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Semblanza
de un pionero


En las biografías que circulan de Enrique José Rapela (1911- 1978) se destacan algunos rasgos precisos. Si bien completó el colegio secundario, en el dibujo y la acuarela fue autodidacta. Descendiente de familia inmigrante pero argentino de séptima generación, conocedor directo de los temas gauchos por haber administrado La Carolina, el establecimiento de su madre, en Roque Pérez, cerca de Mercedes en la provincia de Buenos Aires, donde nació. Fue un apasionado emprendedor, guionista, dibujante, editor, escritor e historiador, situado en una época de oro donde se aúnan grandes paradigmas: el revisionismo histórico de las décadas del 60 y 70; el auge de los medios gráficos, ya sean revistas o diarios consumidos por miles a toda hora y toda la semana; sellado con la profusa difusión del folclore nacional con intérpretes como Los Chalchaleros, Los Cantores de Quilla Huasi, Horacio Guarany, Eduardo Falú y el auge de festivales y peñas.

Lo nativista se consumía y difundía en la ciudad, pero fue en los medios gráficos matutinos donde se consolidó como género genuino el de la historieta criollista. Con “Cirilo el Audaz”, aparecido en el diario La Razón en 1939, Rapela narra las aventuras de Cirilo Cuevas, un gaucho huido de la justicia que busca protección en las líneas del ejército rosista. El esquema de aquella tira luego se repite con otros personajes y llega a ser un arquetipo que percibe la autoridad como agresiva y corrupta, por lo que prefiere mantenerse fuera de la ley; donde hay referencias histórico-políticas, como la Campaña del Desierto, la Guerra del Paraguay y se citan personajes de nuestra historia como Nicolás Avellaneda, Adolfo Alsina o Juan Manuel de Rosas. El texto no estaba en los clásicos globos de las historietas, sino que se ubicaba debajo de los dibujos. En relación con el discurso, se evidencia una visión nacionalista que reivindica al campo, mediando con el arquetipo de un héroe que todo lo puede con muy pocos elementos. De este modo, en la tira completa, el gaucho, en gran medida solo con su fuerza, su astucia y cierto azar a su favor, se convertía en vencedor.

Su compromiso didáctico con la difusión de ese entorno se sitúa después de 1872, cuando, como sostuvo el historiador argentino Bonifacio del Carril, los gauchos constituían una verdadera clase social. El propio Rapela dijo en una conferencia: “En esta forma comprenderemos que este maravilloso país no fue habitado por bárbaros inútiles, vagos y mal entretenidos, como se insistió en forma sistemática y perfectamente organizada en una monumental campaña sostenida por los que solo concebían la civilización si esta provenía de allende los mares, pero renegando del origen latino hispano”. Se oponía claramente a una matriz que propició la aparición de un nuevo tipo de ciudadanía que justificaba “domesticar lo salvaje”. Por ello, el tiempo elegido es el mismo del enfrentamiento entre Domingo Sarmiento y Juan Manuel de Rosas, una épica devenida de Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspectos físicos, costumbres y hábitos de la República Argentina (1845), donde al gaucho se lo señala como el principal culpable del atraso cultural que atenaza el desarrollo del país. Se trata de un nodo esencial de nuestra historia, pero también de un imaginario de época, donde expandir la frontera era un imperativo para acceder a la organización del estado-nación.

Por esa tendencia revisionista, el arquetipo del gaucho se destacaba por los rasgos de una oralidad caída en desuso en el campo, tal como “apestao” o “virgüela” negra. También la vestimenta era recreada luego de acceder a documentos de museos históricos, a tal punto que hasta las armas dibujadas fueron descripciones fidedignas de las usadas en ese entonces. Esa vocación por la representación gráfica de la cultura material, tanto en Rapela como en otros pares, se acrecentaba por el grado de cercanía del entorno campero de la llanura, pero se basaba en investigaciones históricas y literatura de autores que describieron la época, lo que configura un valor didáctico que acercó a generaciones información certificada.

EL GAUCHO EN EL PAPEL

Carlos Gilberto Landa y Julio César Spota, desde la antropología y la arqueología histórica, profundizaron en un artículo la importancia de la historieta argentina, ya que ahí se desarrollaron ciertas relaciones temáticas, verdaderas revisiones críticas respecto de procesos que conformaron el pasado nacional, enfatizando que “la historieta se erigió por medio de soportes estéticos de divulgación masiva, en una aproximación alternativa a dicho pasado”. Entienden los autores que el concepto moderno de frontera fue anticipado en las historietas gauchescas por “elementos de reflexión relativos a los procesos de contacto, diálogo y conflicto intercultural que recién fueron incorporados en la década de 1980 como paradigma de referencia común dentro de los ámbitos de discusión antropológico-histórica”. El escenario donde se ubicaron los desarrollos argumentales de obras como Cabo Savino, de Carlos Casalla; Lanza Seca, de Guillermo Roux; El Huinca, de Enrique Rapela; Martín Toro, de Jorge Morhain y Bernoy en los dibujos; Lindor Covas, el Cimarrón, creada por Walter Ciocca; Capitán Camacho, con guión de Julio Alvarez Cao y dibujos de Carlos Casalla –por solo enumerar algunos títulos de la extensa producción artística– mostraba en toda su complejidad las distintas vinculaciones sociales, los modos de los intercambios culturales y el caso de las dependencias económicas recíprocas existentes entre los grupos blancos, indios y mestizos.

Fue en la década del 40 cuando comienza la que podría denominarse la época de oro de la historieta nacional, cuyo hito es la aparición y consolidación de la historieta tildada de seria y adulta, con la revista Intervalo de Editorial Columba en 1945. La revista Billiken ya se editaba para los chicos y Patoruzito, infancia del personaje Patoruzú, para los jóvenes. En 1945 en Patoruzito se publica Lanza Seca de Roux, quien realiza una serie sobre la conquista del desierto y la guerra a los aborígenes. Hay que recordar que Patoruzú se publicó por primera vez en la contratapa del diario Crítica, en octubre de 1928 cuando su creador, Dante Quinterno, tenía 18 años. El protagonista era el último vástago de la tribu de los tehuelches, hijo de un rico cacique de la Patagonia, un paradigma que también describe un entramado cultural lleno de matices e historia.

En 1950 apareció la tira “Hormiga Negra” en La Razón, de Walter Ciocca que luego tuvo una saga sobre un fuerte de frontera y los hombres que la habitaban: “Fuerte Argentino”, también de Ciocca, se publica en la revista Misterix, para la cual pidió la colaboración del historiador Hugo Portas. El “Cabo Savino”, de Carlos Casalla, nació en 1954 en el diario La Razón y tiene un récord histórico pues lleva seis décadas ininterrumpidas de galopes a caballo, peleas con cuchillos y malones indios, cambiando de medios donde aparece. En 1958 aparecería el primer número de la revista Patrulla, con personajes como “Cirilo el Argentino”, de Rapela. En 1967 Enrique lanza la editorial Cielosur, junto a otros socios, y sus personajes gauchescos El Huinca y Fabián Leyes comienzan a encabezar sus respectivas publicaciones, en las cuales había otras tiras, pero siempre con la misma temática, como ser la ya nombrada Lanza Seca de Roux y Mapuche de Almendro y Desilio.

RAPELA EDITOR

La editorial Cielosur da origen a revistas de varios tamaños y períodos: mensual, álbum o fascículo. En las tiras se destinaba un segmento al origen de las palabras como pulpería, sangría, ranqueles. Esta pasión de Rapela por ampliar los conocimientos del lector consigue que aparezca una sección especial llamada Conozcamos lo nuestro, descripta como “una singular enciclopedia de terminología campestre”, que en 1977 y en exitosas ediciones posteriores, ya se publicaban en tres tomos. En los diálogos de ambas historietas se intenta reflejar el habla gauchesca y se reproducen muchas de sus expresiones. Se puede decir que ambos héroes –El Huinca y Fabián Leyes aparecidos en Patoruzito y el diario La Prensa respectivamente, durante la década de 1970– son gemelos arquetípicos de justicieros que, junto a sus laderos, ayudan al prójimo. El acompañante del primero es Zenón y el del segundo, Amancio. “Para eyos [sic], ésa es su vida, pampa y cielo. Guadal y pajonales. Libres como el viento, alegres como los pájaros cuando nace el día”, se afirma en una de las tiras. Aunque también eran contratados alternativamente como guías para las partidas exploratorias que circulaban en torno a los fortines por su conocimiento de la llanura y el entorno.

A ese valor emprendedor y didáctico se une el estético, ya que si enfocamos en el arte de Rapela, hay que destacar especialmente las imágenes donde registra el paisaje retratando un cielo sereno con sutiles rayas verticales; o cuando describe unas siluetas negras con ligeros toques blancos que señalan la luz lunar en contraste con las figuras. La vestimenta y el tipo de tela se nota en sus arrugas que están representadas con soltura, como también se describen los ranchos, los senderos, los árboles y las diligencias. Se trata de un dibujo sobrio, aplomado, clásico, pero con grises que enriquecen no solo la composición, sino que funcionan como ornato. Son dibujos frescos, de trazos vigorosos y oficio diestro en el uso del pincel y la pluma. Pero destaca especialmente por los dibujos de caballos, con excelentes planos que detallan la anatomía de sus cabezas o el galopar de sus patas, así como la montura y el detalle del apero. “Supo reflejar gráficamente las llanuras inconmensurables que parecen proyectarse al infinito”, sostiene el escritor Germán Cáceres, él mismo un ideólogo de la cultura gauchesca. Falleció en Buenos Aires a la edad de 67 años, pero su impronta trasciende claramente su corta vida.

PILAR ALTILIO

Licenciada en Arte por la UNLP, Posgrado Internacional Gestión y Política en Cultura y Comunicación FLACSO Argentina. Docente de nivelación de posgrado en Prácticas artísticas contemporáneas UNCuyo. Gestora y curadora independiente desde 1999. Como investigadora independiente y crítica de arte publica regularmente en Revista Ñ de Cultura, ArtNexus revista colombiana, arte-online.net y El Gran Otro.

Fuentes: Judith Gociol y Diego Rosemberg, La historieta argentina. Una historia. Ed. De la Flor, Carlos G. Landa y Julio César Spota Trazos fronterizos en http://www.gazeta-antropologia.es/?p=1477

Conozcamos lo nuestro - The Gauchos's Heritage

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