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INTRODUCCIÓN Bajo presión

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Al final de una larga y agitada semana de trabajo, has completado por fin el informe. Juntas todas las notas arrugadas que te sirvieron de apoyo en los últimos días y haces con ellas un bollo de papel antes de reclinarte otra vez en tu silla, desde donde lo arrojas hacia el cesto que está en la otra punta de la oficina.

¡Doble! Te felicitas por el tiro perfecto. Todo el mundo es un campeón cuando nadie lo mira.

En eso Juan, un colega, entra con una sonrisa maliciosa. “Una libra a que no lo haces de nuevo”, desafía.

“Acepto”. No hay mucho en juego, tu confianza está en alza y el tiro es posible. Apuntas…

“Eh, apurado, no tan rápido”, interrumpe Juan. “Hagámoslo un poco más interesante”.

Cuando se asoma al pasillo, convoca a todos los demás compañeros del piso y les ofrece apostar. Les dice que es dinero fácil, que nunca volverás a acertar desde seis metros. En minutos, en la oficina hay más gente que nunca y el jarro con el dinero de las apuestas está hasta la mitad. Pero no termina ahí.

En su nuevo rol de corredor de apuestas, Juan hace correr la voz –y las noticias viajan rápido. Antes de que te des cuenta las cosas están fuera de control: la oficina atestada, gente parada en los pasillos y contra las ventanas y las apuestas suben rápido.

“Apuesto cinco”, grita uno.

“Anótame diez”, vocifera otro.

A esa altura ya no puedes retirarte, así que aceptas todas las apuestas. Hasta el CEO interviene, agitando un billete de 50 seguro de que no lo lograrás. La charla es incesante, la tensión crece y el pozo rebalsa un poco más de 1000 libras hasta que Juan decide cerrar las apuestas y, como un umpire de Wimbledon, llama a “Silencio, por favor”.

El rumor desciende. Todas las miradas se clavan en ti. Un tiro para la gloria.

Tomas el bollo de papel –lo sientes extraño entre las palmas– y lo aprietas más, mientras piensas cómo hacer mejor el tiro y qué pasaría si no aciertas. ¡1000 libras! Sientes las manos frías y húmedas, el pecho tenso, el corazón desbocado.

Las miradas de tus colegas te perforan. Este es el momento: el hoyo de la victoria en la Ryder Cup, el penal de último minuto en la final de la Copa del Mundo. Tu oportunidad de hacer historia en la oficina.

Con la boca seca y el estómago hecho un nudo, balanceas el brazo hacia atrás. ¿Cómo fue que lo hice antes? Tratas de visualizar el bollo entrando al cesto mientras llevas el brazo adelante y sueltas la bola de papel, que deja atrás tu mano, y todo el mundo contiene la respiración mientras sigue el arco que dibuja en el aire…

El principio de la presión

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