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Primer centro de día

Los tres hermanos evaluamos que no era bueno para mi madre que estuviera en casa toda la mañana con una cuidadora porque se aburría, ya que se pasaba el tiempo escondiendo cosas en los armarios, buscándolas después y diciendo que le habían robado cualquier cosa.

Se lo pasaba muy bien cuando salía a pasear con la chica de las tardes, pasaban la tarde dando vueltas de un lugar a otro y esto a mi madre le encantaba. Pero cuando despedí a la chica de la mañana, a pesar de que la chica de la tarde me gustaba mucho también, decidí prescindir de ella porqué consideré que era mejor llevarla a un centro de día ya que creía que para mi madre sería mejor.

Busqué un centro privado al lado de casa. Resultaba cómodo porque podíamos ir caminando. Buscamos una chica que la recogiera a las cinco de la tarde y que la llevara de paseo durante un rato; después, la llevaba a casa, le hacía la cena, la acostaba y se iba a las nueve de la noche. A esa hora, aproximadamente, llegaba yo y me ocupaba de mi madre durante la noche. Por aquel entonces, mi madre no me daba mucho trabajo ya que dormía muy bien y no tenía incontinencia urinaria.

El centro de día era muy pequeño y parecía como si les faltara espacio y aire. Tampoco tenían mucho personal y los abuelos se pasaban el día en el mismo espacio, solo salían un ratito por la mañana y los llevaban a una plaza de cemento, no muy agradable, que había al lado del centro. Prácticamente, no hacían actividades y la verdad era que el panorama no resultaba demasiado motivador.

Te quiero hasta el cielo

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