Читать книгу Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018) - Carlos Medina Gallego - Страница 14
Elementos teóricos para el estudio histórico del ELN como actor armado
ОглавлениеColombia es un país cuya historia se ha construido sobre el ejercicio de la violencia y el desarrollo de un encadenamiento de guerras que se transforman en el tiempo, a la vez que transforman las relaciones que las determinan. De las guerras prehispánicas a las de la Conquista, de estas a los levantamientos coloniales, de allí a las guerras de independencia y luego a las guerras civiles del siglo XIX, que le abrirán paso a las luchas sociales de indígenas, artesanos, campesinos y obreros durante las tres primeras décadas del siglo XX, para luego hundirse nuevamente en ese periodo de la historia que se conoce como La Violencia, que ha de terminar con el inicio de una nueva guerra ideológica y política en la modalidad de guerra insurreccional, irregular o guerra popular prolongada, desde la caracterización que hacen los actores armados de esta, para, finalmente, a comienzos del siglo XXI, en la perspectiva de los cambios globales y sus correspondientes confrontaciones, resistencias y amenazas, localizar nuestros conflictos en la lucha contra el terrorismo. Total, existen problemáticas que haya atravesado la historia de Colombia en sus distintas épocas esa son la violencia y la guerra.
Pese a la dificultad que existe para poder ubicar en un concepto particular de “guerra”, el conflicto armado colombiano, y a la tendencia que se viene manejando de ubicarlo como una “guerra sin nombre” (Gutiérrez, Wills y Sánchez, 2006), es necesario flexibilizar las categorías convencionales y construir nuevas categorías que permitan caracterizarlo desde los elementos que le son propios (Medina, 2009). Tomemos acá algunas de las afirmaciones que se han hecho en un intento por establecer los componentes de una posible noción preliminar.
Una primera afirmación, que es necesario mantener presente, es la que considera que la caracterización de cualquier conflicto en el mundo de hoy tiene de inmediato connotaciones políticas, militares y jurídicas, tanto en el ámbito interno como en el internacional (Pizarro, 2004) y, que desde allí, se definen no solo las políticas públicas en materia de seguridad, sino, igualmente las formas de participación o intervención de la comunidad internacional, y que esta es una razón suficiente para ser cuidadoso en las implicaciones que tiene su caracterización.
Una segunda afirmación es la que señala que el conflicto colombiano se ha transformado en los últimos cincuenta años como consecuencia lógica de su crecimiento, expansión y complejidad. Esto se hace evidente en la confluencia de nuevos actores e intereses, nuevos escenarios y nuevas circunstancias históricas, que le han definido una lógica y una movilidad de nuevo orden, conforme a los cambios que se han operado en el país y en el mundo global.
En esta reflexión se reconocen dos momentos distintos en la caracterización del conflicto en las últimas cuatro décadas, determinados por la percepción que se tiene de este en relación con su origen y evolución posterior. El primero está definido por las lógicas de la Guerra Fría y la bipolaridad, que dieron origen a las luchas anticoloniales y de liberación nacional y social, en las que la guerra adquirió la forma de guerra revolucionaria, en la modalidad de guerra insurreccional, guerra de guerrillas y guerra popular prolongada y que desarrolló las estrategias contrainsurgentes de la doctrina de la seguridad nacional (DNS) y de los conflictos de baja intensidad (CBI); el segundo, por la caracterización de los conflictos en el desarrollo de la pos Guerra Fría, la unipolaridad y el mundo globalizado, en donde los conflictos son percibidos como nuevas guerras, lucha contra el narcotráfico y terrorismo.
Una tercera afirmación tiene que ver con el carácter irregular de la guerra, el cual se ha transformado sustancialmente, pues ya no es esa modalidad de guerra desarrollada por grupos mal armados y mal vestidos, dirigidos por soldados aficionados que con alguna frecuencia alcanzaban éxito frente a fuerzas superiores dirigidas por profesionales. Por el contrario, se desarrolla como una guerra de verdad con fuerzas bien armadas, vestidas, alimentadas y entrenadas adecuadamente (Heydte, 1987), que se mueven entre la guerra de guerrillas y estrategias de guerra convencional.
En una caracterización específica de la guerra irregular, y de sus motivaciones políticas, es necesario afirmar que esta se presenta como una guerra civil donde grupos insurrectos luchan por el poder dentro de la misma nación. La guerra irregular no es una guerra revolucionaria per se; puede ser una guerra de resistencia, de liberación nacional o una guerra contrarrevolucionaria y paramilitar.
Una cuarta afirmación consiste en señalar que, en el caso colombiano, se trata de un conflicto armado interno, internacionalizado, irregular, prolongado y con raíces históricas de índole ideológica. Este conflicto sufre, además, una etapa de metamorfosis de los propios actores internos, cuyas modalidades de acción incorporan día a día más actos terroristas, y una subordinación creciente de recursos provenientes del tráfico de drogas ilícitas (lo que se hace evidente en el escenario internacional en que se desenvuelve) (Pizarro, 2004).
Y pese a estas características, que nos muestran una modalidad de guerra civil no convencional, la particularidad del conflicto colombiano es que sigue siendo una guerra civil irregular (Sánchez, 2003).
Ahora bien, es necesario asumir acá una posición “distinta” en torno a la noción de guerra civil, que supere la caracterización que se hace de esta modalidad de guerra según el número de muertos, o el tamaño y proporción de los ejércitos confrontados, o según la intensidad y modalidades de combate. Esta definición reduce la idea de guerra civil al escenario de lo militar, sustrayéndola del carácter político y de la dinámica social en la que se legitima esta modalidad de guerra como tal.
La guerra civil no es solamente militar. Compromete actores sociales, económicos y políticos, que participan desde distintos escenarios de confrontación con una idea clara de la “situación de guerra”, y compromiso específico en su confrontación y superación. La base social y política de la guerra civil es mucho más amplia que la base militar; el escenario de la guerra va más allá del simple teatro militar de operaciones. El discurso de la guerra copa todos los espacios, no solamente el que construye la opinión pública, sino también el que define la normatividad y decide la política pública. Existe una economía de guerra y control territorial efectivo y supuesto, atravesado por el miedo y las prácticas de terror, y existe, además, un contexto internacional de intereses en el que se da.
Las guerras civiles contemporáneas se libran como guerras irregulares principalmente; de tal forma, se crea un nexo estrecho entre la guerra civil y la confrontación bélica irregular, en donde es necesario reconocer que la guerra irregular es en lo fundamental un método de confrontación bélica cuya naturaleza política define los propósitos que la orientan (Kalyvas, 2001). Entre las características definitorias de esta y todas la guerras civiles, está la escisión parcial y temporal de la soberanía, el ejercicio de la violencia de la guerra civil en las zonas rurales principalmente, las prácticas de genocidio y limpieza política y social. Estas singularidades fijan como propósito de la violencia el exterminio físico de un grupo social o político (étnico incluso) antes que el sometimiento de este a una autoridad política. Encontramos también el acto de expulsar, a propósito y en forma permanente, a ciertos grupos de población mediante la “limpieza política”, que conduce a la homogeneización de las identidades ideológicas y políticas, y la “limpieza social” que conduce a procesos de concentración de riqueza y acumulación económica de nuevo orden, mediante la amenaza, la creación de miedo colectivo, la masacre, el genocidio y el desplazamiento forzado, además de un escenario de disputa que tiene que ver con la población y los apoyos que los actores armados puedan recibir de ella.
Así, a diferencia de la guerra convencional, la guerra civil involucra no solo a los actores armados sino también a los civiles. El apoyo de la población civil llega a ser un componente fundamental del conflicto. El apoyo de la población se define en el curso del conflicto, en respuesta a la dinámica tanto de la guerra como de la violencia. Las opiniones políticas de la población estarían en extremo condicionadas al poder desplegado en torno suyo y a la lucha por la supervivencia. En la medida en que la guerra civil irregular se desarrolla, la violencia sobre la población se incrementa. Tanto el Estado, como la insurgencia y las fuerzas paramilitares apelan a la violencia para hacerse al apoyo de la población civil. En la guerra civil irregular, la disputa por el apoyo de la población puede asumir la forma de una guerra contra la población.
Una quinta afirmación consiste en aceptar que en los últimos años se ha consolidado una percepción pública de que la escala de los enfrentamientos –en términos de capacidad de fuego, control de territorio, poblaciones, y grado de organización de las múltiples fuerzas irregulares enfrentadas entre sí y con el Estado– ha entrado en una nueva fase: tiempo, espacio y contenido de la guerra se han trastocado. La dinámica actual de la guerra plantea problemas de soberanía para Colombia y para los países vecinos. Entonces, la soberanía se vuelve extremadamente frágil desde la posición colombiana, en tanto está atravesada por tres temas: el terrorismo, las drogas y el derecho humanitario, cuyas fronteras entre lo interno y lo externo, según los parámetros contemporáneos de la comunidad internacional, son esencialmente difusas (Sánchez, 2003).