies, Charles Darwin ha sido, quizá, el científico más denigrado, después de Galileo. Demostró la realidad de la evolución descubriendo la ley que la gobierna y con ello cambió un paradigma científico al desplazar el hombre del centro de todas las criaturas vivientes. Por su teoría, se sumó a las filas de los grandes hombres —Newton y Einstein, entre otros— que han contribuido a la comprensión moderna del lugar que ocupa el hombre en el orden cósmico. Nació en el mes de febrero de 1809 y falleció en abril de 1882.

23 Darwin Charles: Textos fundamentales, Ediciones Altaya – 1993, Pág. 32/36

24 Darwin Charles: Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo. Edición Calpe, 1921. Traducción de Juan Mateos.

El sello y la pluma

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