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LA PRÁCTICA INTEGRAL

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La práctica integral es una concepción surgida de la Psicología Integral, que procura brindar una respuesta efectiva al anhelo de reunir nuestra búsqueda trascendente con nuestras necesidades cotidianas.

La Psicología Transpersonal-Integral es la primera en la historia de la psicología académica y científica que reconoce la sabiduría milenaria de la humanidad, integrando dos grandes fuentes: las auténticas psicologías subyacentes en las grandes tradiciones espirituales de la historia y la psicología moderna.

Para esta escuela, la Biblia, los Upanishads, los sutras budistas, la cábala, el taoísmo, el sufismo o el misticismo cristiano, no son simplemente compendios de mitologías, creencias y dogmas, sino que, trascendiendo sus versiones míticas e incluso fundamentalistas, descubre en ellos complejos sistemas de psicología que brindan herramientas para la comprensión y desarrollo de la personalidad y para su trascendencia.

Existe en las tradiciones espirituales de la humanidad un profundo conocimiento que la psicología científica ha despreciado históricamente, pues no ha sabido diferenciar entre las formas patológicas de la pseudoreligiosidad y la auténtica experiencia espiritual.9

Por su parte, las tradiciones antiguas carecen por lo general de los aportes de la psicopatología y la psicoterapia, y por lo tanto sus dificultades aparecen cuando es preciso confrontar la sombra, los aspectos oscuros y por lo general negados de nuestra personalidad. Existen metodologías ancestrales para que una persona sana llegue a ser más sana y plena, y para evitar la enfermedad física y mental, pero la meditación no cura la neurosis ya instalada (aunque puede ayudar muchísimo), así como la psicoterapia no lleva a la iluminación (pero ayuda a dirigirse a ella). La Psicología Transpersonal-Integral propone la integración de estos dos caminos para llegar a la plena realización del Ser.

Aunque nos cueste aceptarlo, es preciso reconocer que una persona con desequilibrios mentales, que se dedique sólo a meditar, puede terminar agravando su enfermedad. No se puede prescribir sólo trabajo espiritual para una persona que no está equilibrada, así como no se puede prescribir sólo terapia para una persona que está buscando el camino de la iluminación; es preciso integrar ambas disciplinas. Para honrar esta mirada tendremos que ser humildes y aceptar que hay otros caminos y profesionales que pueden completar los nuestros y así servir mucho mejor a quienes nos consultan o aprenden a nuestro lado.

Somos una unidad bio-psico-socio-espiritual. El cuerpo (suponiendo que existe algo así en forma aislada) necesita comida, gimnasia, medicina física. La mente necesita conocer sus impulsos, sus instintos, su dimensión emotivo-afectiva, desarrollar sus facultades cognitivas y la posibilidad de relacionarse; y esto no se obtiene con la dieta ni con el trabajo espiritual aislándonos en la montaña. Para esto hay que “bajar al mundo”, y aquí es la psicoterapia la que logra los mejores resultados. Y albergamos una necesidad espiritual que requiere de un trabajo trascendente, como la contemplación, el yoga, el servicio, la oración y la meditación. Entonces ningún plano reemplaza al otro. El gran desafío de la Psicología Transpersonal-Integral, como lo afirma Ken Wilber, es “integrar a Freud con Buda” (o Cristo, Mahoma, Lao Tse o la sabiduría del Universo si así lo preferimos).

El ego y sus disfunciones (egotismo y neurosis) no pueden ser trascendidos simplemente porque se los condene y critique o mirando hacia otro lado, pretendiendo que no existen. El rechazo del ego y la incapacidad de contemplarlo, comprenderlo y de esta manera sanarlo y trascenderlo, no es más que otra de las lamentables consecuencias de la disociación entre las tradiciones espirituales y la psicología moderna. Mientras las grandes tradiciones místicas nos han aportado maravillosas revelaciones del reino del espíritu, la psicología occidental nos ha develado los misterios de buena parte del inconsciente. Sólo una mirada que integre ambas perspectivas podrá brindarnos la anhelada libertad.

Meditación primordial

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