Читать книгу GB84 - David Peace - Страница 19
ОглавлениеMartin
Ya me ha oído. No puede hacernos esto, dice Cath. Vamos a casa de mi hermana. Hoy no, querida. ¿Por qué no?, dice Cath. ¿Por qué no podemos ir? Tengo motivos para creer que pueden representar una amenaza para el orden público. No puede hacernos esto, repite Cath. Dé la vuelta al vehículo o les detendré. Pongo el coche en marcha. Martin, dice ella. No puede hacer esto. Sí que puede, le contesto. Y tanto que puede, joder… Hemos calentado vuestras casas. Vuestras cocinas y vuestras camas… Día 30. Se creen muy listos. Pues nosotros también. No le cuento a Cath lo que pienso hacer. Me quedo sentado a oscuras con las cortinas descorridas. Una furgoneta para a las cuatro más o menos. Un rótulo de una constructora en el lateral. Escaleras de mano en el techo. Me dan un mono. Nos vamos. Todo el trayecto por carreteras secundarias. Llegamos a Mansfield con tiempo de sobra. Aparcamos en una calle lateral. Me quedo sentado en la parte trasera. No decimos ni mu. A las ocho y media la radio nos despierta. Nos llevamos los monos. Bajamos de la parte trasera de la furgoneta. Seguimos a Pete hasta la oficina de Nottinghamshire. Al doblar la esquina, vemos que no estamos solos. Somos unos quinientos en total. Ellos unos pocos. Y policías. Crr, crr. Sus delegados se dirigen al interior. Empezamos a gritar… Judas. Traidores. Esquiroles. Judas. Traidores. Esquiroles. Judas. Traidores. Esquiroles… Pasan cinco horas. Entonces se da a conocer el resultado: ciento ochenta y seis contra setenta y dos. Gilipollas. Van a dejar que manden a casa a un maquinista para respetar un piquete del num. Van a dejar que suspendan a un maquinista para respetar un piquete del num. Van a dejar que despidan a un maquinista para respetar un piquete del num… Piquetes que se la traen sin cuidado y que solo les interesan por la pasta que pueden embolsarse. Gilipollas de mierda. Cuando volvemos a la furgoneta, nos han pinchado todas las puñeteras ruedas. Un cúter. Nos han dejado una Polaroid de la parte delantera de la furgoneta y la matrícula debajo del limpiaparabrisas. Sonrían. El nombre, la dirección y el número de teléfono de Pete escritos en el dorso con bolígrafo negro. Él se limita a sacudir la cabeza. Llama a un taller de la zona. Mandan una grúa. Son las nueve y media cuando llego a casa. Cath ya está en la cama. Gracias a Dios… Nosotros impulsamos vuestros sueños. Vuestras ciudades y vuestros imperios… Día 31. Nottingham, otra vez. Silverhill, para variar. A las afueras de Sutton-in-Ashfield. Geoff se deja ver. Trae a otros dos con nosotros en el coche. Tim y Gary. Sigue por la A61 hasta pasado Chesterfield y luego sale de Nottinghamshire. Aparca en el lado de Derbyshire. Vamos a la mina andando a través de granjas y campos. Orgullosos de nosotros. Hay seis tíos delante de la verja cuando nos acercamos al camino de entrada. Todavía estamos en una vía pública. De lejos parecen de los nuestros, pero no lo son… Son putos policías de paisano. Llegamos al final del sendero. ¿Qué hacéis, chicos?, nos preguntan. Estamos dando un paseo por una vía pública, digo. Si seguís, os detendré, nos avisa uno. ¿Por qué?, pregunto. Por posible alteración del orden público. Mire, solo queremos acercarnos a la puerta y convencerlos para que dejen de trabajar, digo. Si salís de este camino, dice él, os detendré. Está bien, digo, vengan y quédense con nosotros en la puerta. Ya os lo he dicho una vez, dice él, os detendré. Pero tenemos derecho a acercarnos y a expresar nuestra opinión a la gente, contesto. No vamos a parar a nadie que no quiera parar. Pero nosotros también tenemos derechos. Ya os lo he dicho, dice él. Y ahora largaos de una puta vez. Geoff pasa por delante de ellos y se mete en la calle. A la mierda, dice Geoff. Detenlo, dice el policía. Otro poli de paisano se acerca a Geoff. ¿Cuál es su nombre y su dirección? Geoff Brine, dice Geoff Brine. De Todwick. Le detengo por obstaculizarme en el cumplimiento de mi deber, señor Brine, dice el poli de paisano. ¿Qué?, dice Geoff riendo. El poli de paisano le pone la mano en el hombro. Ya me ha oído. Geoff le aparta la mano sacudiendo el hombro. Eso sobra, dice Geoff. ¿A qué furgón quiere que suba? El policía de paisano señala al fondo de la calle. A aquel, dice. El inspector se acerca. ¿Qué pasa aquí?, pregunta. Se lo explican. Él nos mira a los otros tres. Lleváoslos a todos, dice. ¿Qué?, pregunto. Obstrucción, dice el inspector. Día 32. La comisaría de Mansfield. Hay un embudo de policías desde el furgón hasta la comisaría. Están haciéndonos fotos. Sonrían. Mantengo la cabeza agachada. Levantadle la cabeza a ese cabrón, dice el más grande. No pueden. Tiradle del pelo, manda. Me tiran del pelo. Mantengo la cabeza agachada. Agarradle la nariz. Me meten los dedos en los agujeros de la nariz. Muevo la cabeza de un lado a otro. Muy bien, cabrón, dice el grandullón. Me da un puñetazo en la cara. En el puente de la nariz. Entre los ojos. Se me saltan las lágrimas. Me inmovilizan la cabeza con una llave. Me levantan la cabeza […]