Читать книгу Hablemos de amor - Claire Kann - Страница 6
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La tarde se convirtió en un no parar. Ryan siguió su ejemplo y empezó a desempaquetar las cosas; sus veinte centímetros extra de altura eran muy útiles y tenía maña dándole al martillo. Feenie básicamente se dedicó a quejarse. Habían parado para comer, sentados en el suelo y usando cajas del revés a modo de mesas, y habían decidido ver una serie sobre una comisaría loca y llena de personajes hilarantes cuando sonó el teléfono de Alice.
(Una pizza grande: media con extra de queso, media con piña y bacon de verdad. No la cosa canadiense esa.)
(Es jamón. El bacon canadiense es literalmente jamón.)
—Son mis padres —explicó Alice mientras se levantaba y salía de la habitación—. Hola, mamá.
—¿Cómo estás? ¿Qué haces?
Su madre tenía una voz característicamente aguda al hablar y cantando era la estrella del coro de su iglesia. Nadie esperaba que cantase como lo hacía: como una princesa Disney en acción.
—Estoy bien. Desempaquetando las cosas. —Se preparó durante el silencio un pelín demasiado largo que se produjo.
—Me alegra que estés contenta, pero de verdad que no entiendo por qué no podías volver a casa a pasar el verano. Aún puedes venirte, cielo. Tu cuarto sigue preparado.
Alice se apoyó contra la pared mientras reprimía un suspiro.
—No, mamá, déjalo. ¿Cómo está Christy?
—Cansada y preocupada, pero va tirando. Nada fuera de lo normal.
—¿Y Adam?
—Se está haciendo el fuerte por Christy. Sé que le gustaría que estuvieras aquí en estos momentos.
—Mamá, por favor, basta. Ya me siento bastante mal.
Su hermano Adam y su esposa Christy estaban teniendo un primer embarazo complicado. Tenían pensado mudarse con sus padres para tener más ayuda, y para ahorrar algo en el alquiler y la guardería durante un tiempo. Christy salía de cuentas en octubre. Alice ya había escrito sus discursos para suplicar, implorar y ofrecer su pie derecho en donación para que le dejasen faltar a clase ese tiempo. Era imprescindible que estuviera presente cuando el bebé abriera los ojos por primera vez. Y cuando sonriera por primera vez. Y riera por primera vez. Tardase lo que tardase.
(Madre, qué ganas tenía de conocer a ese niño.)
—Puedes encargarte de decorar el cuarto del bebé. Seguro que Christy estaría encantada de que te hicieras cargo tú para no estresarse tanto.
—No puedo. Tengo el curso de verano, ¿recuerdas? Además, me encanta California y a California le encanto yo.
—Las clases en línea se pueden hacer desde cualquier sitio. Tu universidad no sabrá que estás a diez horas del campus. Esta mañana he consultado tu cuenta de estudiante…
—¡Mamá! Me prometiste que no lo harías. —Intentó que no sonase a queja, pero la habían pillado con el carrito del helado: tenía cero intención de asistir a las clases de verano.
—Quería pagarte las clases. ¿Por qué no te has matriculado aún? —preguntó su madre—. Y aún pone «especialización no declarada». ¿Recuerdas nuestra conversación?
No habían tenido ninguna conversación: su madre le había dado la brasa durante horas sobre el hecho de que las bases de un buen título en Derecho se cimentaban en las ciencias políticas. Alice provenía de una familia de abogados (su madre, su padre y su hermano) y políticos locales (su recién electa hermana, la alcaldesa Aisha R. Johnson). Las expectativas eran claras: Alice estudiaría Derecho.
(O la repudiarían.)
(Seguramente.)
(Vale, igual no, pero el castigo sería de órdago.)
—Estoy en ello. He estado liada. De hecho, lo sigo estando —dijo con un suspiro—. Te tengo que dejar, ¿vale? Voy a colgar. Te quiero, dale un beso a papá de mi parte, adiós.
Ryan había pausado el episodio mientras esperaban a que volviera.
(Eso sí, su ausencia no impidió que se jalaran media pizza. Y pensaba que ella comía rápido…)
—Menuda semanita llevo —se quejó Alice mientras le sonaba un aviso del móvil.