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ОглавлениеEl sable de San Martín
Sello postal: Repatriación del sable corvo de San Martín
Sello conmemorativo emitido al cumplirse el Centenario de la llegada al país del sable corvo de San Martín. Viñeta: empuñadura del sable, escudo y morrión del Regimiento de Granaderos a Caballo; impresión offset multicolor. Leyenda: “Repatriación sable corvo del General San Martín 1897 – 1997”. Valor: $0,75. Fecha de emisión: 15 de marzo de 1997.
Historia
La historia del sable corvo de San Martín comienza en el año 1811 cuando lo adquiere en Londres. Ese sable era totalmente distinto a la Espada de Bailén, que había recibido en mérito a su actuación en dicha batalla librada, en el año 1808, contra la invasión napoleónica en España.
Posteriormente de su renunciamiento —todavía conjeturado— de Guayaquil, San Martín regresa a Mendoza, paso previo a su exilio en Europa. Su sable quedará en tierra mendocina, bajo custodia de amigos. Años después el Libertador escribirá a Mariano Balcarce y a su hija pidiéndoles: “…traigan mi sable corvo… que servirá para algún nieto, si es que lo tengo…”. El destino no lo premiaría con hijos ni nietos varones.
Según Ricardo Rojas refiriéndose a San Martín imagina que el Libertador, ya anciano, al redactar su testamento habrá pensado en el hijo varón que había deseado tener y en el nieto varón que esperaba y nunca llegó… Toma entonces una decisión y, en la cláusula 3° de su testamento, dispone: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur, le será entregado al Excmo. Señor General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”30. Y así se hizo.
Mitre deploró el legado: “…creyó ver —se refiere a San Martín – amenazada la independencia y el honor de su patria por cuestiones de la Francia y la Inglaterra con el tirano Rosas, manifestando con la autoridad de su nombre y de su experiencia militar, que la América era inconquistable por la Europa. Sus instintos criollos despertaban. Consecuente con su modo de ver, legó al tirano de la patria: <El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur> son las palabras de su testamento. Él —decía Mitre— no veía ni quería comprender otra cosa que la independencia…”31 De allí su dicho: Serás lo que debes ser, y si no, no serás nada
El legado del sable fue motivo de encarnizadas polémicas entre los detractores de Rosas y quienes lo ponderaban. Una lectura despojada de partidismos nos induce a pensar que San Martín, al legar el sable corvo, no estaba tomando partido sobre la cuestión política del gobierno de Rosas. De sus múltiples escritos surge con claridad que jamás accedió a opinar o participar en las luchas políticas internas del país, aunque le fue requerido muchas veces y su constante negativa le costara más de un enemigo. Nosotros creemos que la verdadera y única razón de aquel legado es la que él mismo dicta en su testamento al ceder su sable a Rosas: “… la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Llegado su tiempo, Juan Manuel de Rosas, piensa en el sable corvo heredado del Libertador y en la cláusula 18° de su testamento taxativamente fija el destino del mismo, poniéndolo en manos de la familia Terrero. A la muerte del Restaurador, en el año 1877, el arma queda en posesión de su yerno Máximo Terrero, esposo de Manuelita Rosas.
Así llegamos al año 1896, cuando Adolfo P. Carranza, por entonces Director del Museo Histórico Nacional, mediante carta fechada el 5 de septiembre, se dirige a la señora Manuela Rosas de Terrero para solicitarle la donación del sable corvo de San Martín con destino al Museo: “… para que aquí, en el seno de la Patria que le dio el ser, pueda ser contemplado por los que la habitan y sea en todo tiempo la inspiración para defender la soberanía nacional, como en la ocasión que originó se la obsequiaran a su señor padre…”. Fue difícil para la familia tomar tal decisión, pero al fin, el 26 de noviembre se redacta la respuesta confirmatoria: “… mi esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, ha decidido donar a la Nación Argentina este monumento de gloria para ella… por lo tanto, puede usted señor Carranza contar con que, al recibo del pedido oficial que usted me ofrece, la contestación será el envío del sable”
El 1° de febrero de 1897, Máximo Terrero le escribe a Carranza: “… Mi contestación es el envío de la prenda a Buenos Aires acompañada con nota dirigida al presidente de la República, suplicando se sirva aceptarla en calidad de donación hecha a la Nación Argentina, en nombre mío, de mi esposa y de nuestros hijos, y al mismo tiempo el deseo de que sea depositada en el Museo Histórico Nacional”.
El 5 de febrero de 1897 sale el sable en un cofre forrado en plomo con sus correspondientes llaves, a bordo del vapor Danube, de la Royal Mail Steam Packet Company, llegando el 28 del mismo mes. La reliquia fue trasbordada a la corbeta La Argentina. El 3 de marzo, el presidente José Evaristo Uriburu decretó que el Museo Histórico Nacional sea el depositario de la donación. Allí permaneció hasta que fue robado.
Este fue un episodio lamentable en un tiempo oscuro de nuestro país. El 12 de agosto de 1963 el sable fue robado por un grupo argumentando motivos políticos. En su lugar, dejaron una nota indicando que pertenecían a la juventud peronista y que cuidarían del sable “como si fuera el corazón de nuestras madres”. El sable fue retenido en una estancia cerca de Mar del Plata. Allí permaneció hasta que, tras la captura de uno de los delincuentes, los demás decidieron entregar la reliquia. El 28 de agosto de ese mismo año, el sable corvo regresó al Museo. Pero ese no sería el final de la historia, el sable volvería a ser robado en 1965 por otro grupo del mismo tinte ideológico, y vuelto a recuperar 21 de noviembre de 1967.
A partir de allí, mediante el Decreto N° 8.756 del 21 de noviembre de 1967, se transfirió al Regimiento de Granaderos a Caballos General San Martín la guarda y custodia definitiva del sable corvo del Libertador. Era el gobierno de facto del general Onganía.
En el año 1997, al cumplirse el Centenario de la llegada al país del sable corvo de San Martín, el director del Museo Histórico Nacional, Dr. Juan José Cresto, con motivo de la entrega de una réplica del sable, dijo: “… así como conservamos la primera bandera, el primer escudo que hizo hacer la Asamblea del año XIII, los primeros documentos… y tantas otras cosas, creemos que el sable de San Martín debe ser conservado en el Museo del que es destinatario… El Museo no acepta réplicas, salvo para ambientación escenográfica… será ésta la única réplica que para nosotros tendrá carácter de legítima hasta que alguna vez se disponga (oficialmente que su) destino permanente (sea) en el hogar de los granaderos”32
En el año 2015, mediante el Decreto 843/2015, se dispuso que: “…el Sable Corvo del Libertador General Don José de SAN MARTÍN sea trasladado al Museo Histórico Nacional, para su exhibición permanente, quedando bajo custodia del Regimiento de Granaderos a Caballo “GENERAL SAN MARTÍN”.
¡No podía morir! Cupo en la tumba
La gigantesca talla de su cuerpo;
¡Para encerrar su nombre y su memoria
El hogar de la muerte era pequeño!33
30 Ricardo Rojas: El Santo de la Espada–Vida de San Martín, Editorial Losada, 1948, pág. 387/389
31 Bartolomé Mitre: Historia de San Martín y de la Emancipación Americana, Editorial Trazo, sin mención de año, pág. 971
32 Museo Histórico Nacional, Segunda Época, Año I – N° I, junio 1998, pág. 85/88)
33 Gervasio Méndez: A San Martín, Atalaya, Editorial Kapelusz–1942, pág.164