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En construcción «Sé como deseas parecer». SÓCRATES

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Uno de los grandes encuentros de la vida se establece con el propio temperamento. Nos lo facilita la interioridad y es ella misma quien nos permite construir, sobre él, un carácter.

Conviene aclarar que la persona no tiene desde la cuna buen o mal carácter, no hereda la aspereza de su abuela ni la dulzura de su tío segundo para ponerlas como excusa en todas las actuaciones de la vida.

Nacemos con un temperamento donde, en efecto, se hallan las marcas genéticas del tío y la abuela. A partir de ese momento, las primeras emociones de la sensibilidad condicionan el desarrollo. De los encuentros de la infancia dependen en buena parte no solo los rasgos de la personalidad, sino incluso la salud. Ya lo sabían quienes afirmaban: el niño es el padre del hombre.

Sin embargo, aunque la genética y la infancia conforman el terreno, la arquitectura corre por nuestra cuenta. Somos lo que vamos construyendo. Ese edificio de autor es nuestro carácter: la elección ética –el querer ser– amalgamada con las decisiones cotidianas, lo que aprendemos de los encuentros y lo que dicta nuestra interioridad. Y sí, hay quien puede afianzar la casa sobre suelo firme y quien debe levantarla sobre arena, pero no siempre la naturaleza del terreno –una gran inteligencia, una buena educación– garantiza la solidez del edificio; por el contrario, hay quien, con todo en contra menos su voluntad, se convierte en ejemplo moral. A este tipo de persona, los antiguos moralistas la llamaban «edificante». Y a la hormigonera donde se amalgaman los materiales de construcción, la llamaban «libertad».

Cuando lleguemos al final de la vida, nuestra casa quedará inconclusa, pero podrá permanecer en la memoria de los demás como un lugar acogedor y bello, o incluso como una referencia para la ciudad de los hombres.

Los antiguos filósofos griegos llamaban êthos al proceso durante el cual el ser humano construye su carácter. Con los errores y aciertos, con las dificultades y cualidades, con los encuentros gozosos y con los dañinos se está edificando lo que somos hoy. Y es bello pasar el día a pie de obra por nuestro êthos en construcción.

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