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Ajedrez


Sello postal: XXIII Juegos olímpicos ajedrecísticos en Buenos Aires

Sello emitido con motivo de los XXIII Juegos Olímpicos ajedrecísticos celebrados en Buenos Aires en 1978. Viñeta: damero y piezas de ajedrez; impresión offset multicolor. Leyenda: “FIDE – XXIII JUEGOS OLIMPICOS AJEDRECISTICOS – FADA – 1978”. Valor: 200 Pesos. Fecha de emisión: 8 de octubre de 1978.

Historia

Muchos son los trabajos publicados que aportan su versión sobre el origen del ajedrez. Se dice que en la antigua Roma se jugaba. Los chinos han jugado un ajedrez nada parecido al occidental, ni en cuanto a la marcha de los peones ni al valor de las piezas. Según todas las probabilidades, el juego habría sido introducido por los árabes, cuyos autores atribuyen su invención a los indios. Lo cierto es que el juego se cuenta desde hace muchos siglos como distracción de los más ilustres personajes, entre ellos Gottfried W. Leibnitz quien se dice habría sido el primero en llamarlo “juego ciencia”.

En el año 1984 la empresa en que trabajaba, Diners Club Argentina, realizó un encuentro de ajedrez en el cual el Maestro Internacional, Jorge Alberto Rubinetti4, haría una exhibición simultánea ante veinticinco tableros. El encuentro fue el 29 de noviembre de 1984 y tuve el honor de participar del mismo. Tengo fresco el recuerdo, jugaba con las piezas negras —como es de práctica en las partidas simultáneas, quien las brinda tiene la “ventaja” de jugar con blancas—. En la jugada veinte venía parejo y se me ocurrió ofrecerle tablas (no lo hacía por vanidad sino para tener el recuerdo), el gran maestro las rechazó y me dijo que todavía había mucho que jugar. Abandone en la jugada treinta y cuatro; estaba perdido. Aún conservo la anotación de la partida firmada por Rubinetti.

La mayoría de los aficionados al ajedrez lo cultivan desde su aspecto más ortodoxo, es decir, en la competencia individual, tablero por medio, a través de la partida viva. El análisis teórico y el estudio de las variantes en la búsqueda del perfeccionamiento, es otra de las facetas inherentes al desarrollo del conocimiento del juego ciencia. Esto se realiza mediante el estudio de partidas disputadas, en las cuales puede aprenderse cómo fueron resueltas las mismas. También mediante el estudio de las partidas puede profundizarse el conocimiento de aperturas y de finales, éstas últimas, a veces, liberadas a la mente del lector con la única ayuda de explicitar que: las blancas o las negras, según sea, dan mate en tantas jugadas. Y así se aprende.

En su obra Análisis del Juego de Ajedrez, Filidor5 sostenía que: “La teoría y la práctica del ajedrez es ejecutar las partidas sobre el tablero, examinar bien cada jugada penetrando su intención y ensayar cómo jugaría uno en tal situación, comparando su jugada con la del autor y verificando porqué una es preferible a la otra… sólo ejercitándose así pueden hacerse progresos sensibles… siendo seguro que con este método se aprenderá mucho más que jugando años enteros sin guía y sin principios”.

Fui un estudioso del ajedrez, recortaba partidas de los diarios, las pegaba en un cuaderno y las analizaba; a veces buscaba libros en bibliotecas públicas. Jugué varios años hasta que un día reconocí que estaba obsesionado. No volví a jugar más.

Entre los recortes de diarios conservo uno publicado en el matutino Clarín en el año 1973 (no tengo la fecha exacta) que es interesante compartir dados los personajes que participan. La columna se llama Jaque Mate con Najdorf6, la transcribo: “El ajedrez como entretenimiento ha sido una evasión para célebres personajes, quienes buscaron en el tablero el olvido a fatigantes problemas. Napoleón era asiduo concurrente al café de La Regence y se sabe que le dedicaba muchas horas al ajedrez en Santa Elena. También lo cultivaron Mischa Elman, David Ostraij, Kachaturian —quien luego de dar su concierto en el (Teatro) Colón llegaba en mi compañía al Club Argentino llevando su precioso Stradivarius—; a lo mejor un día escribo un libro con tantos recuerdos. Hoy quiero subrayar la enorme pasión que tenía por el juego ciencia Ernesto Che Guevara, con quien alterné muchas horas y hablé largamente, pero nada más que de ajedrez, pues le deleitaba conocer la historia del juego, pormenores de partidas que le reproducía y, sobre todo, confirmar sus conocimientos, pues deben saber que el Che tenía una biblioteca ajedrecística con más de quinientos volúmenes. ¡Más que yo! Se levantaba a las cinco y se acostaba temprano; sólo cuando tenía partidas de ajedrez se permitía trasnochadas. Le gustaba tanto que a Panno7 y a mí nos invitó a radicarnos en Cuba. Lo lindo del juego es que no tiene fronteras ni sabe de ideologías o religiones. ¿Cómo jugaba? (se refiere al Che) Era un jugador fuerte. Prefería el juego agresivo y era dado a los sacrificios, pero bien preparados, por lo que puedo ubicarlo como de primera categoría. Una vez me dijo ¡Qué lástima que Capablanca8 no atacara tanto como Morphy9! Con el Che jugué dos partidas y deploro no recordarlas en forma completa. Luego de ganar (se refiere a sí mismo) el torneo de 1962 en memoria de Capablanca, el Che me invitó a jugar diez simultáneas a ciegas contra el equipo ministerial. Acepté complacido. Él ocupó el tablero N° 3; también participaron Raúl Castro, Cienfuegos y otros. Con el Che yo llegué a estar un poco mejor y le ofrecí tablas. Las rechazó con estas palabras: “Mire Maestro, siendo estudiante de medicina yo perdí contra usted en una exhibición que dio contra quince tableros en el hotel Provincial de Mar del Plata, y ahora prefiero perder o buscar el desquite”. Acepté la invitación a la lucha y tuve que ganarle.”

Se acompañan dos sonetos dedicados al ajedrez, escritos por Jorge Luis Borges10.

Ajedrez–I

En su grave rincón, los jugadores

Rigen las lentas piezas. El tablero

Los demora hasta el alba en su severo

Ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores

Las formas: torre homérica, ligero

Caballo, armada reina, rey postrero,

Oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,

Cuando el tiempo los haya consumido,

Ciertamente no habrá cesado el rito.

En el oriente se encendió esta guerra

Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.

Como el otro, este juego es infinito.

Ajedrez–II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada

Reina, torre directa y peón ladino

Sobre lo negro y blanco del camino

Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada

Del jugador gobierna su destino,

No saben que un rigor adamantino

Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero

(La sentencia es de Omar) de otro tablero

De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza

De polvo y tiempo y sueño y agonías?

4 Jorge Alberto Rubinetti, falleció el 19 de septiembre de 2016 a los 71 años, había nacido el 19 de marzo de 1945. Alcanzó la jerarquía de Maestro Internacional de Ajedrez. Ganó cuatro veces el Campeonato Argentino de Ajedrez, participó en diversos torneos internacionales y representó a nuestro país en ocho Olimpíadas.

5 François-André Danican, apodado Filidor: Análisis del Juego de Ajedrez, Librería de la Vda. De CH. Bouret, París 1914, pág. IX. Filidor (07/09/1726—31/08/1795), músico y ajedrecista francés, es considerado uno de los mejores ajedrecistas del siglo XVIII

6 Miguel Najdorf, nació en Varsovia el 15 de abril de 1910 y falleció en Málaga el 4 de julio de 1997. Alcanzó el título de Gran Maestro Internacional. La variante Najdorf de la defensa siciliana es llamada así en su honor.

7 Oscar Roberto Panno, nació el 17 de marzo de 1935. Gran Maestro Internacional ganó múltiples torneos. Según el sistema de ranking Élő, Panno es considerado el segundo mejor jugador argentino de toda la historia, detrás de Miguel Najdorf.

8 José Raúl Capablanca, nació en La Habana el 19 de noviembre de 1888, falleció en Nueva York, el 8 de marzo de 1942. Campeón mundial de ajedrez de 1921 a 1927. Considerado uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.

9 Paul Charles Morphy (22/06/1837 – 10/07/1884). Estadounidense, se le considera el más grande ajedrecista de su época. Bobby Fischer lo incluyó en su lista de los diez mejores jugadores de todos los tiempos y lo describió como: “el jugador más preciso que haya existido jamás”.

10 Jorge Luis Borges: Obra Poética 1923–1967, Emecé Editores 1967, Pág. 175 y 176.

El sello y la pluma

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