Читать книгу El general se confiesa - Cesar Gavela - Страница 17
Оглавление“Oscuros nombres de nuestra historia, parejas misteriosas: yo sé muy bien que vosotros ya erais españoles antes de que España existiera. Yo siempre os tengo presentes y ahora venís a mí para que os confiera otra fuerza, otro modo de perdurar en la vida, la que solo los vivos pueden dar. Y yo lo hago con fervor y cercanía”.
“Porque mi tarea como caudillo enraíza en vosotros, grandes precursores a los que evoco desde la soledad de estos montes. Indortes e Istolacio, iberos que fuisteis crucificados por Cartago. Indíbil y Mandonio, catalanes fieros. A todos os encumbro desde mi lejanía. Defiendo frente al paso del tiempo vuestro heroico mandato”.
“Y tampoco me olvido de ti, Orisón. Tú, que lograste derrotar al poderoso Amílcar Barca, aunque la victoria no fue duradera. Pero en ella los toros de España, con teas en los cuernos, ahuyentaron a los elefantes de Cartago. El ingenio de Iberia está en ti, Orisón, el talento y el valor. También la terrible muerte”.
“Indíbil, Mandonio, Indortes, Istolacio, Orisón… Qué nombres poderosos. Qué vidas breves y lejanas. Pese a ello, con cuánta intensidad siento vuestra eternidad ahora. El peso de una muerte que está llena de vida”.
“¿Y tú, Viriato, qué me traes? Lo que yo daría por hablar contigo, por pasar una larga tarde mano a mano. ¡Cuántos hechos de guerra me contarías, hechos que siempre quise conocer ardientemente…! Me hablarías de tu bravura, de tu habilidad para aglutinar a tantas gentes dispersas. De tu valor para enfrentarte al ejército romano”.
“Yo te contaría, Viriato, cómo he continuado tu obra, tantos siglos más tarde. El mismo ímpetu que tú tenías para liberar a Iberia del invasor, el mismo anhelo, es el que yo he tenido para salvar a España de tantas y tan crueles amenazas”.
“Te diría cómo han cambiado los tiempos y lo que sucedió tras tu muerte. Todos los siglos que vinieron después de ti, con sus guerras y monarcas, sus épocas malas y las buenas. La fabulosa conquista de América, con sus oros y sus dones; la gigantesca empresa de la cristianización de todo un continente. Coincidiríamos en alabar el gran vigor que sale del pueblo cuando la patria está en peligro”.
“La tierra y los muertos, Viriato. A nadie nos debemos más que a ellos. Y por encima de todo, nos debemos al Ser Superior. Cuando tu vivías no había nacido Jesucristo, pero seguro que creías en un dios, en un cielo, en un orden, en una justicia universal”.
“Y quién sabe si tú, Viriato, pasaste por aquí un día y contemplaste esta sierra de Dalma que yo ahora miro: las mismas peñas, estos montes aislados pero no hostiles. Y algo nuevo te dirías a ti mismo entonces: una confidencia grave y fecunda mientras ibas acompañado de fieras y soldados. Caminabas por el corazón de la vida más verdadera, la que solo los ejércitos conocen”.