Читать книгу GB84 - David Peace - Страница 13
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se decidan. Ayer Chadburn y Richardson lo pasaron mal. Chardburn dijo que Nottinghamshire votará en secreto con su recomendación particular de hacer huelga. Pero todos sabemos lo que eso significa, joder. Día 4. Cath se seca la cara. Cath se enjuga los ojos. Cath mira la televisión. Esa mujer nos odia, dice Cath. Día 5. Hostia puta. Me saca de quicio. No quiere que utilice el aspirador, así que se pone a cuatro patas con el recogedor y la escoba delante de la televisión. Canta puñeteros himnos para que yo no pueda oír Weekend World. Tampoco hay cena de domingo. Empanadillas congeladas y judías en salsa de tomate. Lo mismo que anoche. Cuando dan los anuncios, me hace apagar la tele dos minutos. Salgo al jardín. Están cayendo chuzos de punta. Me fumo un cigarrillo. Habíamos hablado de poner un patio este verano. Una terraza. Vuelvo adentro. Las empanadillas están en la mesa. Cath llora otra vez arriba. El teléfono suena. Cierro los ojos… Nos asfixiamos. Nos ahogamos… Día 8. El comité de Silverwood nos ha emparejado con Bentinck, un poco más al sur de Mansfield. Me la suda lo que diga cualquier juez del Tribunal Supremo. Dan una libra por turno y hay un autocar y varios coches. Apunto mi nombre para las noches. Juego a dardos con Geoff toda la tarde. Pete llega a eso de las cuatro y nos dice que el autocar estará enfrente a las seis. Geoff dice que se va a casa a tomar el té y a buscar su trenca. A mí no me apetece volver a Hardwick para tener otra bronca con Cath, así que me compro un cucurucho de patatas fritas y voy andando por la calle de la mina. Está tranquilo. Casi es de noche. Está refrescando. Me siento enfrente de la fábrica de ladrillos y me como las patatas mirando cuesta arriba la mina de carbón. La gente debe de pensar que estoy chiflado. Las patatas están envueltas en una foto de un piquete escocés y unos policías en Bilston Glen. Aliso la hoja y la leo. Me planteo llamar por teléfono a Cath, pero ¿de qué serviría? Me guardo el papel en el bolsillo y me voy cuesta abajo. Me tomo una pinta rápida y meo en el Hotel, y luego voy al centro de servicios sociales y me subo al autocar que va a Bentinck. Día 9. Mitad de la noche. Llueve a cántaros. Hace un frío de tres pares de cojones. La policía no nos deja encender braseros. La local, no. Esta noche, no. Las últimas dos noches vino de Lincoln y Skegness. Incluso compartimos un termo de sopa con ellos. Eso no lo dicen en la televisión ni los periódicos. Hasta el encargado se portó bien al principio: cafetería. Tazas de té. Servicios. Sabíamos que no duraría… Si no fuese por nosotros, todos habrían ido a trabajar. Él lo sabe. Nosotros lo sabemos. Me hace gracia… Corren a decirte que puedes contar con ellos, pero sabes que la mitad se escaqueará. Aquí son así. Siempre lo han sido. Hasta los de su sección. En cuanto te vas, ellos ya han recorrido casi diez kilómetros en sus Ford nuevos. Los hay que no se molestan en mentirte. Entran directamente con sus coches. Ni siquiera te dirigen la palabra. Y luego están los que se lo creen. Paran. Te ofrecen un trago. Sus coches se llevan algún que otro palo. Por lo menos sabes a qué atenerte con ellos: son unos hijos de puta. Pero unos hijos de puta sinceros… Ojalá hubiera vuelto al autocar. Nos quedamos de pie, nos turnamos para ir a sentarnos en los coches, esperamos a que aparezca el piquete de día. Hace un frío de muerte. Entonces unos tíos de Dinnington y Kiveton paran. Han matado a uno de los nuestros, dicen. Está muerto, joder. ¿Cómo?, pregunto. Lo que oyes, dicen. ¿Dónde? En Ollerton. Vamos para allá. Esperad, dice Geoff. Os seguimos… Tomamos la A6075 a través del puto bosque de Sherwood. Llegamos allí a eso de las dos y media. La cosa pinta mal: quinientos policías, quinientos de los nuestros y el número aumenta… Por las radios de banda ciudadana se reciben avisos de coches que vienen de todas partes a medida que circula la noticia. Cada uno tiene una versión de mierda distinta… Que si le pegó un coche; que si le pegó una porra; le pegó un ladrillo… Las mujeres y los niños de las casas han salido a la calle a gritarnos. El encargado de la mina hace un llamamiento a la calma. Unos tíos de la sección hacen lo mismo… Nadie escucha. Entonces corre la voz de que la mina cerrará por la noche. Que viene Arthur. Entonces hay aplausos. A las tres Arthur se sube al techo de un coche. Pide dos minutos de silencio… En señal de respeto. Los policías son los primeros en quitarse los cascos… Hay que reconocérselo. Pero ya no hay aplausos. Nos arrancasteis de las montañas. Solo silencio. Día 14. Me acuesto a las cinco. Nos arrancasteis del mar. Me despierto a la una para ver las noticias. Leon Brittan8 promete conseguir a todos los policías del mundo para garantizar que quien quiera […]
8. Leon Brittan (1939-2015), político conservador británico. Durante la huelga de los mineros de 1984-1985, ocupó el cargo de ministro del Interior y se caracterizó por sus duras críticas a los líderes del num. Creó un sistema de control central a través del cual coordinó los distintos cuerpos policiales destinados a reprimir el conflicto que fue determinante en el fracaso de la huelga.