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1. LA INTERSECCIÓN

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En los discursos, la complejidad es frecuentemente invocada: ¿qué es lo que no es complejo? Pero la frecuencia de empleo deja un saldo de imprecisión y de ambigüedad. Para el habla corriente, complejo significa la mayoría de las veces «complicado»; el Petit-Robert lo define así: «Que contiene numerosos elementos difíciles de analizar». El lexema complejo insiste sobre la pluralidad y la heterogeneidad, «que contiene, reúne varios elementos diferentes». Para la semiótica greimasiana, el término complejo pertenece a las estructuras elementales de la significación: reúne los contrarios [s1] y [s2]. La semiótica en su conjunto ha ignorado este término que, por lo demás, cumple un gran papel en el pensamiento mítico (Mauss, Cassirer), el cual supera fácilmente la contrariedad.

Por lo que atañe a la lingüística y a la semiología, el motivo de la complejidad proviene del mismo Saussure (1974): «La lengua, por decirlo así, es un álgebra que no tendría más que términos complejos» (p. 205). Conviene añadir de inmediato que el término complejo está puesto en concurrencia: (i) con el de oposición: «[…] unidad y hecho de gramática no son más que nombres diferentes para designar aspectos diversos de un mismo hecho general: el juego de las oposiciones lingüísticas» (p. 205); (ii) con el de diferencia: «unidad y hecho de gramática no se confundirían si los signos lingüísticos estuvieran constituidos por otra cosa que no fueran diferencias» (p. 206); (iii) después de catálisis, con el término de relatividad:

[…] solo existen estas diferencias, y […] por eso mismo, todo objeto por el que se interesa la ciencia del lenguaje es precipitado en una esfera de relatividad, la cual escapa por completo y gravemente de lo que se entiende de ordinario por «relatividad» de los hechos. (Saussure, 2002, p. 66)

La expresión operativa de esa determinación se encuentra en el pasaje siguiente: «Pero siendo la lengua lo que es, desde cualquier lado que se la aborde, no se encontrará en ella nada simple; por todas partes y siempre, ese mismo equilibrio complejo de términos que se condicionan recíprocamente» (pp. 168-169). Saussure apela constantemente a la estructura, puesto que el término que sintetiza el enunciado analítico: «equilibrio complejo de términos que se condicionan recíprocamente», no es otro sino el de estructura, el cual en la pluma de Hjelmslev (1972) se convertirá en «una entidad autónoma de dependencias internas» o, en una palabra, una estructura (p. 27).

Si la interdependencia define la estructura, ¿cuál es el garante de la interdependencia? El capítulo noveno de los Prolegómenos a una teoría del lenguaje (Hjelmslev, 1971b) ofrece la respuesta:

Los «objetos» del realismo ingenuo se reducen entonces a puntos de intersección de esos haces de relaciones, lo cual quiere decir que solo ellos permiten hacer una descripción de los objetos, que no pueden ser científicamente definidos y descritos más que de esa manera. (pp. 40-41)

Sobre el modelo de la intersección de la categoría del verbo y de la categoría del nombre en las lenguas indoeuropeas (Cassirer, 1998, t. 1, cap. III, IV, § 3), consideramos el espacio tensivo como el lugar de intersección de la intensidad como suma de los estados de alma y de la extensidad como suma de los estados de cosas, dualidad que tomamos a su vez del subtítulo de Semiótica de las pasiones (Greimas y Fontanille, 1994)*. A fin de designar el resultado de la intersección de la intensidad y de la extensidad, proponemos el término tensividad2, que vale como antecedente imaginario que el análisis viene a resolver al proyectar en el enunciado magnitudes «que se condicionan recíprocamente».

Horizontes de la hipótesis tensiva

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