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El FUEGO y COCINAR

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Este acto de cocinar los alimentos es sin lugar a dudas uno de los más importantes y misteriosos al mismo tiempo. Los arqueólogos están de acuerdo en que el hombre «conoció el fuego» hace aproximadamente 1 600 000 años, «conocer» significa que se aprovecharon de él a través de fenómenos naturales, como rayos o incendios. Se cree que en esos momentos solo se beneficiaban del calor que este proporcionaba y lo tenían que transportar encendido de un lado a otro por los chamanes. Pero es recién a los 750 000 años atrás que el hombre aprendió a manipularlo o, mejor dicho, a encenderlo. Algo tan importante como aprender a encender fuego y no tenemos el registro de aquel Da Vinci cavernícola. Algo que hoy nos parece tan cotidiano, que compramos en cualquier kiosco, miren todo el tiempo que demoramos hasta llevarlo al bolsillo para encender una vela. Aquellos hombres de las cavernas miraban al cielo y, me imagino, verían el manto de estrellas como posibles llamas colgadas de un techo gigante. Todavía estamos a millones de años de la historia de nuestra Vía Láctea, de Zeus y de todos los dioses que aparecieron de repente para enseñar a la humanidad lo que teníamos que hacer.

La pregunta es: ¿por qué aparecieron estos dioses del cielo para enseñarnos a evolucionar? ¿Acaso no formamos parte de la evolución de las especies que lo hacen automáticamente? Es como si, de repente, surgiese un herrero y comenzase a cortar los eslabones de nuestra cadena para enseñarnos a obedecer. Si prestamos atención a nuestro sistema alimenticio, la filosofía más importante de la nutrición es obedecer y hacer caso a los que nos dicen. ¿Seremos un rebaño?, pero, ¿para quién?

Sabemos que el fuego se comenzó a usar para desinfectar, cuando teníamos una herida de lanza se usaba el fuego para cerrarla. Para dar calor, ese calor que nos remontaba a nuestras cunas con nuestros padres, nos hacía sentir protegidos. Nos obsequiaba luz en la oscuridad, imaginen luego de millones de años con la noche totalmente negra, oscura y desconocida, para que de repente apareciera la luz y disipara los fantasmas de la noche.

El fuego en la antigüedad se comenzó a transmitir como algo viral hoy en día, ya que servía para espantar también a los animales feroces. Aquellos hombres que tenían oculto el fuego dentro de sus cavernas comenzaron a usarlo también para generar miedo a los vecinos, para destruir a los otros. El fuego podía destruir todo, inclusive cualquier forma de vida, fuera buena o mala. Los magos comenzaron a inventar varias formas de encender fuego, con piedras y con palos, etc. Era como tener un móvil hoy en día. No existía una tribu que no tuviera fuego, pero no todos sabían manejarlo por lo que, seguramente, el que lo sabía manejar era el líder o patriarca de allí.

Y, quizás, como un accidente, como todas las cosas supuestamente humanas, a alguien se le cayó la comida al fuego y la comió igual. Y hasta experimentó que era más débil la comida o más suave y fácil de masticar. Y apareció el primer CHEF cavernícola o piromaníaco culinario para empezar a quemar todo y, sin querer, a «cocinar» los alimentos. Podemos entender que el cuerpo humano tenga la capacidad de adaptarse a determinadas circunstancias que le obliguen a comer cosas quemadas o cocinadas puntualmente para luego ser eliminadas de nuestro cuerpo, entenderlo como una capacidad para resolver circunstancias donde no hay comida sana alrededor y que pongamos en marcha todo nuestro sistema digestivo e inmunológico para poder digerir, puntualmente, eso que no es tan bueno. Como hemos visto a lo largo de la historia, en casos de hambruna la humanidad ha llegado a comer madera o plástico, hasta la fatalidad de comer carne humana. Recuerdo una vez, hablando con Carlitos Páez Vilaró, uno de los sobrevivientes del accidente aéreo en los Andes3, que me contó que él había hecho los diez primeros días de ayuno y que luego, al enterarse de que los habían dado por perdidos y que abandonaban la búsqueda, comenzaron a comerse los forros de los asientos hasta llegar a la carne de los cadáveres, ¡se habían comido hasta el forro de los asientos del avión! El punto es que nuestro cuerpo está preparado para consumir porquerías para momentos específicos de nuestra subsistencia, pero no quiere decir que ese estrés digestivo sea luego la alimentación cotidiana, como lo es hoy en día. Consumiendo fast food o junk food y todas las derivaciones que tienen ese tipo de comidas. El punto es que para consumir todas esas porquerías tienen que pasar por el fuego, el fuego quema y mata todo, hasta la misma comida con sus nutrientes.

Los dinosaurios estuvieron 50 000 000 años en la Tierra y nunca se hicieron un huevo duro, ni siquiera pudieron encender un fósforo. ¿Cómo es posible que nosotros pensemos que «cocinar» los alimentos sea algo grandioso para nuestra especie? ¿Qué es lo que comemos cuando ingerimos algo cocinado? ¿Por qué ningún otro animal se animó a hacerlo? ¿Toda la naturaleza está tan mal y nosotros tan bien?

Para que tengan un dato, solamente, la universidad holandesa de Maastricht realizó un estudio sobre la comida cocinada y recalentada. Alimentos simples cocinados como el pan, por ejemplo, o los cereales del desayuno, la carne y las papas fritas. El resultado fue desgarrador, ya que esta comida segregaba una sustancia llamada «acrilamida», la cual está vinculada directamente con el cáncer de ovarios y útero en la mujer. Los investigadores descubrieron que las mujeres que habían consumido una media diaria de 40 miligramos de acrilamida —el equivalente a un paquete de 32 gramos de papas fritas— tenía el doble de probabilidades de desarrollar esos dos tipos de cáncer. También las que la absorben más, aunque la cantidad sea menor.

La pregunta que tenemos que hacernos ahora es: ¿tenemos necesidad de estar comiendo como si estuviéramos perdidos y desesperados en la cordillera de los Andes, sacando todo, desde el tapizado de los aviones y hasta carne humana? ¿Por qué le damos a nuestros hijos lo que es rápido y no lo que es seguro? ¿Para qué queremos aprovechar el tiempo sin preparar la comida si luego lo vamos a perder por la mala salud?

Si pertenecemos a una sociedad débil, por lo menos que nuestra familia sea fuerte. La sociedad intentará someter nuestra cultura o conocimiento a la ideología popular social del momento. Nos tratarán de tontos, de imbéciles, de rebeldes o de revolucionarios por no acatar lo establecido. Ya conocemos como es la historia cuando el que despierta se enfrenta a una sociedad dormida, por lo general o lo duermen o lo matan. Pero podemos elegir el camino que muy bien Zun Tzu plantea en su libro, en el manual de la guerra, cuando nos aconseja no ir al combate, evitar la discusión y decirles que sí, pero en el fondo hacer lo que uno quiera.

Ustedes se preguntarán: ¿lo que usted está planteando es que comamos todo crudo? Lo que planteo simplemente es usar el sentido común y no el sentido falso que nos imponen y transforma en seres sociales, para determinadas sociedades. Ustedes siempre pueden elegir lo que comer y cómo comerlo, pero si tienen en cuenta que la comida cocinada no es buena, por lo menos evitar la gran mayoría de las comidas que lo sean. El whisky no es un alimento, sin embargo, lo podemos tomar en circunstancias sociales, causando los efectos nocivos que ya conocemos. Pero lo hacemos una vez y no cotidianamente, cuando ese error se convierte en algo cotidiano es obvio que las consecuencias se transforman en letales.

Otro ejemplo que les puedo dar, con respecto a la permisividad o no, es lo que hago con mi hijo. Él, por supuesto, no toma leche como alimento, pero si algún día estamos paseando y se nos antoja un helado lo tomamos, por más que tenga leche. Una cosa es la leche como alimento o el whisky como alimento y otra como evento social.

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