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La prosperidad de José (39:2-6a)

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Pero Adonai estaba con José, y llegó a ser varón próspero y estaba en la casa de su señor el egipcio (39:2).

Sin embargo, ni el texto ni el testimonio del propio José atribuyen el éxito de este a su inteligencia o laboriosidad, sino a la buena mano de Dios sobre él. Después de ver la cara angustiosa de la situación de José en el versículo 1, ahora pasamos a ver la cara positiva: a pesar de sus aflicciones, el Señor nunca abandonó a José, sino que le hizo prosperar. ¿Se refiere esta frase (Adonai estaba con José) a una realidad comprendida por José solamente años después cuando miraba atrás y consideraba los caminos por los cuales Dios le había conducido? ¿O indica también que, aun en su condición de esclavo, era consciente de la presencia de Dios? No lo sabemos a ciencia cierta. Pero sospecho que la frase incluye ambas ideas. A lo largo del terrible viaje a Egipto, como también durante las largas horas de la primera fase de su esclavitud, cuando, sin duda, le tocó hacer los trabajos más rutinarios, pesados y sucios de la casa, le que lo sostuvo fue este pensamiento: Aunque estoy lejos de la casa de mi padre, aunque mis hermanos me odian y me han traicionado, con todo el Señor está conmigo, soy hijo del pacto y heredero de las promesas, y el Dios que me dio aquellos sueños me sostendrá hasta el día de su cumplimiento.72 Su fe le infundía aliento y esperanza. Naturalmente, esto no quiere decir que José (como todos nosotros) no haya conocido momentos de desánimo y aflicción, momentos de duda y lucha espiritual en los que Dios parecía muy lejos y sus promesas inalcanzables; pero tuvo que sostenerse (¡como todos nosotros!) como viendo al Invisible (Hebreos 11:27).

Las circunstancias humanas de José no podían ser más adversas: lejos del hogar paterno, privado del afecto y amparo de su padre, aborrecido por sus hermanos, reducido a la condición de esclavo en tierra extraña, difícilmente podría evitar un amargo sentimiento de soledad. “Pero Yahweh estaba con él”. Este hecho era más que suficiente no solamente para mitigar el dolor de su situación, sino para convertir las tribulaciones en fuente de bendición.10

El texto amontona frases en los versículos 2 a 6 para insistir en la grandeza de la “prosperidad” que le otorgó el Señor. Como bien dice Proverbios 10:22: La bendición de Yahweh es la que enriquece. Observemos bien la repetición de ciertas palabras y frases, porque dan un notable énfasis al texto:

1 Nada menos que cinco veces en cuatro versículos hay mención de “Adonai”. Así, el texto insiste en que Adonai estaba con José (tanto aquí como en los versículos 3, 21 y 23); y es Adonai quien dirige los acontecimientos para hacer prosperar el trabajo de José (39:3), la economía de la casa de Potifar (39:5) y todas sus posesiones (39:5).

1 Nada menos que cinco veces (versículos 2, 4, y tres veces en el 5) también se hace mención de la “casa” de Potifar, palabra que define el ámbito en el que se desarrolla esta escena. Este énfasis, como veremos, es importante por el fuerte contraste que introduce con respecto a la parecida prosperidad que José conocerá en el ambiente bien diferente de la cárcel, al final del capítulo.

1 Y, por supuesto, ya que la nota dominante de estos versículos recae sobre el creciente bienestar de José, el texto repite palabras como “prosperidad” (referida al propio José en el versículo 2, y a la casa en el 3) y “bendición”, que no es otra cosa sino la prosperidad dada por Dios (39:5, dos veces).

Sin embargo, la gran prosperidad de José va alternando con grandes contratiempos. Justo cuando él parece haber alcanzado la cima de la montaña, algo ocurre para enviarlo cuesta abajo hasta las profundidades. Pero luego resulta que, en la providencia divina, esta caída, aparentemente trágica, injusta y frustrante, le brinda la oportunidad de un nuevo ascenso aún más espectacular que el anterior.

¡Qué grande es esto! Nuestro Dios es poderoso para traernos bendición en medio de las circunstancias menos prometedoras. Si el Señor está con nosotros, podemos confrontar la situación que sea, idea que, por cierto, dio ánimo a Esteban en los momentos antes de su martirio: Los patriarcas, teniendo envidia de José, se deshicieron de él vendiéndolo para Egipto. Pero Dios estaba con él, y lo libró de todas sus aflicciones (Hechos 7:9-10).

La última frase del versículo, y estaba en la casa de su señor el egipcio, indica probablemente que José no intentó escapar a su padre, sino que se humilló paciente y fielmente en la posición a la cual había sido conducido por la providencia de Dios.73

Y vio su señor que Adonai estaba con él, porque cuanto hacía, Adonai lo hacía prosperar en su mano (39:3).

El texto acaba de decirnos que la prosperidad de José en casa de Potifar se debió no a la inteligencia o disciplina del propio José, sino a la buena providencia de Dios. Según este versículo, Potifar recibió esta misma impresión: quedó impresionado por el buen testimonio de su esclavo, pero tomó nota de que se debía al Dios de José.74 Nos recuerda el testimonio que el bisabuelo de José, Abraham, y su abuelo Isaac dieron ante Abimelec: Elohim está contigo en todo lo que haces… Hemos visto que Adonai está contigo (Génesis 21:22; 26:28).

¿Pero cómo pudo Potifar saber que la prosperidad de José se debía no a su natural inteligencia, sino a Dios? Seguramente, porque José dio testimonio de la providencia divina, explicando a su amo que el Dios de Israel era quien velaba por él y le bendecía.75

Sin duda, Dios hace prosperar a quien quiere. Pero, igualmente sin duda, la generosidad de Dios fue correspondida por una firme actitud de fe y de fidelidad por parte de José, fidelidad al pacto y confianza en las promesas. El Salmo 1:1-3 enuncia el principio que la vida de José ilustra:

¡Oh las bienaventuranzas del varón que no anduvo en consejo de malos… sino que en la Torá de Yahweh está su delicia!… Todo lo que hace será prosperado.76

A todas luces, está claro que José no vivía amargado a causa de los malos tratos de sus hermanos, ni quedaba “esclavizado por la esclavitud”.15 No permitió que las circunstancias le vencieran anímicamente, sino que se sostenía en base a la revelación de Dios por medio de los sueños que había recibido.

Y José halló gracia ante sus ojos, y le servía. Y él lo puso a cargo de su casa y entregó cuanto tenía en mano de José (39:4).

La frase “y le servía” parece una redundancia. Sin embargo, su sentido es probablemente que José llegó a ser su criado personal y su brazo derecho. Yahweh bendijo a José, y no fue asignado a deberes en la prisión, ni en el huerto, sino a atender personalmente a Potifar.77

La frase “a cargo de su casa” aparece con frecuencia en documentos egipcios de la época.78 Tanto por ella como por la frase “cuanto tenía” (o “todo lo que tenía”), vemos que José ocupó el mismo lugar en la casa de Potifar que Elimelec en la casa de Abraham (24:2): tuvo que asumir todas las responsabilidades administrativas de la casa. Esta última frase es otra que se repite una y otra vez: en los versículos 4, 5 (2 veces), 6 y 8. Demuestra la absoluta confianza que Potifar depositó en José.

Debemos entender, sin embargo, que esta confianza no fue algo adquirido de un día para otro. Es probable que el contenido de este versículo cubra un período de meses, quizás años, en que Potifar confiaba y dependía cada vez más de José.79

Y sucedió que, desde que lo puso a cargo de su casa y de todo lo que tenía, Adonai bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Adonai estaba sobre todo lo que tenía, así en la casa como en el campo (39:5).

Se repite aquí el testimonio que dio Labán acerca de la estancia de Jacob en su casa: He adivinado que Elohim me bendijo por tu causa (30:27). El efecto habitual de la morada de un hijo de Dios en casa ajena es la bendición de Dios sobre esa casa.

En realidad, tenemos que suponer que las escuetas frases de esta sección resumen lo que ocurrió durante un período de unos diez años: José fue comprado a los 17 años, pasó dos años en la cárcel, y a los treinta fue presentado ante el faraón. Este grado de confianza no se gana en una semana. José habrá empezado en el escalafón más bajo de los esclavos de la casa y paulatinamente, al ver Potifar su inteligencia, su fidelidad, su laboriosidad y su buena disposición, ganaba la confianza de su amo, quien empezó a encomendarle responsabilidades cada vez más importantes hasta concederle el primer puesto entre sus siervos.

Igualmente, con el paso del tiempo, debería ser cierto de todos los creyentes que otros depositen su confianza en nosotros al ver que somos leales, discretos y absolutamente honrados.

Y todo lo que tenía lo dejó en mano de José, y con él allí no se preocupaba de nada, fuera del pan que comía (39:6a).

José llegó a ocupar una posición tan alta en la casa de Potifar que fue el encargado de supervisar absolutamente todo en la hacienda de su amo excepto la [preparación de] su comida: fuera del pan que comía. Este pequeño detalle, que añade un toque de realismo a la narración (difícilmente habría sido incluido si la historia careciera de veracidad histórica), quizás indique que José, a pesar de sus múltiples dones y talentos, ¡no sabía guisar bien!

Pero, en realidad, la explicación de la frase no es esa, sino más bien la que se revela en 43:32: Los egipcios no podían comer alimentos con los hebreos, porque era abominación para los egipcios.80 Parece que este prejuicio de los egipcios en contra de la comida de los hebreos era el de un pueblo soberbio, la superpotencia de aquel momento, en contra de un pueblo pequeño y despreciado, la misma clase de prejuicios que, en la providencia de Dios, permitió que los hijos de Israel, como pastores, pudieran establecerse en Gosén: Así podréis vivir en la tierra de Gosén, porque todo pastor de ovejas es abominación para los egipcios (46:34). El mismo Dios que se sirvió del encarcelamiento injusto de José para avanzar su camino a la preeminencia en Egipto, se valió del prejuicio egipcio contra los pastores para crear un espacio en la tierra para el crecimiento y la consolidación de su pueblo.

Lo importante, a la luz de lo que está a punto de ocurrir, es que José, por su honradez, rectitud y temor a Dios, había logrado ganar la total confianza de Potifar. Este le confió responsabilidades cada vez mayores y, al final, le hizo su mayordomo principal, con el control de todas sus propiedades y negocios.81 Una vez más, ¡la montaña rusa! El ascenso, aunque descrito en pocos versículos, habrá sido largo y lento, cuestión de años, pero José, bajo la providencia divina, ha escalado hasta llegar a la cima de la montaña; en cambio, la caída, que ocupará trece versículos y pocos minutos, será repentina y estrepitosa.

La vida de José

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