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El universo de Aristóteles

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Otros elementos de las enseñanzas de Aristóteles resonaron durante la saga de Galileo, pero su cosmología, su comprensión del universo, se convirtió en el punto de partida. Algunas de esas enseñanzas fueron anteriores a Aristóteles y se podían encontrar entre los babilonios, los egipcios y los pitagóricos, quienes sin duda influenciaron el pensamiento de Galileo, pero Aristóteles había desarrollado su propia comprensión sistemática de la estructura del universo, que la iglesia había adaptado y luego adoptado (al menos en parte) durante siglos.

Aristóteles dividía la creación en dos regiones distintas: la terrestre y la celestial. Enseñaba que la terrestre, todo lo que está debajo de la Luna, está compuesta por cuatro elementos básicos: tierra, aire, fuego y agua. Este ámbito sufrió cambios, decadencia, nacimiento, generación y corrupción. En contraste, el ámbito celestial, la Luna y más allá, permanecía eterno, sin cambios y perfecto. Las estrellas y los planetas estaban compuestos por un quinto elemento (del que obtenemos la palabra quintaesencia), conocido como éter. A diferencia de la tierra, el aire, el fuego y el agua, el éter era puro, eterno e inmutable.

Y aunque un grupo de leyes y principios gobernaban la esfera celestial y otro la terrenal, la celestial influenciaba en gran manera los eventos de la Tierra. El filósofo de ciencia Thomas Kuhn dijo, al describir la visión de Aristóteles: “La sustancia y el movimiento de la esfera celeste son los únicos compatibles con la inmutabilidad y la majestuosidad de los cielos, y son los cielos los que producen y controlan toda la variedad y los cambios en la Tierra”.50

En el sistema de Aristóteles, las estrellas orbitaban en círculos la Tierra, considerada la más perfecta de todas las formas geométricas. Visualizaba el universo mismo como 55 esferas cristalinas concéntricas, una anidada dentro de la otra, desde la más pequeña y cercana a la Tierra, a la más grande y lejana. Cada esfera cristalina, en la cual se hallaban los diferentes planetas y estrellas, rotaba a su propia velocidad constante alrededor de la Tierra, que estaba inmovible en el centro, como un punto en medio de tres anillos.

La centralidad e inmovilidad de la Tierra fue crucial para el cosmos de Aristóteles, y en su obra En los cielos debatía sobre la Tierra como el centro inamovible del universo. Aunque usó diferentes razones, un argumento fue que la Tierra debía estar en el centro de todo lo que existe, porque si arrojas algo al aire, esto automáticamente cae a la tierra.

Entonces Aristóteles escribió: “Es claro, entonces, que la Tierra debe estar en el centro y ser inmóvil, no solo por las razones ya mencionadas, sino también porque los cuerpos pesados arrojados con fuerza hacia arriba y en dirección recta, regresan al punto en el cual empezaron, incluso aunque sean arrojados a una distancia infinita. A partir de estas consideraciones, entonces, es claro que la Tierra no se mueve y no se encuentra en otro lugar que no sea el centro”.51

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