Читать книгу El principio de la presión - Dave Alred - Страница 21
Mantener la secuencia
ОглавлениеOtro gastado cliché en el mundo de los deportes se refiere al jugador cuya patada, tiro o lo que fuere parece suceder sin esfuerzo. La explicación habitual de esta destreza es el “timing”. Aunque sin dudas es una parte importante, hay otros factores involucrados relativos a la velocidad y a la habilidad de controlar los movimientos en vez de hacerlos en forma arrebatada.
Si te gusta asistir a un torneo de golf, incluso si te llevan a la rastra al día de golf de la empresa, considera la diferencia entre la fluidez y suavidad del swing profesional y un novato que trata de golpear la pelota tan fuerte como puede. El novato usará sus brazos y muñecas en busca de generar potencia y la mayoría de las veces atropellará la pelota hasta cierto punto. El profesional, en cambio, con la parte inferior del cuerpo estable, al principio llevará hacia atrás el palo trazando un amplio arco mientras gira la cintura y crea tensión en la columna vertebral, dándole la espalda al objetivo. El swing a la pelota comenzará con un movimiento de piernas, luego la columna se desenrolla mientras los brazos descienden en arco y las muñecas sueltan el palo sobre la pelota que sale disparada a más de cien kilómetros por hora. Ninguno de esos movimientos es, en sí mismo, rápido, pero la suma de ellos produce aceleración y una velocidad sin esfuerzo aparente. La diferencia reside en la secuencia de los eventos individuales que configuran el swing.
En 2002, David Rath del Australian Institute of Sport realizó una investigación sobre el drop punt (la volea) en el fútbol australiano, en la que construyó una interpretación visual precisa de la secuencia de patada que produce la mayor velocidad –una herramienta que puede ser aplicada a otros deportes, como cricket, fútbol, rugby, arrojar la jabalina… y la lista sigue–. Rath sostiene que el principio básico detrás de una secuencia efectiva consiste en utilizar el grupo de músculos mayores para comenzar un movimiento, luego poner en juego el siguiente en tamaño y luego el que le sigue, para terminar con los más pequeños. Imagina que estás en un tren que viaja a 80 km/h. Corres por el pasillo a 8 km/h, lo que significa que en realidad estás corriendo a 88 km/h. Mientras corres, arrojas una bola que viaja a, digamos, 40 km/h. Teniendo en cuenta tu velocidad y la del tren, la bola entonces viaja a 128 km/h. De manera similar, cuando un lanzador rápido de cricket suelta la bola, su velocidad de carrera se alía con la de su columna y luego con su brazo y por último con la de su muñeca para determinar la velocidad de la bola.
Esta secuencia puede ser aplicada también a muchas otras cosas más allá de los deportes. Para levantar un objeto muy pesado, doblas las rodillas para usar las piernas, el grupo muscular más fuerte, enderezas la columna y solo entonces usas los hombros y los brazos como soporte.
Para que la secuencia tenga el mayor impacto resulta esencial que cada movimiento comience cuando el movimiento que lo precede haya alcanzado su velocidad máxima. Volviendo al ejemplo del tren, si comienzas a correr demasiado pronto y el tren viaja a 60 km/h en ese momento, aun si hicieras un esfuerzo extra para correr 10 km/h y arrojaras la bola a 45 km/h, solo serías capaz de lanzar la pelota a 115 km/h. Vemos esto con los novatos en cricket y en golf cuando comprometen los otros elementos de la secuencia y quieren lograr toda la potencia mediante los brazos. Solo cuando eres competente en la secuencia de eventos puedes lanzar, patear o golpear una pelota con muy poco esfuerzo aparente pero con mucha velocidad.
De todos modos, hasta un profesional experimentado puede tener problemas de secuenciación cuando está bajo presión. La rigidización y acortamiento de los músculos producto de la presión puede, como ya hemos señalado, comprometer la acción de un deportista. Cambia el movimiento y entorpece la secuencia, que entonces deja de ser tan eficiente. En vez de revisar su secuenciación desde la base, como suele hacerlo un artista, la persona afectada por la presión tiende a concentrarse en las extremidades –brazos y piernas– y, como resultado, se desequilibra y pierde tanto el control como la precisión. En efecto, vuelve a ser como una principiante que trata de derivar toda su potencia de las piernas –en caso de un pateador– o de los brazos –si se trata de un lanzador, golfista o tenista–. Una ruptura en la secuencia produce un comportamiento de novato, lo cual torna muy ineficiente a cualquier jugador.
En 2014 trabajé con cinco pateadores de élite del rugby: los ingleses Jonny Wilkinson (Toulon) y George Ford (Bath); los irlandeses Johnny Sexton (Racing Metro 92 de París) y Paddy Jackson (Ulster); y el galés Rhys Patchell (Cardiff). Cada uno de ellos estaba bajo presión por distintas razones.
Cuando un jugador bajo presión quiere pegarle fuerte a la pelota, tiende a patear a la pelota, en vez de patear a través de ella. Les pedí a los jugadores que visualicen un arco en el aire –que sería la estela dejada a su paso por el pie del pateador– que empezaba de color verde y, a medida que aumentaba su velocidad, se volvía amarillo, luego naranja y, por último, en los últimos treinta centímetros, cundo alcanzaba su mayor velocidad, viraba al rojo. Pero lo más importante era que esta “zona roja” ocurría más allá de la pelota, no antes. Los cinco jugadores manifestaron que esta imagen les resultaba de ayuda para mejorar su patada a través de la pelota, en vez de a la pelota, y así mejorar su control, potencia y precisión. Al final, se veía como una acción sin esfuerzo, a pesar de que invirtieron mucho trabajo para lograr que esa fuera su secuencia.