Читать книгу La vida de José - David Burt - Страница 26
La desolación de Jacob (37:31-35)
ОглавлениеY tomaron la túnica de José y, degollando un chivo de las cabras, empaparon la túnica con su sangre. Luego enviaron la túnica de rayas de colores y la hicieron llegar a su padre, y dijeron: Hemos hallado esto: Reconoce si es la túnica de tu hijo o no (37:31-32).
A los miembros de la familia de Jacob, nunca les faltaban recursos de astucia y engaño. ¡De tal palo, tales astillas! El primer pecado de los hermanos engendró un segundo: después de vender a su hermano, ahora mentían a su padre, si no con palabras al menos con hechos.42 La túnica, que había causado tantos celos, se convirtió en el medio del engaño.
La frialdad del discurso de los hermanos y, especialmente, el distanciamiento implícito en la frase tu hijo (no mencionaban el nombre de José, ni le llamaban nuestro hermano) evidenciaron una terrible falta de compasión ante la angustia de su padre, y un intento por encubrir su mala conciencia. Nos recuerdan las amargas palabras del hermano del Hijo Pródigo: He aquí, tantos años te sirvo y… nunca me diste un cabrito… pero cuando regresó este hijo tuyo… (Lucas 15:29-30; ¡No dice: “Mi hermano”!); o las de Adam: La mujer que tú me diste… (Génesis 3:12; ¡No dice: “Mi esposa”!). En cada caso, los que hablan intentan desasociarse de la persona a la que se refieren, y lo hacen a fin de alejarse de la situación o la conducta de ella.
Él la reconoció, y exclamó: ¡Es la túnica de mi hijo! Alguna mala bestia lo habrá devorado. ¡Sin duda José fue despedazado! (37:33).
Los hermanos engañaron al engañador. Aquí se manifestó la justicia divina. Jacob había engañado a Isaac y así robó la bendición que pertenecía a Esaú; los hermanos le engañaron para que pensara que había perecido aquel al que quería dar la bendición. Él lo había hecho cubriéndose de pieles de cabrito; ellos lo hacen manchando la túnica con sangre de macho cabrío.43
Y Jacob rasgó sus ropas, puso saco en sus lomos y endechaba por su hijo durante muchos días (37:34).
Como acabamos de sugerir, rasgar las vestiduras, como vestir cilicio (o “saco”), eran maneras habituales de exteriorizar el dolor por la pérdida de un ser querido. Pero, en realidad, la profundidad de la angustia de Jacob se verá menos en estos gestos convencionales que en el hecho de que todavía añoraría a su hijo más de veinte años después (42:36, 38; 43:14).
Y fueron reunidos todos sus hijos e hijas a consolarlo, pero él rehusaba ser consolado, pues decía: ¡Con llanto bajaré hasta el Seol junto a mi hijo! Y su padre lloraba por él (37:35).
Este texto quizás indique que Jacob tuvo más hijas aparte de Dina, pero no necesariamente: podría tratarse de las esposas de los hijos, porque, en aquel entonces, las nueras eran llamadas hijas (ver Rut 1:11).
Ni siquiera la presencia ni las atenciones de todos sus hijos podían proporcionarle a Jacob consuelo alguno. Estaba convencido de que su dolor le acompañaría hasta el día de su muerte, lo cual, sin duda, habría ocurrido si no hubiera sido por la gracia de Dios. Pero estas palabras debieron significar una nueva bofetada para los hermanos: Jacob amaba tanto a José que, para él, es como si los demás hermanos no contaran para nada, ni pudieran proporcionarle ningún consuelo.
¿Cuáles habrán sido los auténticos sentimientos de los hermanos cuando intentaban consolar a su padre? ¿Y cuáles habrán sido los de Jacob ante sus intentos? ¿Habrá percibido que en realidad ellos no echaban a faltar a su hermano? ¿Habrá sospechado que, como frecuentemente ocurre, intentaban consolarle más que nada porque sus lágrimas les molestaban y no por ninguna consideración altruista? ¿Y cómo habrán sentido los hermanos en su interior al proferir palabras de consuelo aun a sabiendas de que todo era un engaño?44
Posiblemente, los hermanos salieran de este triste episodio sintiéndose satisfechos consigo mismos. Se habían desembarazado de aquel joven arrogante que pretendía alzarse con la primogenitura y mandar sobre ellos. Además, lo hicieron sin tener su sangre sobre su conciencia, pues “solamente” lo habían vendido como esclavo. Cada uno de ellos tenía dos piezas de plata en el bolsillo, y sin mentir a Jacob, porque le habían enseñado la túnica sangrienta de José y él sacó sus propias conclusiones. Y luego, ellos y sus esposas hicieron lo posible por intentar consolar a su padre. ¿Qué más se podía exigirles?
Dios les pedirá mucho más y no descansará hasta tenerlos arrinconados. Durante un tiempo quizás logren calmar y adormecer su mala conciencia, pero, finalmente, Dios la despertará y entonces tendrán que afrontarla y humillarse delante de aquel a quien han ultrajado.45
¿Y qué de Jacob? La aparente muerte de su hijo amado tiene que haberle causado una agonía indecible: Despierto o dormido, se imagina ver a la fiera arrojándose sobre José, despedazándolo miembro a miembro hasta no dejar de él otra cosa que la túnica.5 Verdaderamente, la disciplina divina puede llegar a ser muy dura. Sin embargo, la terrible pérdida de Jacob constituía un paso sumamente importante en su camino de fe. La muerte de un ser querido altera notablemente nuestra visión de las cosas y nuestras prioridades en la vida.