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La presión definida

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Todos tenemos nuestra definición de presión. Para algunos es la presión de entrevistarse con un nuevo cliente en el trabajo. Para otros es el estrés de llevar adelante su propio negocio. Muchos sobrellevamos la presión de combinar largas horas de trabajo con ser un buen padre o madre en casa y todos conocemos bien la presión de que las cuentas cierren. Pero no solamente podemos identificarnos con esta clase de presión objetiva y seria. Podemos sentir presión cuando conocemos a alguien por primera vez, ya sea en el trabajo o en una ocasión social, incluso hay momentos en que podemos sentirnos agitados por algo que nos parece una tontería, como esperar a que lleguen los invitados a nuestra propia fiesta de cumpleaños. Podemos sentirnos bajo una enorme presión por hacer las cosas bien cuando emprendemos actividades como correr una maratón o actuar en un evento que nos importa –ya sea un torneo de fútbol 5, una obra de teatro local o incluso acertar una bola de papel en un cesto–. La presión puede crear un tipo de sufrimiento muy personal.

Pero aunque signifique diferentes cosas para diferentes personas y pueda afectarnos de muy diversas maneras, todos reconocemos sus efectos en nosotros y los demás. Las personas bajo presión casi siempre traslucen síntomas. Algunas son mejores que otras para manejarlos u ocultarlos, pero sabemos reconocer sus marcas. Y fuera de nuestro círculo social, cuando miramos deportes, películas y programas de televisión, podemos verla delante de nuestros ojos, sus señales nos resultan familiares, tanto en el jugador que busca meter la última bola negra para ganar el campeonato mundial de snooker, como en el héroe de acción que busca desactivar una bomba –y todo porque sentimos presión en nuestra propia vida, aunque por lo general en un escenario más modesto y en circunstancias menos peligrosas–. Los deportes y las películas magnifican las tensiones que ya conocemos a través de nuestra experiencia de primera mano.

Presión significa algo diferente para cada uno, ¿cómo podemos, entonces, comenzar a definirla con claridad para que todos podamos entenderla? Podríamos pensar en el diccionario como un buen punto de partida, pero no nos resultaría difícil perdernos en medio de las diversas definiciones que no representan el núcleo de lo que sentimos cuando nos enfrentamos a la presión. Allí es donde deberíamos dirigir la atención. Lo que nos concierne son los efectos de la presión, aquellos que nos inhiben. ¿Cómo es que algunas personas logran un gran rendimiento en el momento que importa mientras que otras se derrumban visiblemente ante el esfuerzo?

Ansiedad, aceleración del ritmo cardíaco, sudor, sentir los hombros o el cuello “duros”, dolor de cabeza, cosquilleo en el estómago y náuseas son solo algunos de los síntomas físicos que podemos experimentar como resultado de la presión. Los efectos mentales también pueden ser pronunciados: la confianza, concentración, memoria, control de las emociones, toma de decisiones, sentido de perspectiva, capacidad para mantenerse presente en el momento, todo puede verse comprometido cuando estamos bajo presión y nos impide hacer cosas que podríamos manejar con facilidad en un entorno más relajado.

Los deportistas de primer nivel experimentan estos efectos igual que cualquier otra persona y en el ámbito de los deportes profesionales abundan expresiones como “miedo escénico” y “ahogarse”. De todos modos, los deportistas han aprendido, mediante algunos de los métodos que describiremos en este libro, a manejar estos efectos mejor que nadie –desempeñarse regularmente delante de miles de espectadores suele producir esto en las personas. Pero todo el que ha visto una definición por penales sabe que nadie es inmune a la presión –ni siquiera los mejores.

La presión se cobra lo mejor de cada uno en algún momento. ¿Quién de nosotros puede decir, honestamente, que no ha rendido bien en algún examen, entrevista, compromiso social o en el trabajo debido a los nervios? Cuando hacemos alguna de estas cosas, ya sea por motivos profesionales, sociales o simplemente por supervivencia, la presión inhibe y desafía nuestra capacidad para tomar decisiones. Entonces, para los propósitos de este libro, vamos a adoptar una definición clara y simple de la presión, a sabiendas de que el problema no es la presión en sí sino el impacto que tiene sobre nosotros:

PRESIÓN: interferencia con la capacidad de concentrarse en un proceso, consciente o inconscientemente, provocando un deterioro en la técnica y una merma en el nivel de rendimiento.

De esta manera, en el esfuerzo por hacer caer el bollo de papel dentro del cesto en la oficina, la presión surge de (a) el pensamiento de perder mucho dinero (había más de 1000 libras pendientes del resultado); (b) tener que rendir frente a un grupo grande de personas, muchas de las cuales no conoces; y (c) tener que rendir delante de tu CEO –es decir, la presión de ser capaz de rendir bajo presión.

Que te haya ido bien cuando pensabas que nadie te veía no significa mucho cuando estás delante de una multitud. No tenías práctica real en estas condiciones, ni un proceso consciente ni una técnica aprendida que te dieran mejores chances de éxito. Tienes que acertar en el primer intento.

El principio de la presión

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