Читать книгу La vida de José - David Burt - Страница 23
José vendido como esclavo (37:25-28)
ОглавлениеLuego se sentaron a comer pan... (37:25).
Comer en tales circunstancias es señal de una especial dureza de corazón, un toque final de insensibilidad.33 Nos recuerda la actitud de los soldados que echaban suertes al pie de la cruz (Mateo 27:3536). Otro ejemplo bíblico de la dureza de la persona que puede comer en medio de situaciones de flagrante pecado es la descripción de la mujer inmoral de Proverbios 30:20: Así procede la adúltera: come, se limpia la boca y dice: No he hecho nada malo.
En el caso de los hermanos, podemos imaginar que su endurecimiento moral fue tal que podían comer su almuerzo habitual sin hacer caso de los gritos desgarradores que salían de la cisterna (42:21). No sentían ningún remordimiento a causa de lo que hacían. ¿Hay esperanza para hombres tan endurecidos? Gracias a Dios, sí. Pero quizás aquel corazón se ablande solamente después de largos años de aprendizaje y corrección por medio de la fuerte disciplina de Dios.
... y alzando sus ojos vieron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad, llevando en sus camellos especias, bálsamo y mirra para hacerlos bajar a Egipto (37:25).
La aparición en este momento de la caravana de ismaelitas puede haberles parecido providencial a los hermanos. Y, de hecho, ¡lo fue!, aunque no de la manera que ellos podían suponer. Cuando Dios quiere trasladar a sus siervos de un lugar a otro, ¡él suple el medio de transporte, y muchas veces gratis!
La caravana seguía un camino transitado desde tiempos inmemoriales, la gran ruta comercial entre Damasco y Egipto que pasaba a través de Galaad y luego por Dotán.34 Los productos aromáticos y medicinales de Galaad eran famosos en tiempos bíblicos. De ahí la pregunta retórica planteada en Jeremías 8:22: ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay médicos allí?
Los mercaderes son llamados indistintamente ismaelitas (37:25, 27, 28b), madianitas (37:28a) y medanitas (37:36, en el texto hebreo). ¿Cómo explicar los diferentes nombres, que aparecen también en Jueces 8:24?35 Los tres clanes en cuestión son los descendientes de tres de los hijos de Abraham: Ismael, a través de Agar (16:1-16); y Madián y Medán, a través de Cetura (25:2).36 Existen diferentes explicaciones posibles: (1) que los descendientes de los tres hermanos vivieran y trabajaran juntos; (2) que la palabra ismaelita hubiera llegado a significar sencillamente mercader; o (3) que el nombre ismaelita era aplicado por los judíos a todos los otros descendientes de Abraham.
Es posible que se emplee aquí una alternancia de designaciones con el fin de enfatizar que José fue vendido por sus hermanos a gente que, aunque tenían un parentesco con los hijos de Jacob, no eran “hijos de la promesa”. El pecado, pues, fue doble: los hermanos no solamente hicieron violencia contra su propia carne y sangre, sino que también demostraron no tener respeto alguno por los valores del pacto. Con razón dice Pablo que no todos los de Israel son Israel (Romanos 9:6).
Y Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y ocultemos su sangre? Vendámoslo a los ismaelitas y no sea nuestra mano contra él, pues es hermano nuestro y carne nuestra. Y sus hermanos obedecieron (37:26-27).
No hicieron caso al clamor de intercesión de José, pero sí a la posibilidad de lucro (la pregunta traducida como ¿qué provecho hay? no se refiere a un beneficio moral, sino a una transacción crudamente monetaria).37 El fratricidio de José, lejos de proporcionarles alguna ganancia, podría perjudicar la herencia de los hermanos si Jacob llegase a enterarse del asunto. Pero esto se evitaría vendiendo a José como esclavo.
En medio de la motivación pecuniaria de la sugerencia de Judá, parece que también este compartía con Rubén cierta compunción en cuanto a matar a José: pues es hermano nuestro y carne muestra. Es curioso observar que estos dos hermanos, los que menos culpa parecen haber tenido en el complot contra José, serán los dos protagonistas y portavoces de los hermanos en el momento de su arrepentimiento en Egipto (42:37; 43:8-9; 44:18-34).38
Por otro lado, llama la atención que estos dos, de entre todos los hermanos, son los que destacan en la narración de Génesis por su sensualidad desenfrenada (35:22; 38:12-18), pero ahora aparecen como los más nobles y sensibles. Sin embargo, ocurre con frecuencia que los que son moralmente fuertes en un área de la vida, no lo son en otras; mientras que los que son débiles en algún punto, no necesariamente lo son en todos. Así, ha habido rameras conocidas por su buena disposición de corazón y generosidad de espíritu. Por otra parte, la rectitud de los fariseos no solía ir acompañada por grandes manifestaciones de humanidad.
Desafortunadamente, hay personas que dicen ser creyentes, que se apresurarían a tirar piedras a una mujer adúltera y, no obstante, no vacilarían en el momento de aceptar veinte piezas de plata por algún asunto turbio. A veces, el comportamiento noble de los incrédulos avergüenza la mezquindad de espíritu de algunos cristianos.
Y cuando pasaron los mercaderes madianitas, sacaron a José de la cisterna, lo subieron y lo vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto (37:28).
Los sujetos y verbos de este versículo podrían prestarse a cierta confusión, pero está bastante claro por el contexto ¡que quienes sacaron a José de la cisterna fueron los hermanos, no los ismaelitas, y que los que llevaron a José a Egipto fueron los ismaelitas y no los hermanos!
Las veinte piezas de plata (que nos recuerdan las treinta dadas por las autoridades judías a Judas; Mateo 26:15) representaban, a principios del segundo milenio, el precio de valor de un varón entre cinco y veinte años de edad (ver Levítico 27:5), en contraste con treinta piezas en el caso de un esclavo con edad de plenas facultades (Éxodo 21:32).
Por supuesto, la venta traidora de José nos recuerda inevitablemente aquella otra venta vergonzosa al precio de treinta piezas de plata (Mateo 26:14-16).
Lo que los hermanos no podían saber ni siquiera imaginarse era que la entrega culpable de José a los madianitas iba a hacer avanzar los planes divinos para toda la familia, para el pueblo de Egipto y para el linaje del Mesías. Sin embargo, los lectores hemos tomado nota de una cadena de circunstancias providenciales detrás de las cuales no podemos dejar de ver la mano soberana de Dios: la decisión imprudente de Jacob de enviar a José a Siquem; su encuentro “casual” con el hombre que pudo dirigirlo a dónde estaban los hermanos; las intervenciones de Rubén y Judá, quizás interesadas, pero oportunas en los designios de Dios; y la aparición de los madianitas justo en el momento crítico:
A menudo, los pasos de la providencia parecen contradecir a los designios de Dios, incluso cuando más están sirviendo a su cumplimiento.39
Todo se combinó para entregar a José en manos de sus hermanos. Sin embargo, resultaría que Dios, aunque oculto, había estado tan vigilante como en cualquier milagro.40
La providencia divina obra maravillas, pero nunca nos exculpa de nuestros errores y pecados.41