Читать книгу Hablemos de amor - Claire Kann - Страница 7
Voy a hacer como que no me has colgado, jovencita. Llama a tu hermana.
Оглавление—Mierda. Margot me odia o algo, mi madre prácticamente me escupe fuego y encima quiere que llame a Aisha, que me va a arrancar la cabeza. ¿Qué será lo siguiente? ¿Caerme y romperme los dos tobillos?
—Yo no diría esas cosas —advirtió Ryan—. No llames al mal tiempo.
—Solo digo que las desgracias vienen de tres en tres y va a pasar otra cosa. Lo presiento.
Se tumbó de espaldas en el suelo al lado de Feenie y se estiró, soltando un gruñido.
—Quiero a mi madre. Mis padres me cuidan bien. Quiero a mi madre. Mis padres me cuidan bien.
—¿Eso es un mantra o algo? —Feenie le dio un toquecito en la nariz—. ¿Si lo repites lo suficiente acabarás creyéndotelo?
—No, es algo que ya creo. Pero a veces me cuesta mucho no olvidarlo. —Se incorporó—. Entró en mi cuenta de estudiante para pagarme el curso de verano, a pesar de que quedamos en que lo haría yo.
Ryan la miró con extrañeza.
—¿Y qué?
—Es responsabilidad mía. Y ahora se ha mosqueado porque aún no me he inscrito ni he declarado mi especialización, cuando ninguna de esas dos cosas es de su incumbencia.
—Pero ¿no te ayudan económicamente? —Ryan alargó la mano para coger otra porción—. No acabo de ver el problema, Botoncito.
Sus padres le pagaban casi toda la matrícula. Lo que no le pagaban era para animarla a que se buscara un trabajo en vez de hacer el vago. Había encontrado un trabajo tranquilo en la biblioteca del condado y, por primera vez en su vida, había podido decirles que no necesitaba que le pasaran una paga. Odiaba explicar por qué su orgullo se disparó durante esa conversación. La mayoría de la gente no lo entendía.
Ella no era rica: sus padres eran ricos. Le dejaban clarísimo ese matiz cada vez que se pasaba de la raya. Cuando vivía en casa de sus padres, bajo su techo, siempre había tenido que acatar sus normas. Esperaban buena educación, buenas notas y que hiciera sus tareas. A cambio, le dieron la infancia que ellos nunca pudieron tener.
Pero ya no era una cría.
—Te lo acaba de decir —le espetó Feenie—. Era responsabilidad de Alice. Mamá J se ha pasado de la raya. Yo también me cabrearía. La intención no cambia cómo te hace sentir.
—Cierto, pero la intención era buena. No te priva de estar agradecida —replicó Ryan.
Alice inspiró hondo.
—Estoy agradecida, pero… Es que no creo que querer un mínimo de autonomía sea malo.
¿Cómo si no iba a aprender? ¿Esperando que llegase el hada mágica de la adultez para que le diera clases particulares?
—Si lo hiciera mi madre, yo no me quejaría —comentó Ryan.
—Bueno, pero como no es tu madre… —musitó Alice—. Y no es a ti a quien obligan a estudiar Derecho. Por mucho que me lo den gratis, no tengo ni la menor intención de estudiar Derecho. Ni de coña.
—¡Así se habla! —Feenie alzó su lata—. A la mierda las expectativas de los padres.
Ryan se rio.
—¿Y en qué quieres especializarte entonces?
—¿Puedo especializarme en televisión? Me gradúo en Netflixismo y hago un máster en Filminología.
Alice tomó el mando y le dio al botón de reproducir.