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Tamar, vindicada (38:24-26)

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Y sucedió como a los tres meses, que se le dio aviso a Judá, diciendo: Tamar, tu nuera, se ha prostituido, y he aquí, ha quedado encinta por su prostitución. Y Judá dijo: ¡Sacadla y que sea quemada! Pero mientras era sacada, envió a decir a su suegro: ¡Del varón a quien pertenecen estas cosas estoy embarazada! Y dijo: Reconoced ¿de quién es este sello, el cordón y la vara? Y Judá los reconoció, y dijo: Tamar ha sido justificada antes que yo, porque no le di a mi hijo Sela. Pero nunca más la conoció.

Pero hay un Dios en los cielos que controla los destinos de los hombres, que da el pago al pecador y ha dicho: Sabed que vuestro pecado os alcanzará (Números 32:23). Tres meses después, llegó la noticia de que Tamar había quedado encinta. Ella, aunque residente en casa de su padre, seguía perteneciendo a la casa de sus maridos difuntos, bajo la tutela de su suegro. Judá, por tanto, era el responsable de tomar medidas para proteger el honor de la familia. Reaccionó ante la noticia con ira justa y dictaminó que se le aplicara la pena por la fornicación: que fuera quemada viva.61

Justo cuando los hombres estaban a punto de llevar a cabo la sentencia, Tamar presentó las prendas de Judá, declarando que el padre de su hijo era el dueño de las mismas. Judá quedó en evidencia. Solamente pudo agachar la cabeza y reconocer su paternidad. Fue una confesión humillante. Tuvo que admitir públicamente que había tenido relaciones con una “prostituta” y que había engañado a su propio hijo, Sela:

El adúltero es hombre sin corazón, destructor de sí mismo es el que tal hace. Hallará una llaga vergonzosa, y su infamia nunca será borrada (Proverbios 6:32-33).

La vida de José

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