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Miedo escénico

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Se acepta por lo general que la ansiedad –la percepción de una amenaza– produce tensión en el cuerpo y puede crear toda clase de distracciones emocionales que nos sacan de la tarea que tenemos delante. Estos pensamientos irrelevantes para la tarea interfieren con la concentración y nos impiden ejecutar eficientemente un proceso que, en otras circunstancias, podríamos hacer con facilidad. Para un deportista de élite, esto podría significar la incapacidad de ejecutar una habilidad motora básica bien practicada y tomar buenas decisiones.

Si volvemos a nuestro ejemplo de arrojar una bola de papel a un cesto, ¿hasta dónde el público creciente y la presión financiera producirían en ti un estado emocional de poca ayuda? ¿Te habría ido bien o el brazo se te habría vuelto pesado y la mente llena de pensamientos inútiles? ¿Habrías entrado en un estado de ansiedad?

Esta clase de ansiedad puede manifestarse de muchas maneras, incluso podrías sentirte extremadamente cohibido y pensar una y otra vez cómo harías para arrojar la bola, además de los síntomas físicos habituales: taquicardia, boca seca y transpiración. Pero en su esencia, la causa es bastante simple: miedo al fracaso.

La palabra “fracaso” se ha convertido en un componente poderoso de nuestro lenguaje. Nos permite pintar las cosas en blanco y negro y, más allá de nuestros esfuerzos, nos resulta sencillo ver como un “fracaso” cualquier cosa en la que no tenemos un 100% de éxito. Visto de esta manera, el fracaso puede desencadenar toda clase de problemas: en el caso de la bola de papel, fallar el tiro podría tener repercusiones financieras reales, mientras que en un examen o una prueba, fallar o fracasar tienen una definición más clara. Pero “fracaso” puede significar diferentes cosas en otras situaciones e incluir muchos tonos de grises. Podría significar conocer por primera vez el grupo social de una pareja, estar nervioso y sentir después que no has hecho una buena presentación de quién eres. Podría significar presentarse a dar una charla en la escuela del vecindario y terminar con una clase llena de niños aburridos que juegan con sus teléfonos en lugar de escucharte.

No todos estos “fracasos” tienen consecuencias grandes o negativas. Algunos son experiencias de aprendizaje y la mayoría de las veces suele ocurrir que el “fracaso” en nuestra mente ni siquiera es detectado por los demás, que piensan que todo estuvo bien. Podrían decirte: “Estuviste muy bien. ¿Quién no estaría un poco nervioso e incómodo en un lugar lleno de gente extraña que básicamente te interroga?”. Esto causaría una sonrisa en un maestro experimentado y diría. “¡Bienvenidos a mi mundo!”.

Una vez más, todo esto apunta a nuestra percepción de una situación. Reforzamos negativamente nuestras opiniones subjetivas antes que una verdad objetiva. Y, lamentablemente, una vez que hemos percibido algo como fracaso, lo más probable es que estemos ansiosos por temor a que se repita. Muchas personas, entonces, buscan evitar la situación –evitar la posibilidad de fracaso.

En el terreno deportivo, nos referimos a jugadores y equipos que buscan evitar la derrota en vez de salir a buscar la victoria. Y cuando esta clase de pensamientos entran en juego, ejercen una clase de presión diferente, más difícil de manejar.

El principio de la presión

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