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3. La poesía de Catulo

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En los testimonios de los autores latinos 41 sobre Catulo, éste aparece definido de forma muy variada. El adjetivo que más se repite es doctus , seguido de lasciuus, argutus, lepidus, tener, facundus y urbanus .

Durante siglos se han distinguido dos Catulos 42 : uno, el de los carmina longiora , a quien convendría el apelativo de docto; otro, el de los carmina minora , a quien convendrían los restantes adjetivos: lascivo, tierno, gracioso, mundano, etc.

A la hora de una valoración estética, la crítica tradicional dejaba a un lado los poemas cultos alejandrinos, los longiora , y enfatizaba el valor de los epigramas y de los restantes poemas breves. El s. XX ha puesto las cosas en su sitio, al hacer ver que Catulo siempre es el mismo en los tres bloques que forman el Liber . Para mí, el mayor hallazgo de la crítica actual es haber descubierto que en la segunda parte del Libro, precisamente la que la tradición consideró siempre más alejada de su carácter, Catulo está escondido en todos los héroes y heroínas de sus poemas; éstos no son más que máscaras del poeta, el atuendo de que se reviste para expresar lo que siente.

Fue Fr. Klingner 43 el primero en darse cuenta de que el poema 64, El Epitalamio de Tetis y Peleo , es «una imagen mítica del amor de Catulo por Lesbia: realización divina, sublimación en el simbolismo de la fábula de su propio placer y de su propio sufrimiento».

Es ahora cuando se está de acuerdo en que el poema 68 es la primera elegía romana auténtica, donde se dan sus características fundamentales: el subjetivismo y el empleo de los mitos subordinados a los elementos de la narración del yo del poeta.

Pues bien, tradicionalmente se había considerado como un típico poema docto alejandrino. Así, se destacaban sus complicaciones, sus digresiones, su mezcla de temas eróticos, míticos y funerarios; y todo ello como fruto de su alejandrinismo. En la actualidad, se enfatiza el que el personaje de Laodamía surja por la necesidad de sublimar en él a Lesbia, una Lesbia idealizada en su fidelidad amorosa; pero también, y esto es lo auténticamente original, el personaje heroico aparece con el lastre de la realidad cotidiana, poseído por la pasión de un amor insaciable. Por otra parte, su figura moral, que es la que realmente ocupa el primer plano, permite su identificación con el poeta. Si en el Epitalamio (64) las quejas de Ariadna podían transferirse a Catulo, abandonado por Lesbia 44 , aquí, en el 68, la anécdota amorosa que vive el veronés permite identificar su fidelidad amorosa con la de Laodamía.

También ahora acudiremos a Fr. Klingner 45 , el primero que consideró como algo genuinamente romano y, al mismo tiempo, como una de las mayores originalidades de Catulo el que el poeta apareciese víctima de la pasión amorosa que convierte a la amada en un ser superior, en la domina que esclaviza al poeta. Tanto en el teatro como en la lírica griegas estas grandes pasiones amorosas eran propias de las mujeres. Este precedente catuliano va a tener infinidad de seguidores en los elegíacos romanos, sobre todo, y en la poesía europea posterior, desde la Edad Media hasta nuestros días.

Además de demostrar que los poemas cultos descubren los sentimientos personales de Catulo, se ha hecho ver que tampoco los carmina minora dejan de ofrecer muchos ejemplos de erudición. Así, el c. 31, el del elogio de Sirmión, ofrece muestras eruditas surgidas en medio de solemnes evocaciones: los dos Neptunos, la distinción entre Tinia y Bitinia, la alusión rápida al origen lidio de los etruscos, etc. En medio de un poema redactado en un registro conversacional, como es el 13, surge el toque selectivo, la evocación romántica de gran efecto. Catulo invita a cenar a su amigo Fabulo entre bromas, porque él no tiene nada y Fabulo tiene que ponerlo todo: vino, sal, etc. Y de repente surge el non sine candida puella . Sorprende la adjetivación, que es la misma empleada en 68, 70, cuando describe a su domina como a una diosa –mea candida diua –. Por último, citaremos el 58b, donde Catulo pone al servicio de lo burlesco todo un alarde de erudición, el mayor tal vez que se puede citar en los poemas breves: el guardián de Creta, Ladas, Perseo, Pegaso, Reso; toda una carga erudita imitando un formulario ritual en un poema que posiblemente no tenga más fin que el humorístico.

Independientemente de la unidad de estilo de las tres partes del Liber –Catulo siempre es el mismo–, tal como acabamos de ver, conviene dejar muy claro, antes de seguir adelante, que cada una de estas partes contiene unas características singulares frente a las demás, así, «los polimétricos», desde el punto de vista de la extensión, son equivalentes a los epigramas y opuestos a los poemas de la segunda parte; desde el punto de vista de la métrica, la polimetría es común a la primera y segunda parte que, en este aspecto, se oponen a la tercera.

Los metros más usuales en la primera parte (endecasílabos y escazontes) se adaptan de una forma natural al ritmo del latín hablado. Resultan poemas dramáticos llenos de vida. Dentro de este contexto dramático, nos vamos enterando de los sentimientos de Catulo indirectamente y el amor se ofrece en estos primeros poemas más sugestivo y más emotivo que en los epigramas, donde todo resulta más analítico. Asistimos en ellos a una especie de comedia humana. Observamos alegría, claridad, entusiasmo, pero, a medida que vamos avanzando, nos hundimos en acusaciones, tormentos y desesperación.

Al abordar el estudio de los carmina longiora , nos preguntamos si el interés esencial de ellos no radica en otra cosa que en mostrarnos la actitud del poeta ante la realidad. Se ha operado en él un cambio ante la observación de la realidad. Participamos en una reflexión sobre las condiciones de éxito o fracaso en la vida afectiva. Catulo no habla directamente de Lesbia más que en el último poema, el 68, pero en los primeros, 61-67, está siempre presente su aventura con ella. El tema del matrimonio, la muerte de su hermano, los mitos, etc., nos están descubriendo sus sentimientos personales bajo un nuevo enfoque, bajo una nueva luz, y en ello radica su interés. En cuanto al recurso de los mitos, están usados con tal libertad que más que una revelación sobre la divinidad constituyen una revelación de la riqueza de los sentimientos humanos.

Los epigramas son, tal vez, su obra más original. Es la forma que elige Catulo para su poesía analítica. El dístico elegíaco le ofrece las posibilidades no sólo de un breve análisis, sino de utilizar para sus propios fines la estructura antitética. Y su originalidad radica en haber sabido aprovechar algo que en principio se ofrecía como antipoético: el análisis de ideas y sentimientos, función más propia de la prosa. En los epigramas se procede al revés que en «los polimétricos»: el autor comienza en tono desesperado y avanza a poemas más serenos. Siempre dejando constancia de que estos poemas de la tercera parte, aun los más serenos, son más tristes que los de la primera. Lesbia recibe en el primer bloque los apelativos de puella y mea puella , jamás en el tercero.

Hemos hablado ya de la originalidad de Catulo. Ahora toca hablar del legado de que dispuso para alzarse como original o revolucionario, tal como ha sido llamado en más de una ocasión.

Son doscientos años los que separan los orígenes de la literatura latina y la poesía helenística del tiempo de Catulo. Un romano culto del s. I a. C. recibe influencia griega por dos caminos: directamente, a través de su conocimiento del griego –los romanos de la Cisalpina eran prácticamente todos bilingües–, e indirectamente, a través de la literatura romana, originada a expensas de la griega. Si concretamos más y nos centramos en el movimiento literario de los neotéricos, los poetas nuevos tienen a su disposición tres tradiciones: la que forman la comedia y la sátira, con un estilo coloquial y variado; la de la épica y la tragedia, con un lenguaje emotivo, lleno de dignidad y de patetismo; y la tradición lírica, con una gran preocupación por la forma, un técnica muy elaborada y una singular variedad métrica. Imitan la literatura helenística y adoptan el lema de Calímaco, según el cual un libro extenso es un gran mal 46 .

Al acercarnos a la obra de Catulo observamos el manejo de numerosas fuentes. Empezaremos por las propias latinas: en el círculo que forman Quinto Lutacio Cátulo, Valerio Edituo y Porcio Lícino se produce una poesía breve, precedente de la neotérica, con epigramas eróticos imitados de los que existen a cientos en la Antología Palatina . Precisamente una obra de Edituo ofrece una versión del famoso poema 31 de Safo, que Catulo adaptó directamente en el c. 51. El fragmento es el de los síntomas amorosos y, por cierto, también se trata de una adaptación, no de una traducción literal. Hay que destacar las muestras de refinamiento y sus preferencias por la imitación de la poesía de Meleagro.

Dignas de resaltar son las influencias del satírico Lucilio y del poeta Levio, casi contemporáneo. Los fragmentos de los Erotopaegnia de Levio demuestran que escribía en la misma línea que los neotéricos: poesía apasionada, trabajada con técnica sobresaliente, alternancia de refinada delicadeza y de burdos chistes, temperamento polémico, etc.

Pese al odio que demuestra tener a los discípulos de Ennio en su época 47 , no por ello Catulo se libra de la influencia del maestro. Así, el comienzo del poema 64 es una mezcla de la Medea de Eurípides y de la Medea exul de Ennio.

La poesía popular latina (diffamationes, fescennina iocatio, flagitationes, certationes , inscripciones de los «graffiti») tiene entrada abundantemente en su poesía. El poema 67, por ejemplo, es una diffamatio; los 21, 40 y 43 llevan la huella de las flagitationes; el 59 parece copiado de uno de los «graffiti» pompeyanos; el 67 también tiene de certatio , etc.

Las fuentes griegas del veronés son muy variadas: de un lado, Homero, Arquíloco, Hiponacte, Safo y Eurípides; y del otro, Antología , Calímaco, Apolonio y Teócrito.

En sus imitaciones de Homero se observa que, como después hará Virgilio, no se sirve del poeta griego como fuente única, sino que combina los préstamos homéricos con los de otros autores clásicos, Eurípides, por ejemplo, o bien hace fundir dos préstamos homéricos en una sola imagen. Podríamos multiplicar los ejemplos, pero nos bastará uno solo: así, el poema 60, que es la queja del poeta ante el comportamiento de la amada o de un amigo, reproducida después en los lamentos de Ariadna en tono más elevado (64, 154-157), imita en su comienzo el v. 1342 de la Medea de Eurípides. A su vez, los dos son reminiscencias de las quejas de Patroclo a Aquiles por su insensibilidad (Ilíada XVI 33-35).

En cuanto a la utilización de Arquíloco como fuente directa, se observa que muchas injurias y virulencias agresivas catulianas están calcadas de los insultos de Arquíloco a Neobula y Pasifila, «la amiga de todos». Lo mismo ocurre con Hiponacte, cuyas groserías tabernarias y de burdel se han querido comparar con las de Catulo, pero señalando afinidades y coincidencias mejor que imitaciones directas. Sin embargo, las de Safo son unas veces directas, como es el caso del poema 51, e indirectas: la melancolía de la de Lesbos, su asociación de los estados anímicos con los de la naturaleza, el entusiasmo por la pureza y la inocencia juveniles son siempre afines. Hay metáforas de Catulo traducidas de Safo: mellitos oculos (48, 1)… óppata… mellíchia (fr. 112), etc.

No puede sorprendernos que a la hora de imitar a los trágicos griegos, Catulo prefiera a Eurípides, porque no hace otra cosa que seguir el gusto de los poetas helenísticos. Las orgías de las galas en el poema de Atis (63, 21-34) son un recuerdo de las de Bacantes de Eurípides (20-64), de igual modo que los lamentos de Ariadna (64, 180-183) recuerdan a Medea (502-505).

Al pasar al estudio de las fuentes helenísticas lo primero que descubrimos es el influjo de los autores de la Antología Palatina , sobre todo de sus epigramatistas. Se ha repetido hasta la saciedad la influencia de Calímaco, al que en varias ocasiones cita y traduce en La Cabellera de Berenice (66). Gracias a los descubrimientos papirológicos de nuevos fragmentos podemos darnos cuenta de que no traduce, sino que recrea. Concretamente, los versos 79-80, donde el veronés maldice a las adúlteras, son creación personal de nuestro poeta. La imitación griega no la concibieron los poetas latinos como un plagio, sino como una emulación. Por otra parte, pese a la admiración que Catulo siente por Calímaco, son espíritus opuestos; nada hay en el poeta latino de la frialdad e insensibilidad del «Batíada». Había aprendido mucho de él: la condensación, la extraordinaria aplicación al trabajo de los versos, el esfuerzo estudioso, el manejo de la ironía y de la ambigüedad en el momento oportuno; y, sin embargo, su sensibilidad, su sentimiento de la naturaleza, su angustia ante la brevedad de la vida humana lo hacen alma gemela de Apolonio, de Teócrito y de los demás bucólicos griegos. Las asociaciones de imágenes, los símiles comparativos, las transiciones simuladas son de Apolonio; la precisión plástica y el patetismo sentimental son de Teócrito.

La lengua y el estilo de Catulo están naturalmente muy influidos por el alejandrinismo. El uso y abuso de la concinnitas o simetría procede de una influencia triple: la directa de la poesía helenística, la de los poetas latinos que delatan influencia griega, como Ennio y Lucilio, y la de los antiguos carmina itálicos. Así sucede con la anáfora evocativa y deíctica, la epanalepsis, los hexámetros espondaicos empleados consecutivamente. Como contraste, la variatio o poikilía . Con ello juega buscando uno de los mayores éxitos del estilo helenístico: el efecto sorpresa en los finales.

Como muestra de su inquietud creadora, incorpora a la alta poesía uno de los mayores recursos expresivos de la lengua hablada: el uso de los diminutivos, que tanto éxito tendrá entre los poetas augústeos. Estos diminutivos pueden ser hipocorísticos o despreciativos. En la segunda parte del Liber , una prueba más de la unidad de la obra catuliana, son abundantísimos los diminutivos, muy apropiados para el lenguaje amoroso y destacables en el episodio de Ariadna y Teseo. Los grecismos son también muy frecuentes. Hace de ellos un uso mayor que el de los prosistas de su tiempo. En cuanto a los arcaísmos, los hay directos, por su empleo instintivo, propios del sermo uulgaris , sobre todo en los carmina minora , y los hay indirectos, palabras arcaicas tomadas de la tradición épico-trágica, y de un uso mayor en los poemas extensos. El extraordinario empleo de la interrogación retórica ha sido muy bien estudiado por J. Granarolo 48 , que lo justifica por medio de dos causas distintas: la formación retórica de Catulo y su gusto por lo hiperbólico, tanto en la expresión de la alegría como en la de la queja. En los epigramas decrece el uso de las interrogaciones porque decrece la tensión afectiva. Aunque los abundantes hápax en su obra no deben considerarse todos como neologismos de Catulo, no cabe duda de que algunos muy expresivos son creación suya; así, abstractos como argutatio los creó Catulo, sin duda, según el modelo de inambulatio . En el orden de las palabras también se muestra inédito y magistral; por ejemplo, podemos observar que en el poema 64 se repite la estructura siguiente 49 : un verso está encerrado entre un adjetivo y su nombre (indomitos… furores , 54); además, la construcción de dos adjetivos y sus dos nombres (caerula uerrentes // abiegnis aequora palmis , 7).

A la hora de hacer una recapitulación final, debemos resaltar que la obra de Catulo es hija de una inspiración fértil, fruto, por una parte, de haber vivido su vida al máximo, siempre balanceándose entre dos extremos, amor y odio; y, por otro lado, del esfuerzo que supone la aplicación rigurosa de una técnica heredada de quienes él libremente ha elegido como sus maestros, pero siempre con un deseo vehemente de emular y superar a sus modelos. Ha vivido una época de máxima libertad y ha sabido aprovecharla descubriendo al paso un amor total que su tiempo no había conocido.

Por otra parte, es muy posible que el momento histórico que le tocó vivir no comprendiese la moral de su estética, y es eso lo que lo hace tan atractivo a finales del s. XX . Sus ediciones se multiplican en nuestros días y no es ajeno a este fenómeno el haberse sabido librar del barroquismo alejandrino, de las largas digresiones históricas, geográficas, míticas y culturales que tan difícil hacen hoy la lectura de tantos poetas clásicos griegos y latinos.

Poemas. Elegías.

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