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Ptolomeo, Dante y Copérnico
ОглавлениеAparte de los problemas obvios que vemos hoy con este sistema, las personas en los días de Aristóteles miraban al cielo de noche y veían, con bastante facilidad, que las estrellas no se movían como deberían según este modelo. Las creencias y las suposiciones sobre las cuales se construyó esta visión no coincidían con el fenómeno. Era como si el mismo cielo no hubiera leído En los cielos. Por ejemplo, si las estrellas y los planetas orbitan la Tierra a velocidad constante y en círculos perfectos, ¿por qué algunos planetas en ciertos momentos detienen su movimiento, vuelven atrás y luego van hacia adelante nuevamente? La teoría de Aristóteles no explica fácilmente el movimiento retrógrado que se ve en el cielo de noche.
Sin embargo, con varias alteraciones y modificaciones, ese modelo geocéntrico de planetas y estrellas que orbitan en esferas perfectas a velocidades uniformes alrededor de una Tierra quieta existió hasta el siglo XVII (aunque a Roma le tomó hasta 1992 –359 años después de la condenación de Galileo–, cuando el Vaticano, bajo la conducción de Juan Pablo II, admitiera formalmente su error).52 La longevidad de esta teoría revela el poder propagandista de la tradición y el dogma científicos, incluso frente a poderosas evidencias contrarias.
Al mismo tiempo, pensadores de todas las épocas trataron de hacer que el modelo se ajustara a los hechos. En otras palabras: “Aquí está la teoría. Ahora logren que lo que vemos, los fenómenos, se ajusten a ellas”. Hoy, en especial en la biología evolucionaria, poco ha cambiado.
En el siglo II a.C., el astrónomo greco-egipcio Claudio Ptolomeo escribió un tratado de trece partes, el Almagesto, en el cual trató de describir mejor el movimiento del cosmos en un universo aristotélico con la Tierra como centro. Aunque revestía cierta complejidad, el sistema de Ptolomeo era una descripción matemática precisa (basada en el modelo de los cuerpos celestes que se movían en esferas perfectas alrededor de una Tierra inmóvil) de lo que los ojos de la tierra veían en los cielos. Y, hasta cierto punto, funcionó. Esto es, se podían hacer predicciones precisas basadas en la ciencia falsa que apoyaba el Almagesto, que ponía una Tierra inmóvil como el centro del universo. Si bien el libro se escribió alrededor del año 150 d.C., la influencia del Almagesto duró hasta los años 1600.
Anthony Gottlieb escribió “Ptolomeo fue el astrónomo más influyente hasta la revolución científica: su versión del universo de Aristóteles con la Tierra como centro permaneció sin ser cuestionada por 1.200 años”.53
Otro de los textos cruciales ni siquiera era científico, sino un poema: La divina comedia, de Dante Alighieri, escrita a principios del año 1300. Una narrativa épica extensa, el poema describe el tour de Dante por el infierno, el purgatorio y el cielo. Dante comienza en la superficie de la Tierra y luego desciende por los nueve círculos del infierno que están debajo de la Tierra, donde encontró escritas las famosas palabras “ABANDONA LA ESPERANZA SI ENTRAS AQUÍ”.54 Dante vuelve a la superficie, al monte del purgatorio (Purgatorio), cuya base está en la Tierra, pero su cima llega hasta el cielo. Finalmente, asciende al ámbito celestial (paraíso) de su universo aristotélico.
Con La divina comedia, Dante hizo con la poesía lo que Tomás de Aquino hizo con la filosofía: integró el cosmos de Aristóteles con la teología cristiana, poniendo a la Tierra inmóvil y a la humanidad en el centro de la Creación de Dios.
Richard Tarnas escribió: “El uso que hizo Dante de la cosmología Ptolemaico-aristotélica como base estructural para la cosmovisión cristiana se estableció en el imaginario colectivo, con todos los aspectos del esquema científico griego ahora imbuido de importancia religiosa. En las mentes de Dante y sus contemporáneos, la astronomía y la teología indivisiblemente unidas, y las ramificaciones culturales de esta síntesis cosmológica, eran profundas: porque si futuros astrónomos introducían cualquier cambio físico a ese sistema (por ejemplo, decir que la Tierra se mueve), el efecto de una innovación puramente científica amenazaría la integridad de toda la cosmología cristiana”.55
Y una Tierra que se mueve es, precisamente, lo que Nicolás Copérnico, en 1543, postuló con su De revolutionibus orbium coelestium [Sobre las revoluciones de las orbes celestes]. En esta obra de seis secciones (“libros”), Copérnico argumentaba sobre el movimiento circular de la Tierra alrededor de un Sol sin movimiento en el centro del universo. Aunque otros, como Aristarco de Samos (siglo III a.C.), habían debatido sobre una cosmología similar, Copérnico sabía que, debido a las implicancias teológicas de esta posición, podía estar apresurándose a entrar en un terreno en el que nadie había entrado antes. En la primera línea de su dedicación del libro al papa Pablo III escribió: “Fácilmente puedo pensar, Santísimo Padre, que tan pronto como ciertas personas se enteren de que, en estos libros míos, en los que he escrito sobre las revoluciones de las esferas del mundo, le atribuyo ciertos movimientos al globo terráqueo, inmediatamente alzarán su voz para quitarnos a mí y a mi opinión del escenario”.56
Si bien Copérnico no fue exactamente quitado del escenario (se hallaba en su lecho de muerte cuando su libro salió de la imprenta), en 1616 este tratado fue puesto en el Índice Católico de Libros Prohibidos; a pesar de su intento de apaciguar a las autoridades dedicando el material a nadie más que al mismísimo “vicario de Cristo”. Dieciséis años después de la prohibición, Galileo fue condenado por Roma por “haber creído y sostenido la doctrina (falsa y contraria a las Santas y Divinas Escrituras) de que el Sol es el centro del Universo y que no se mueve de Este a Oeste, y que la Tierra sí se mueve y no es el centro del Universo”; en otras palabras, la cosmología de Copérnico.