Читать книгу Hablemos de amor - Claire Kann - Страница 12

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—¡Ya he llegado! —dijo Alice.

Dejó caer su bolso en el sofá violeta, algo gastado, pero muy apreciado. Glory fue trotando a la puerta principal. Le maulló quejumbrosamente pidiendo comida mientras le daba cabezazos en las piernas.

—Ya lo sé, ya lo sé.

Hablar con la gata divertía mucho a Alice. Glory tenía personalidad. Transmitía sus deseos y sentimientos con una precisión pasmosa. Como cuando volcó su comedero verde con una mirada de desdén.

—No te pongas así —la regañó mientras ponía bien el comedero y lo llenaba—. A veces creo que solo me quieres porque te doy de comer.

Su cena fue una espectacular bolsa de palomitas que regó con una Pepsi Light. Alice quería evadirse con la quinta temporada de Supernatural y quedarse frita cuando le petaran los niveles de serotonina de tanto ver al tipo duro monérrimo y buenazo que era Dean Winchester. Hecha una bola en el sofá, arrebujada en una manta, se puso el primer episodio. Compartían los gastos de la casa, y había convencido a Feenie y Ryan para que se pasasen a la conexión a internet más rápida que hubiera. Los mensajes de «Cargando…» le hacían sentir una ira cataclísmica y la ruedita del búfer era su criptonita.

Dos episodios más tarde, Feenie llegó a casa con los brazos llenos de bolsas de la compra.

—¡Por fin! Madre mía, ya pensaba que iba a tener que acecharte desde detrás de estanterías solo para echarte la vista encima.

—Agradezco tu entusiasmo por mi bienestar —dijo Alice mientras Feenie se dirigía a la cocina.

—Alguien tiene que cuidar de ti.

—A todo esto, sabes que tanto tú como tus intromisiones están vetadas en la biblioteca, ¿verdad?

—¿Qué? ¿Por qué? —Feenie se rio.

—Sabes perfectamente por qué. —Alice pausó el episodio, soltó el móvil e ignoró la pregunta—. ¿Te ayudo?

—Ya está.

Feenie dejó las bolsas en la encimera de la cocina antes de intentar hacerse hueco entre el respaldo del sofá y Alice.

—Podrías sentarte a mi lado. —Alice frunció el ceño y le dejó espacio, de manera que apenas tocaba el borde del sofá.

Feenie le dedicó una sonrisa falsa y arrugó la nariz.

—¿Cómo te sientes? ¿Mejor?

—Sí, me he calmado. Un poco.

—Huy, eso no suena muy allá. ¿Crees que puedes charlar sin llorar o necesitas más tiempo?

—Estoy cansada, así que seguramente no puedo. ¿Qué me cuentas tú?

Feenie había dejado los estudios tras un semestre muy flojo en Bowen, había tenido una bronca gigantesca con Ryan por el tema (que casi los hizo romper) y en la actualidad se sentía prácticamente asfixiada por sus padres (aunque vivían a diez horas de distancia). Trabajaba de recepcionista en un local de piercings y tatuajes sin planes a largo plazo, aparte de casarse con Ryan cuando él se graduase.

—No tengo nada especial que contar. —Feenie se encogió de hombros.

El móvil de Alice sonó y apareció el nombre de Aisha en pantalla.

—¡Oye, devuélvemelo!

—No, ahora estás hablando conmigo. —Feenie tocó Ignorar—. ¿Qué quiere?

—Pues ahora, gracias a ti, querrá matarme.

Feenie se rio.

—Tranquila, cantaré algún himno religioso en tu funeral. Ya la llamarás luego.

—No es que quiera hablar con ella, pero iba a cogerlo.

—Ya lo arreglo, cielo. —Fue diciendo cada palabra mientras la escribía—: Querida… Aisha: Soy… la… favorita… de… Alice. Vete… a… cagar… una… hora…

—¡Ni se te ocurra mandar eso!

Alice se lanzó a por el teléfono. Feenie se apartó, pero gracias a la elasticidad del sofá, ambas acabaron en el suelo.

—Ay, mis tetas —se quejó Alice—. Quita.

Feenie se rio mientras se giraba hasta ponerse de espaldas. Lanzó el móvil por la alfombra y Glory empezó a juguetear con él.

—Pero ¿qué haces ahora? —Alice intentó alejarse a gatas.

—Fin. Fin de todo.

Feenie saltó sobre ella como un osezno que aprendía a luchar. Agarró bien a Alice por la cintura con los brazos, la giró y le inmovilizó las piernas con las suyas. Le dio tantos besos en la frente que era imposible contarlos. Alice soltó grititos que apenas sonaban a palabras antes de que le diera un ataque de risa.

—Eres mía y no me da la gana compartirte —dijo Feenie—. ¡Dilo!

—¡Que no, joder!

—Dilo o se vienen las cosquillas —la amenazó.

—Vale, tú ganas.

Feenie paró, pero entonces Alice dijo:

—No negocio con terroristas.

—Respuesta incorrecta.

Cinco minutos después, a Alice empezó a dolerle la tripa de tanto gritar/reír/llorar del ataque de cosquillas de Feenie.

—¡Vale! —dijo sin aliento—. Vale. ¡Te quiero más que a nadie!

—¿Tanto te costaba? —preguntó Feenie—. Te he hecho reír.

—Serás capulla… —Se enjugó lágrimas de la risa mientras intentaba recuperar el resuello.

—La mejor. —Feenie se tumbó junto a Alice, pero le dejó una pierna encima.

—¿Podemos volver al sofá?

—Aquí abajo hay más espacio. Oye, gata, tráenos una manta y almohadas.

Glory parpadeó desde donde estaba estirada, encima del móvil de Alice.

—Tendríamos que haber adoptado un perro —murmuró Feenie—. A ver, ¿por dónde íbamos? Cuéntame más del Takumi ese. ¿Asiático?

(Cualquier referencia a ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, por lejana que fuera, animaba automáticamente a Alice.)

—Japonés —contestó Alice—. Y ya me siento fatal por haberte llamado por eso. Me puse superridícula.

—No, no, no. Es algo que estaba esperando. Tengo un plan y voy a compartirlo contigo.

¿Cuándo había sido la última vez que había visto a Feenie tan emocionada por algo? Los ojos prácticamente le hacían chiribitas, como si fuera un dibujo de anime. Era una mierda que el desencadenante hubiera sido la crisis de Alice, pero menos daba una piedra; aceptaba los momentos que pasase con Feenie en la forma que fuesen.

—Bueno, cuéntame.

—Creo que va a ser una oportunidad perfecta.

—¿Para?

—Para acostarte con él, claro. Tienes que practicar sexo con él.

—Feenie. —Alice suspiró tan profundamente que le dolió el pecho. De todo lo que podía haber esperado que Feenie dijera, eso no entraba en su lista—. Voy a tener que obligarte a que dejes las drogas. Empiezan a afectar a tu pensamiento cognitivo.

—Tú escúchame —insistió Feenie—. ¿Porfa?

Alice exhaló y apretó los labios.

—Te escucho.

—Si te atrae Takumi, el sexo podría ser distinto. ¿Recuerdas lo decepcionada que quedaste otras veces?

Cada vez que Feenie sacaba el tema, el arrepentimiento le daba una colleja a Alice. Después de Sam, pero antes de Margot, Alice había empezado a pensar que se había iniciado en el sexo prematuramente y quizá debiera volver a probar. El resultado había sido un polvo de una noche con un chico llamado Louis para ver si igual se había equivocado.

No se había equivocado. Lo había elegido al azar (parecía bastante majo), se habían liado torpemente, él había conseguido que Alice tuviera un orgasmo y… eso era todo.

Alice había decidido que el sexo era como salir a correr. Ya podía decir todo el mundo lo estupendo y sensacional que era que, si no te interesa, prefieres emplear el tiempo haciendo maratones de Netflix con una caja de dónuts.

Alice había decidido que los orgasmos eran como los estiramientos de después de hacer ejercicio. En el momento te sentías genial, pero ¿quién se acordaba de ese estiramiento perfecto dos horas más tarde? Ella, desde luego, no.

—No estaba decepcionada. Simplemente se confirmaron ciertas cosas y me afectó más de lo que esperaba.

A decir verdad, Alice se había sentido aliviada, pero aún no había encontrado el modo de explicar por qué. No necesitaba el sexo para estar segura. Siempre lo había sabido.

—Sí, hay una palabra que lo define: decepción —dijo Feenie.

—En fin —añadió Alice, ansiosa por cambiar de tema, pues nunca iban a ponerse de acuerdo—, no sé si estoy preparada para algo así. Después de lo de Margot, me da la sensación de que no tiene sentido que me acueste con nadie, ni siquiera para hacer feliz a esa persona. No quiero hacerlo y ya está.

Feenie hizo un mohín; no estaba enfadada, solo estaba pensando.

—Déjame hacerte una pregunta —dijo al final—. ¿Saldrías con él?

—No lo conozco, no puedo responder a eso.

—Aún. No lo conoces aún. Esto ha pasado por algo. Como le gusta decir al amor de mi vida: El universo te está hablando.

—Odias que Ryan diga eso.

—Sí, pero no estamos hablando de mí. Hay algo en él que hace que te guste sin saber por qué. Creo que deberíamos investigarlo.

—¿Deberíamos?

—Vas a necesitar mi ayuda, por supuesto. Para empezar, tenemos que averiguar cómo llamar su atención. No sabemos mucho de él, así que tendrás que improvisar la primera semana o así. Empieza siendo tan encantadora como eres normalmente, infórmame de cómo va, lo analizamos y hacemos un plan para el día siguiente.

—¿Tengo que hacerlo cada día?

—Si es lo que hace falta… —Feenie se encogió de hombros—. Piensa en mí como tu coach sentimental.

—¿Y la otra cara de la moneda? ¿Y si nunca vuelve a pasar? ¿Y si es el último? Solo tengo una oportunidad, todo se va al garete, y yo vuelvo a sentirme insignificante y a pensar que hay algo en mí que no funciona. Al fin me siento equilibrada y no quiero perder eso.

Feenie le dio un golpe con el dedo entre los ojos.

—Ay, pero qué bruta. —Alice se frotó la frente.

—Para empezar —Feenie la señaló—, a ti no te pasa nada, todo funciona bien, no quiero volverte a oír decir eso. En segundo lugar, que te atraiga una persona no cambia necesariamente quién eres. Igual eres grisexual[5] en vez de directamente ace. Hay algo en la forma en que el código genético de Takumi ha dispuesto su cara y su cuerpo que atrae a tu química cerebral. Es deseo instantáneo. Disfrútalo tal como es.

Alice no creía que fuera posible querer más a Feenie de lo que ya lo hacía, pero en ese momento se dio cuenta de que sí. Desde luego, la sugerencia de que se acostase con Takumi era cuestionable. Sin embargo, no estaba sugiriendo que él fuera a curarla.

Grisexual.

A pesar de todo, Feenie reconocía que Alice seguía en el espectro en el que se sentía más cómoda.

—No es deseo como tal —dijo, y sintió que las palabras eran ciertas—. Es algo, pero no creo que sea eso.

—Pues vamos a asegurarnos del todo.

—Pero tengo muy mala suerte a la hora de salir con gente.

—La gente tiene una suerte de mierda constantemente. ¿Qué cojones te hace pesar que eres tan única y especial? —Feenie se rio, pero Alice no.

—Que yo lo anhelo más —dijo Alice en voz queda.

—Eso no lo sabes. —Feenie suspiró—. El rollo inspiraciones tipo Kumbayá no es lo mío, así que solo voy a decirlo una vez: no puedes permitir que una o dos malas experiencias te impidan ser feliz. Puede que sea con Takumi o puede que no, pero no lo sabrás si no lo intentas.

Con Feenie de su parte, las cosas no parecían tan desesperanzadoras ni de lejos.

Hablemos de amor

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