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Objeciones científicas

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Hoy en día es fácil burlarse de la ignorancia de los “antiguos” (en este caso, “antiguos” son los medievales), en especial sobre algo tan rudimentario como el movimiento de la Tierra. Después de todo, ¿qué es más obvio y de sentido común que la órbita anual de la Tierra alrededor del Sol y la rotación diaria sobre su eje? Pero desde la perspectiva de las personas en la Edad Media, el movimiento de la Tierra no era tan obvio como lo es para nosotros, a quienes nos han enseñado eso desde la niñez.

El filósofo Ludwig Wittgenstein (1889-1951), según cuenta la historia, preguntó a un alumno en los pasillos de la Universidad de Cambridge:

–Dime, ¿por qué las personas siempre dicen que era natural asumir que el Sol giraba alrededor de la Tierra, en vez de pensar que era la Tierra la que rotaba?

–Bueno, obviamente, porque parece como si el Sol girara alrededor de la Tierra –respondió el estudiante.

A eso, Wittgenstein siguió:

–Muy bien. ¿Cómo parecería, entonces, si la Tierra fuera la que girara?

El argumento de Wittgenstein revela una verdad importante, no solo sobre el asunto de Galileo, sino sobre la ciencia en general: la ciencia puede presentar buenas razones para creer teorías falsas. Mucha de la ciencia establecida fue luego desestimada, incluso a pesar de los años de datos de confirmación y pruebas de validación meticulosamente acumuladas por expertos que utilizaron las herramientas más avanzadas y las metodologías más aclamadas.

De hecho, las personas inteligentes y educadas en tiempos de Galileo tenían buenas razones “científicas” para rechazar las hipótesis de Copérnico. No se trataba solamente de religión o de Aristóteles, sino de ciencias y de las herramientas de la ciencia que ayudaban a justificar el rechazo inicial de la obra de Galileo, Diálogo sobre los dos máximos sistemas mundiales.

Para comenzar, ¿qué tiene la Tierra que sugiera que no solo gira sobre su eje, sino también orbita alrededor del Sol, así como que también viaja a través de la Vía Láctea a 792.000 kilómetros por hora? ¿Quién sintió alguna vez estos movimientos? Si la Tierra gira, ¿por qué las aves no son arrebatadas en la dirección opuesta a ese giro? O ¿por qué los objetos arrojados desde una altura caen en dirección lineal a un punto debajo, en vez de hacerlo a otro lugar dependiendo de la dirección de la rotación de la Tierra? Aunque incluso en tiempos de Aristóteles las personas tenían respuestas a estas preguntas, la idea de que la Tierra se movía parecía ilógica, irracional y contraria al sentido común para las personas de ese tiempo, tanto como hoy lo es la postura científica de que la realidad física está hecha, no de partículas subatómicas, sino de campos cuánticos.67

Otra poderosa evidencia científica en contra de Copérnico tenía que ver con la falta de paralaje estelar. Si la Tierra estuviera en una órbita vasta alrededor del Sol, su posición relativa a las estrellas cambiaría. Un ejemplo sencillo es poner el pulgar a unos 10 centímetros frente a la nariz y mirarlo con un ojo. Luego, cerrar ese ojo y mirar el pulgar con el otro. El pulgar parecerá haberse movido de donde estaba cuando se lo miró con el primer ojo. El cambio no tiene que ver con la ubicación del pulgar y sí con el lugar desde donde se lo vio. El argumento de Galileo era que, si la Tierra se movía, como lo decía Copérnico, la posición de las estrellas en un punto durante la órbita de la Tierra alrededor del Sol debería ser otra, seis meses después en esa órbita. A eso se lo llamó paralaje estelar y nunca fue observado. Esto sugería que la Tierra no se movía; pues si lo hiciera, la ubicación de las estrellas en el cielo debería ser diferente según los diferentes momentos del año.

Según escribió Marcelo Gleiser: “El problema es que las estrellas están tan lejos que la variación angular en la posición de la estrella más cercana es mínima, imposible de medir a ojo. El paralaje estelar, la prueba definitiva de que orbitamos alrededor del Sol, sería detectada recién en 1838 por Friedrich Bessel. Si la hubieran detectado los griegos, posiblemente toda la historia de la astronomía y la ciencia hubiera sido diferente”.68

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