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LA INTEGRALIDAD MAL ENTENDIDA

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Una cosa es integrar y otra muy distinta es mezclar indiscriminadamente. Una concepción muy errónea de la integralidad consiste en creer que basta con reunir alguna práctica corporal-energética, una emocional-relacional, otra práctica lingüística-cognitiva y algún ejercicio espiritual, para que un método pueda ser considerado integral. Este error es gravísimo y puede generar graves perjuicios a las personas que se acerquen a este tipo de propuestas.

Para que un conjunto de métodos y técnicas sea realmente efectivo no basta con que tome en cuenta todas las dimensiones de lo humano. Es preciso también que lo haga desde un núcleo conceptual en lo posible único, y si no, por lo menos, de diversos marcos que sean realmente factibles de ser integrados en una síntesis coherente.

Un ejemplo que suelo utilizar con frecuencia pues me parece muy ilustrativo, es si podríamos, por citar sólo alguna combinación, hablar de un “yoga psicoanalítico”. Aunque pueda parecer interesante introducir en una sesión de psicoanálisis algunos ejercicios de yoga, no podemos desconocer que el psicoanálisis y el yoga parten de concepciones de la naturaleza humana absolutamente incompatibles. Lo que para el yoga es la meta fundamental de la práctica: la unión con el principio universal, para muchos psicoanalistas consiste en una regresión psicótica, pues en general el psicoanálisis (salvo honrosas excepciones) nunca distinguió entre la unión que puede alcanzarse en los más altos niveles de la consciencia, con la fusión característica de los procesos regresivos patológicos.

La mera mezcla de técnicas sin considerar los modelos y los supuestos de los cuales provienen, puede llevarnos a propiciar prácticas confusas y en algunos casos hasta perjudiciales.

Para que una práctica pueda ser considerada verdaderamente integral debe estar arraigada en una concepción única y coherente del ser humano, de sus aspectos sombríos, de sus potencialidades, de sus rasgos saludables y patológicos y de todas sus dimensiones. Cuando los métodos surgen a partir de un mismo núcleo teórico, entonces son coherentes entre sí. Sólo a partir de esta integración podremos trabajar con el cuerpo, la emoción, el lenguaje y la trascendencia, con la confianza en que todo lo que hacemos es coherente y apunta en el mismo sentido. De lo contrario sólo estaremos haciendo una mescolanza que puede terminar produciendo lo contrario de lo que estamos buscando.

Aun así, es válido preguntarnos cómo se puede integrar todas estas prácticas en la agitada vida cotidiana, en la que caemos en la creencia de que apenas tenemos tiempo para lo urgente. La respuesta es muy simple: despertando la visión integral en las pequeñas cosas.

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