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“No sé por qué me hablo así desde que llegué a esta sierra, en la que nunca había estado antes. ¿Será que me voy haciendo viejo? ¿Será una señal del cielo? No lo sé y tampoco creo que pueda averiguarlo. Pero siento que necesitaba hablarme de esta forma antes de morir. Aunque espero que mi muerte esté lejana, que así lo haya determinado Dios”.

“Es un hablar interior, pero no como las demás veces. Es más libre, va saliendo como quiere. Y aunque no sé adonde pretende ir, estoy seguro de que no ha de entrañar peligro alguno para la patria. Porque yo vigilo siempre, por encima de cuanto digo y siento. Toda mi vida es un permanente estar alerta y eso no cambiará nunca”.

“Yo soy Francisco Franco Bahamonde, y como Franco existo mucho. Aunque nunca es suficiente porque España lo quiere todo de mí. La patria me conoce, sabe que yo siempre actúo con lealtad y determinación, también con astucia. Así debe ser porque soy el militar que está en la vanguardia, el primero de todos, el vértice. El que se jugó la vida, el que ganó su puesto en la historia, el que salvó a España, el elegido por Dios”.

“Bahamonde, sin embargo, es distinto, representa otra actitud. A mí me gusta esa hache, hice bien en ponérsela. Sin ella Baamonde suena a aldea y a monte, a campos y vacas. A una gente que ya no es, realmente, la de mi familia. Dejó de serlo hace muchos años. Generaciones”.

“La hache le da honor a la palabra, armonía al trazo. Bien lo sé yo, que soy pintor aficionado. Bahamonde evoca a personas que vivieron en la zona alta de la sociedad. No en la aristocracia, pero sí en el acomodo de las casas amplias, los muebles antiguos, las ropas suaves, los ademanes refinados. Algo que no estaba al alcance de Baamonde”.

“Bahamonde también significa resistir y hacerlo con absoluta fe en la victoria. Si Franco es el que ataca, Bahamonde el que aguanta el embate del enemigo, el del ánimo inquebrantable. Todo eso nos lo inculcó mi madre a mí y a mis hermanos. Aceptar cualquier sacrificio para poder llegar lo más lejos posible. Saber encajar las adversidades, ser educado, no ceder nunca. Y no decir la verdad cuando no conviene. Porque siempre es mejor callar que mentir. Aunque si hay que mentir, se miente cuando la meta lo vale. Eso último no lo decía mi madre, pero lo digo yo”.

“Si Bahamonde viene de mi madre, Franco viene de mí, y ya más borrosamente de mi abuelo. Pero no de mi padre porque yo soy muy diferente a él, en realidad opuesto. Él se apartó de los Franco, se hizo Nicolás solo. Mi padre era Nicolás, pero Franco soy yo. El apellido lo llevo y a la vez, lo ilumino hacia el pasado. Elijo quién sí y quién no. Tengo derecho a hacerlo”.

“Franco es la voz de la patria, Bahamonde la de mi madre pero ambas son lo mismo en mí. Esas voces hablan, estoy a sus órdenes. Nadie sabe lo que yo acato, por mucho que sea el generalísimo de los ejércitos. Porque un militar siempre manda tanto como obedece y el primero de todos también debe hacerlo: es el destinatario de las palabras de la patria”.

“Alguna vez he pensado que si mis apellidos hubieran sido al revés todo me habría sido más fácil. Creo que el general Bahamonde suena mejor que el general Franco. Bahamonde es distancia, lo que parece histórico. Pero tal vez me habría hecho ser menos eficaz. Bahamonde habría sido más clemente y eso es un peligro para el soldado. Porque la clemencia casi siempre significa debilidad y no fortaleza, por mucho que digan lo contrario los filósofos y otras gentes que desconocen el corazón de la milicia. Bahamonde sería algo más compasivo que Franco y precisamente por eso Franco es lo que yo tenía que ser. Franco está donde le corresponde, donde siempre ha estado. Ser compasivo es fácil, es dejar hacer. No serlo solo está al alcance de los valientes. No me refiero a la crueldad de los despiadados, sino a la responsabilidad de los cirujanos. A la energía precisa para extirpar los males de la patria”.

“Me gusta este hablar tan libre, tan nuevo para mí. Este caudal de palabras que vienen a diferentes horas, que traen asuntos diversos, que piden paso y que yo dejo que salgan como quieran, a su aire, cuenten lo que cuenten. Mientras contemplo el monte, los bosques, los dos valles estrechos que nacen en esta sierra: de una parte el norteño, más verde, cuyas aguas van al Cantábrico; de la otra el que va hacia el sur, más seco y claro, pero no menos hermoso. Y yo en el medio. Franco y Bahamonde”.

El general se confiesa

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