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C6 En algún lugar del Mediterráneo, finales de abril

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Óscar estaba fascinado. Apenas había salido de la biblioteca en dos días. Había podido estudiar decenas de libros según los cuales había bestias que vivían escondidas al mundo, algunas completamente, otras solo salían para atrapar algún excursionista perdido y saciar su apetito.

En los montes Urales vivían los karlov. Vivían en cuevas profundas y en bosques espesos. No sabían el número exacto, algo que ocurría con casi todas las criaturas, solo sabían que cazaban excursionistas, habitantes de la zona, incluso militares rusos que hacían maniobras por la zona.

Su aspecto era monstruoso, medirían unos tres metros, cubiertos de pelo y con ojos negros y profundos, supuso que después de todo el yeti sí que existía, aunque le costaba creerlo.

En el desierto del Sahara vivían los maios. Moraban bajo las dunas en pequeños agujeros que ellos mismos construían. Eran seres delgados que vivían en comunidad, de un aspecto espeluznante, completamente blancos, con un solo ojo y una boca circular con infinidad de dientes. Cazaban a sus víctimas y las escondían en sus madrigueras, donde se alimentaban de ellas absorbiendo sus efluvios hasta dejar el cuerpo completamente seco.

Los yunos vivían en las selvas amazónicas, eran pequeños seres que vivían en las raíces de los árboles. En este caso se sabía que su número era elevado, lo que los hacía muy peligrosos. Siempre cazaban en grupos numerosos con venenos extraídos de la naturaleza. Sus presas favoritas eran individuos de las tribus que habitaban el Amazonas. Eran extremadamente sigilosos, su aspecto con esos dientes afilados y pelo espinoso hacía temblar a cualquiera.

Había decenas de seres como estos por todo el mundo, sobre todo en las zonas subdesarrolladas, montañas y bosques.

En los Cárpatos había un sinfín de túneles. En ese lugar habitaban unos seres medio humanos que, como en los casos anteriores, no eran simples animales, poseían una inteligencia y un dialecto, eran seres muy antiguos que habían conseguido vivir sin que nadie reparara en ellos. Habían conseguido llegar a ser mitos de leyendas populares. En estos túneles vivían los fresos, Óscar solo podía describirlos como unos orcos de Mordor. Habitaban los túneles donde componían una sociedad semicompleja. Solo salían para cazar y no lo hacían muy a menudo: se alimentaban de seres oscuros que vivían en lo más profundo de las cuevas, pero si algo apetitoso se acercaba a las lindes de sus puertas no dudaban en atraparlo.

Quizás los seres que más pánico le dieron fueran los arsar. Vivían en las grandes ciudades a la vista de todo el mundo, tenían vidas normales, con trabajos e incluso familias. Habían evolucionado tanto que habían adquirido el mismo aspecto que sus víctimas para pasar desapercibidos. Vivían en comunidades pequeñas y cazaban por todo el país en el que vivieran. Eran la principal preocupación de los romanos, sabían que su número estaba creciendo y que cada vez estaban adquiriendo más poder, pronto dejarían de vivir escondidos. Mostrarían su auténtica forma y someterían a la raza humana. Era un enemigo invisible que vivía entre nosotros alimentándose de nuestras vidas, deseos de una guerra.

Los romanos llevaban siglos cazándolos. Allá donde tuvieran pistas iban, investigaban y cazaban. A eso se dedicaba Lucius. Aún le costaba creer en todo aquello, pero si era verdad cualquiera estaba en peligro. Continuó leyendo, los arsar no son fáciles de matar, parece ser que tienen una fuerza extraordinaria y una gran velocidad, se le antojaba que eran como vampiros. Si los arsar eran reales quizás Bram Stoker se cruzó con ellos y le sirvieron de inspiración, aunque en aquellos libros no decían nada de que les afecte la luz del sol ni el ajo.

Óscar se levantó del sillón tambaleándose, demasiada información en tan pocos días, estaba sobrecogido con todo lo que había descubierto. No podía, más bien no quería creerlo, pero si así fuera le consolaba tener la amistad que estaba consolidando con Lucius. Desde luego, tenía que hablar con él de todo esto, pero no ahora, dejaría pasar unos días para digerir todo lo leído, que aun así era una muy pequeña parte de todo lo que escondía aquella biblioteca y era solo la biblioteca de un barco, no podía imaginar lo que guardarían en otro lugar.

Un sonido extraño alarmó de pronto a Óscar, seguido de unas palabras que no acertó a entender. Spirus se le acercó: durante el viaje Spirus no se separó de él, se le asignó la tarea de atender en exclusiva a Óscar durante el viaje.

—Hemos llegado, pronto desembarcaremos en el puerto de Equus, debería ir a su camarote y organizar su equipaje, Óscar.

Rápidamente Óscar se levantó para seguir el consejo de Spirus, el orden no era una de sus facetas y sabía que tardaría en recoger todo su camarote. Tenía hojas de anotaciones por doquier.

Un imperio eterno: Un viaje a las sombras

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