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Desayuno

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No te arrepientas nunca, de haber comido demasiado poco.

Thomas Jefferson

¿Cuántas veces escuchamos y leímos que el desayuno tiene que ser la comida más importante del día? La vieja consigna de «desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo». Hace aproximadamente veinte años que había expuesto este tema en mi libro Y si comieras y adelgazaras, ¿qué harías? Ahora que estamos hablando de historia y de la evolución de las especies, lo cual parece estar relacionado con la involución de nuestro «sentido común», sacrificado por un acatar sin ningún tipo de fundamento.

Todo el fundamento de por qué no se debe desayunar ya fue hartamente explicado en libro anterior, así que para no ser tan repetitivo intentaré tocar solo los temas en este capítulo concernientes a la parte evolutiva de nuestra especie, obviamente salteando los eslabones perdidos.

Estábamos en los albores de la humanidad, un millón y medio de años antes de Cristo, antes de que el primer «Da Vinci» pintara un búfalo en una de las cuevas de Altamira, en España, o en Lascoux, en Francia. Apenas había conocido el fuego y ya se estaba enfrentando a la oscuridad de la noche. Cuántos desafíos tenían aquellos hombres, recuerdo que, cuando mi hijo tenía seis años, todavía quería dormir con una luz encendida en el cuarto. Qué hizo la oscuridad en nuestros genes que todavía causa miedo al dormir. Cuando se va el sol aparecen los muertos y los espíritus de nuestros ancestros y nos despiertan de nuestros descansos para fastidiarnos el sueño. Nos demoramos millones de años en resolver ese problema —hasta que empezamos a manejar el fuego—, pero, sin embargo, todavía tenemos miedos. Mi hijo no tiene bestias ni enemigos de otras tribus y no sabe lo que son los espíritus, ¿por qué entonces tiene esas reacciones? ¿Será que las emociones también dejan un trazado genético en nuestro ADN? Honestamente, no tengo ni idea, simplemente me hago preguntas que no logro resolver tan fácilmente. Uno de por allí me puede decir que es «normal» tenerle miedo a la oscuridad, y yo le pregunto: ¿por qué? Hay animales que le tienen miedo a la «luz» desde siempre y también es normal. Nosotros nos vamos institucionalizando en sociedades, asumiendo un montón de emociones ajenas a nuestra experiencia como si fueran normales y, sin embargo, no tienen por qué serlo.

Así que, vayamos a esos hombres que vivían en las cavernas con solo una finalidad en la vida, simple y clara: «sobrevivir». Nosotros que ya estamos viejos, pues ya asumimos los millones de años de evolución humana, queremos otras cosas más allá de sobrevivir. Nos cambió la mente, a pesar de seguir sintiendo miedos nocturnos, quizás maduró en algunas cosas, pero nuestro cuerpo no cambió lo suficiente. Nosotros veníamos de aquella ameba y tuvimos cientos de millones de años para llegar a sentarnos frente a la caverna y meditar cómo «sobrevivir» ese día. Habíamos desarrollado una musculatura monumental, de ahí la concepción de las dietas «paleolíticas» que justamente aplican el mismo principio del sentido común de las especies.

Vamos a poner un poco las cosas en orden, el primer hombre que aparece en la Tierra es el paleolítico, el hombre que solo conocía la «piedra» —en realidad, la palabra paleolítico deriva del griego, de dos palabras, palaios que significa «antiguo» y lithos que significa «piedra» y es el periodo más largo de la existencia del ser humano. De hecho, ocupa el 99 % de la misma. El ser humano normal, como lo conocemos actualmente, está en menos del uno por ciento de toda la evolución de la especie. Sin embargo, los cambios más drásticos que ha tenido nuestra especie se han hecho en el último instante de la misma, saltándose todos los eslabones genéticos que tanto trabajo tuvimos para formar—.

Para que se hagan una idea más clara de lo que les estoy comentando, el período Paleolítico se puede subdividir en tres:

- El Paleolítico inferior, ubicado entre 2,85 millones de años hasta 250 000 años antes de Cristo. El hombre en este período seguía viviendo en cuevas y es en el cual los investigadores dicen que descubrieron el fuego.

- El Paleolítico medio, que va desde el 250 000 a. C. hasta el 30 000 a. C., es en este período en el que también aparece el Neandertal, otra especie que pensaba más, y es cuando surgen por primera vez las armas para la caza. Observen cómo son los cambios, pasan de millones a miles de años, mientras que, ahora, los cambios son en segundos.

- el Paleolítico superior, que va desde el 30 000 a. C. hasta el 10 000 a. C., cuando aparece una nueva especie llamada Cromañón. Coincidirá también con el comienzo del período Mesolítico y una lluvia de nuevas culturas por todo el globo terrestre, con dioses que vienen del cielo para enseñarnos lo que no podíamos aprender de la evolución de millones de años. Nos van a enseñar todo junto de un día para otro —a escribir, a contar historias, la agricultura, la música y la arquitectura—. Aparecerán los reyes y los esclavos, aparecerán las colonias y las colmenas humanas bajo un solo líder que sigue el consejo de los dioses.

Íbamos tan bien y aquí nos encontramos con uno de los choques evolutivos más impresionantes, aparecen especies de la nada, con un control y manejo de armas, música, agricultura, etc., que desconcierta a todos los investigadores que venían observando, al igual que Darwin, como nuestros ancestros se iban modificando de a millones de años.

Y es aquí donde, después de millones de años de levantarnos y correr por nuestra comida, pasamos supuestamente a desayunar para salir a trabajar. El desayuno tiene como mucho inserto en nuestra evolución menos de 10 000 años. Ustedes se preguntarán: y eso, ¿qué tiene que ver?

Pues que para cada cambio nutricional tendríamos que modificar también nuestro sistema digestivo. Ya que este fue diseñado o, mejor dicho, creciendo como el resto de los animales que comían una sola vez al día. Y la comida que comían no era el desayuno justamente, era la presa del día, y punto.

Por lo tanto, si queremos seguir con las reglas de los órganos que tenemos dentro de nuestro cuerpo, respetemos su evolución genética, que para un mínimo cambio se precisan cientos de millones de años. Apenas hemos llegado a los 10 000 años como para adaptarlo a tan vertiginoso cambio de incrementar las dosis o ingestas de comida.

Obviamente, de nuestra historia solamente sabemos a partir del momento en que nuestros ancestros comenzaron a escribir y dejar testimonios. Hay que tener en cuenta que esos testimonios eran historias de cosas que habían pasado en los albores de sus tiempos, cosas que les contaron sus padres y los padres de sus padres hasta que por fin fueron escritas. Si nuestra propia historia presente, que vemos en los informativos día a día, la misma historia puede ser contada de tantas maneras diferentes, imaginen cuando se le pone la variable del tiempo milenario en que ocurrieron las mismas y cómo, posiblemente, el mismo hecho pudo cambiar, mutar o modificarse hasta ser escrito por fin.

Sin embargo, volviendo un poco a nuestro tema, tenemos que entender que en el Paleolítico no se escribía, solamente se luchaba por subsistir, proteger a la manada e intentar multiplicarse.

Uno se despertaba, estaba con su familia escondido en la madriguera de una cueva y tenía que salir a buscar comida. Durante millones de años salimos a buscar para tener la primera comida del día. Que hoy podemos llamar DESAYUNO —que conlleva dos palabras: la palabra Dis que es «perder» y Ayuno que es «no comer». No significa que el desayuno se consumiera cuando se levantaba, sino que era al revés. El cavernícola se levantaba y salía corriendo, haciendo ejercicio, a buscar la comida para su familia. Lo primero que hacía el hombre era el ejercicio y luego, obviamente, comía. ¿Ven lo que les quiero decir?

Tendríamos que seguir nuestra rutina digestiva paleolítica, no olvidemos que es el 99 % de lo que somos. Por lo tanto, no tenemos que desayunar, no estamos diseñados para comer por la mañana, sino que, solamente, estamos preparados para hacer ejercicios o, como bien decía en mi libro Y si comieras y adelgazaras, ¿qué harías?, es el momento que el cuerpo tiene para expulsar las toxinas y cenizas de las combustiones internas de la digestión del día anterior.

Así como hace tantos años, cuando aún no había alternativas para sustituir la leche de los desayunos de los niños y habíamos puesto la leche vacuna en la picota. Dedicándole todo un capítulo a los inconvenientes que nos causaba la leche en nuestra salud. Hoy ya tenemos muchas alternativas donde podemos colocar bebidas como si fueran la antigua leche de nuestros abuelos. Tenemos la leche de avena, la de arroz, la de soja o la de almendras, por ejemplo.

La leche de almendras contiene numerosas propiedades que favorecen con mayor énfasis durante el crecimiento y la adolescencia de un niño. Dicha leche es totalmente natural, vital y equilibrada, no está compuesta por ninguna clase de conservantes ni aditivos y posee menos gluten o lactosa. Además, comparte propiedades afines con la leche de soja y, debido a esto, su contenido en calcio vegetal es indispensable durante las primeras etapas de la vida.

Es importante mencionar que no solo la leche de almendras favorece el desarrollo de las personas si no que los beneficios que posee son buenos para las personas que sufren de celiaquía, intolerancia a la lactosa o incluso aquellas personas que no consumen productos de origen animal.

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