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Ayuno Paleolítico

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El 70 % de nuestros alimentos corrientes, refinados, sofisticados, alterados y edulcorados, apresuran… la muerte.

Dr. Lomba

Le puse este nombre porque, seguramente, a muchos les va a llamar la atención y se preguntarán qué querrá decir eso. Pues en realidad está inspirado en muchas costumbres religiosas y culturales.

Obviamente, el ayuno paleolítico está muy lejos de ser un ayuno en sí. Pero los antiguos cristianos lo practicaban en los viernes santos, cuando decían que estaban haciendo ayuno y lo que hacían era simplemente limitar la ingesta de proteínas. Igual que en la actualidad de Etiopía, cuando dicen que hacen un día de ayuno, simplemente no comen carne y basan su alimentación ese día en vegetales.

Ahora bien, si vamos a su etimología, la palabra ayuno viene del latín que quería decir «vacío», de ahí que la primera ingesta del día, era romper ese vacío y por eso el nombre «Des-ayuno», romper el ayuno. Esto pasa en el inglés también, pues fast es ayuno y Break-Fast es romper el ayuno. Pero la palabra ayuno es «vacío» y en el «vacío» no hay comida de ningún tipo. Por eso está mal llamado el ayuno de los etíopes, cuando dicen «comida de ayuno», ya que es una contradicción que en el vacío haya algo.

Pero una forma de ayuno intermitente es un día completo sin ingestas y luego otro día comiendo normal. Esto mismo es lo que está explicado en el libro Y si comieras y adelgazaras, ¿qué harías?, ya que se expone como solución para el famoso día D. O luego de un fin de semana, es lo que se explica de un ayuno semanal por ejemplo todos los lunes.

Cuando los médicos se cansaron de gritar que el ayuno hacía mal, que quemaba la masa muscular, que debilitaba el funcionamiento neuronal, que producía envejecimiento precoz… En fin, todas esas cosas que se les ocurrían arbitrariamente fruto de su ignorancia en el tema específico y como fatales socios de la humildad, donde el «ego» sale a gritar o a defender sobre lo que ellos no tienen ni idea. Al darse cuenta de que el «ayuno» en la medicina continuaba ganando terreno, inmediatamente comenzaron a hacer lo que tenían que haber hecho desde el principio antes de hablar: investigar.

Ya que el método experimental, el mismo donde se forman los científicos, es el siguiente, primero hago el experimento y luego digo mis conclusiones, y no al revés. Como venían haciendo estos médicos, explicando sus creencias o sus suposiciones basándose absolutamente en ningún caso específico o empírico y, por lo tanto, violando el principio científico del método experimental.

Hoy ya nos hablan, por ejemplo, en el Instituto Nacional Politécnico de México, donde dicen que el ayuno intermitente en respuestas adaptativas celulares reduce el daño oxidativo e inflamación, optimiza el metabolismo energético y refuerza la producción celular. El estudio mostró que en eucariotas inferiores el ayuno crónico extiende la longevidad, en parte, por una reprogramación de las vías metabólicas y de resistencia al estrés (hormesis). En roedores el ayuno intermitente demostró proteger contra la diabetes, cánceres, enfermedades del corazón y neurodegeneración, mientras en humanos ayuda a reducir la obesidad, hipertensión, asma y artritis reumatoide.5 Ahora bien, lo que tenemos que puntuar aquí es que porque lo diga ahora el instituto politécnico no significa que todas las cosas que no diga no sean verdad. Ya que le falta mucho recorrido para ponerse a la altura de los naturistas que vienen trabajando desde hace miles de años transmitiendo el conocimiento de generación a generación a la vanguardia de la ciencia y de estos institutos con el sello de la verdad y garantía de la salud.

Quizás habría que preguntarse por qué los grandes naturistas en su mayoría eran veterinarios, quizás porque sus pacientes eran muy diferentes a nosotros y las sociedades de animales no abrían actas inquisitorias en contra de ellos. No había que hablar o explicar lo que se tenía que hacer, no había que lidiar con la sociedad de consumo ni con sus miedos.

En 1943, un grupo de científicos experimentó con ratas la abstinencia de alimentos, o sea, el ayuno. Y las conclusiones fueron que el grupo de ratas que ayunaba su vida se prolongaba por un 20 %, en comparación con las ratas que podían comer siempre que lo deseaban. Ninguna de las que ayunó en el estudio tuvo efecto en detrimento alguno en el crecimiento6. Ni pérdida de masa muscular o alguna de las patologías que muchos de los médicos se hartaron de gritarles a sus pacientes que lo querían intentar.

Ahora los científicos llegaron a la conclusión lo que nosotros por sentido común veníamos promulgando, que con el ayuno se inicia un proceso de autofagia, que rompe y recicla proteínas y orgánulos disfuncionales, y quizás también el proceso de apoptosis, que hace lo mismo con las células7.

También en una población reducida de animales se vio que el ayuno intermitente puede ocasionar daños, de ahí la sugerencia o estricta supervisión del mismo por profesionales en el tema. Algunos estudios en ratones hipercolesterolémicos mostró que la restricción alimentaria por el ayuno intermitente produjo diabetes y obesidad y agravó la arterosclerosis8. Por eso es conveniente siempre estar bajo la supervisión de algún profesional en el tema. Sin embargo, por mi experiencia personal que se basa en más de 20 000 pacientes en ayuno por todo el mundo, solamente algún caso puntual me he encontrado con resistencia a la bajada de peso. Pero nada de que la persona haya empeorado o que le haya devenido en alguna enfermedad como explican estos científicos y sus ratones, todo lo contrario, en mis pacientes con diabetes, la diabetes ha mejorado rotundamente y en muchos casos han suspendido la insulina.

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